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Bienaventurados, los que trabajan por la Paz. La paz, como don (3ª. Parte – 3.3)

  • Eduardo Ibáñez García
  • 8 oct 2021
  • 4 Min. de lectura

Por Raniero Cantalamessa,

Predicador de la Casa Pontificia


3.3. La paz, como don

T-110 9-10-2021


Pero Dios mismo, no un hombre, es el verdadero y supremo agente de paz. Precisamente, por esto, los que se afanan por la paz, son llamados hijos de Dios: porque se asemejan a Él, le imitan, hacen lo que Él hace. El mensaje pontificio, dice que la paz, es característica del obrar divino, en la creación y en la redención; esto es, tanto en el obrar de Dios, como en el de Cristo.

La Escritura, habla de la paz de Dios (Filipenses 4, 7) y aún, con más frecuencia, del Dios de la paz (Romanos 15, 32). Paz, no indica, sólo lo que Dios hace o da, sino también, lo que Dios es. Paz, es lo que reina, en Dios. Casi todas las religiones, que brotaron, en torno a la Biblia, conocen mundos divinos, en guerra en su interior. Los mitos cosmogónicos, babilónicos y griegos, hablan de divinidades que luchan y se despedazan entre sí. En la propia gnosis herética cristiana, no existe unidad y paz, entre los Eones celestes; y la existencia del mundo material, sería precisamente, fruto de un incidente y de una desarmonía, ocurrida en el mundo superior.

Con este fondo religioso, se puede comprender mejor, la novedad y la alteridad absoluta, de la doctrina de la Trinidad, como perfecta unidad de amor, en la pluralidad de las personas. En un himno suyo, la Iglesia, llama a la Trinidad océano de paz; y no se trata, sólo de una frase poética. Lo que más impresiona, contemplando el icono de la Trinidad de Rublev; es la sensación de paz sobrehumana, que de Él emana. El pintor, logró traducir, en una imagen, el lema de San Sergio de Radonez, para cuyo monasterio, se pintó el icono: Contemplando a la Santísima Trinidad, vencer la odiosa discordia de este mundo.

Quien mejor, ha celebrado esta Paz divina, que llega de más allá de la historia, fue Pseudo Dionisio Areopagita. Paz, es para él, uno de los nombres de Dios, con el mismo título que amor. También, de Cristo se dice, que es Él mismo, nuestra paz (Efesios 2, 14-17). Cuando dice: Mi paz les doy, Él nos transmite aquello que es.

Hay un nexo inseparable, entre la paz, don de lo alto y el Espíritu Santo; no sin razón, se representan, con el mismo símbolo de la paloma. La tarde de Pascua, Jesús dio, prácticamente, en un mismo instante, a los discípulos la paz y el Espíritu Santo: “¡La paz, esté con ustedes!” ...Sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo” (Juan 20, 21-22). La paz, dice San Pablo, es un fruto del Espíritu (Gálatas 5, 22).

Se comprende, entonces, qué significa ser, los que trabajan por la paz. No se trata de inventar o de crear la paz, sino de transmitirla, de dejar pasar la paz de Dios y la paz de Cristo, que supera toda inteligencia. Gracia y paz, de parte de Dios, Nuestro Padre, y de Jesucristo el Señor (Romanos 1, 7): ésta es la paz que el Apóstol, transmite a los cristianos de Roma.

Nosotros, no debemos, ni podemos ser fuentes, sino sólo canales de la paz. Lo expresa a la perfección, la oración atribuida a Francisco de Asís: Señor, haz de mí, un instrumento de tu paz. En inglés, traducen justamente: Haz de mí, un canal de tu paz; make me a channel of your peace. Pero ¿Cuál es la paz, de la que hablamos? Es clásica la definición, que da San Agustín: La paz, es la tranquilidad, en el orden. Basándose en ella, Santo Tomás dice, que en el hombre, existen tres tipos de orden: consigo mismo, con Dios y con el prójimo; y existen, en consecuencia, tres formas de paz: la paz interior, con la que el hombre está en paz consigo mismo; la paz, por la que el hombre, lo está con Dios, sometiéndose plenamente, a sus disposiciones; y la paz relativa al prójimo, por la que se vive en paz, con todos.

En la Biblia, sin embargo, shalom, paz; dice, más que la sencilla tranquilidad, en el orden. Indica también bienestar, reposo, seguridad, éxito, gloria. A veces, designa, incluso, la totalidad de los bienes mesiánicos y es sinónimo, de salvación y de bien: Qué hermosos son, sobre los montes, los pies del mensajero, que anuncia la paz, que trae la buena nueva y proclama la salvación (Isaías 52, 7). La nueva alianza, es llamada, una alianza de paz (Ezequiel 37, 26), el Evangelio es, Evangelio de la paz (Efesios 6, 15), como si en la palabra, se resumiera, todo el contenido de la alianza y del evangelio.

En el Antiguo Testamento, paz se acerca frecuentemente, a justicia (Salmo 85, 11: La justicia y la paz se besan) y en el Nuevo Testamento, a gracia. Cuando San Pablo escribe: Justificados, por medio de la fe, estamos en paz con Dios (Romanos 5, 1), está claro, que en paz con Dios, tiene el mismo significado expresivo, que en gracia de Dios.

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