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Bienaventurados, los que trabajan por la Paz; porque serán llamados, hijos de Dios.(3ª. Parte – 3.1)

  • Eduardo Ibáñez García
  • 24 sept 2021
  • 2 Min. de lectura

Por Raniero Cantalamessa,

Predicador de la Casa Pontificia



3.1. El mensaje, para la Jornada Mundial de la Paz

T-108 25-09-2021


Las bienaventuranzas, no están dispuestas, según una sucesión lógica. Excepto la primera, que da el tono, a todas las demás; se pueden considerar, cada una por separado, sin que su sentido, se vea comprometido, lo más mínimo. El mensaje del Papa, para la Jornada Mundial de la Paz, me ha impulsado, a dejar para otra ocasión, la reflexión sobre la tercera bienaventuranza, la de los mansos, a fin de dedicar este encuentro, a la bienaventuranza de los que trabajan por la paz. Es bueno, de hecho, que el mensaje de la paz, destinado a todo el mundo, sea ante todo acogido, meditado y de frutos aquí, entre nosotros, en el centro de la Iglesia.

El de este año, es un mensaje para la paz a todo campo; abarca, desde el ámbito más personal, a los más amplios de la política, de la economía, de la ecología, de los organismos internacionales. Ámbitos diferentes, pero unificados, por el hecho de tener todos, como objeto primario, a la persona humana, como indica el título del mensaje: La persona humana, corazón de la paz.

Hay en el mensaje, una afirmación fundamental, que es como la clave de lectura de todo, que dice:


La paz, es al mismo tiempo un don y una tarea. Si bien es verdad, que la paz entre los individuos y los pueblos –la capacidad de vivir, unos con otros, estableciendo relaciones de justicia y solidaridad– supone, un compromiso permanente; también es verdad y lo es más aún, que la paz es un don de Dios. En efecto, la paz, es una característica del obrar divino, que se manifiesta, tanto en la creación de un universo ordenado y armonioso, como en la redención de la humanidad, que necesita, ser rescatada del desorden del pecado. Creación y Redención muestran, pues, la clave de lectura, que introduce a la comprensión, del sentido de nuestra existencia sobre la tierra.


Estas palabras, ayudan a comprender, la bienaventuranza de los que trabajan por la paz; y esta, a su vez, arroja una luz singular, sobre estas palabras. La época de la Navidad, da un tono especial, litúrgico, a nuestra meditación. En la noche de Navidad, escucharemos las palabras del himno angélico: Paz en la tierra, a los hombres que ama el Señor, cuyo sentido no es: haya paz, sino hay paz; no un deseo, sino una noticia. La Navidad del Señor –decía, San León Magno– es la natividad de la paz: Natalis Domini natalis est pacis.

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