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Acojan la Palabra, sembrada en ustedes – 2ª. Parte (Tema)

  • Eduardo Ibáñez García
  • 16 abr 2021
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 17 abr 2021

Por Raniero Cantalamessa,

Predicador de la Casa Pontificia




1. Un Dios que habla – 2ª. Parte


T-86. 17-04-2021


He escuchado a una persona, dar un testimonio en un programa televisivo, en el que yo también participaba. Era un alcohólico, en fase terminal; no resistía, más de una hora sin beber; la familia, estaba al borde de la desesperación. Le invitaron con la mujer, a un encuentro sobre la palabra de Dios. Allí, alguno leyó, un pasaje de la Escritura. Una frase le atravesó, como una llama de fuego y le dio la certeza, de ser sanado. Después de eso, cada vez que tenía la tentación de beber, corría para abrir la Biblia, en ese punto y solo, al releer las palabras, sentía la fuerza que volvía a él, hasta el punto de estar completamente sanado. Cuando quería decir, cuál era esa famosa frase, la voz se le rompía de la emoción. Era la palabra del Cantar de los Cantares: Porque tus amores, son más deliciosos que el vino (Cantares 1, 2-3). Los estudiosos habrían arrugado la nariz, frente a esta aplicación, pero el hombre podría decir: Yo estaba muerto y ahora he vuelto a la vida, como el ciego de nacimiento, decía a sus críticos: Yo era ciego y ahora veo (Juan 9, 10-12).


Un hecho similar, le sucedió también, a san Agustín. En el culmen de su lucha, por la castidad, oyó una voz que repetía: ¡Tolle, lege!, toma y lee. Teniendo con él las cartas de san Pablo, abrió el libro, decidido a tomar como la voluntad de Dios, el primer texto en el que hubiese caído. Era Romanos 13, 13: Vivamos con honestidad, como a la luz del día, y no andemos en glotonerías ni en borracheras, ni en lujurias y lascivias, ni en contiendas y envidias. No quise leer más, ni era necesario tampoco, pues al punto que di fin a la sentencia, como si se hubiera infiltrado en mi corazón una luz de seguridad, se disiparon todas las tinieblas de mis dudas.


La sacramentalidad de la palabra de Dios, se revela en el hecho, de que a veces, ella misma, obra manifiestamente, más allá de la comprensión de la persona, que puede ser limitada e imperfecta; obra casi por sí misma, ex opere operato, como se dice, precisamente, de los sacramentos. En la Iglesia, han habido y habrán libros, más edificantes, que algunos libros de la Biblia (basta pensar en La Imitación de Cristo); pero ninguno de ellos, obra como obra, el más modesto de los libros inspirados.

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