Acojan la Palabra sembrada en Ustedes (2b) T-31. 28-03-2020
- Eduardo Ibáñez García
- 27 mar 2020
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 28 mar 2020

Una reflexión sobre la constitución dogmática Dei Verbum
Reflexión, sobre los principales documentos del Vaticano II.
De las cuatro constituciones aprobadas, la de la Palabra de Dios, la Dei verbum, es la única, junto con la de la Iglesia, la Lumen gentium, en tener la calificación de dogmática. Esto se explica, con el hecho de que, con este texto, el Concilio pretendía reafirmar, el dogma de la inspiración divina de la Escritura y precisar, al mismo tiempo, su relación con la tradición. Fiel, al intento de dar luz, a las implicaciones más estrechamente espirituales y edificantes de los textos conciliares, me limitaré, también aquí, a algunas reflexiones dirigidas a la práctica y a la meditación personal.
2. La lectio divina
Padre Raniero Cantalamessa, ofmcap
b. Contemplaré la Parola
La segunda etapa sugerida por Santiago, consiste en fijar la mirada en la palabra, en el estar largo tiempo delante del espejo, vale a decir en la meditación o contemplación de la Palabra. Los Padres usaban para esto, las imágenes del masticar o del rumiar. La lectura –escribía Giugo II– ofrece a la boca un alimento sustancioso, la meditación, lo mastica y lo despedaza. Cuando uno recuerda las cosas oídas dulcemente las vuelve a pensar en su corazón, se vuelve similar al rumiante, dice san Agustín.
El alma, que se mira en el espejo de la Palabra, aprende a conocer cómo es, aprende a conocerse a sí misma, descubre su deformidad de la imagen de Dios y de la imagen de Cristo. Yo no busco mi gloria, dice Jesús (Juan 8, 50); aquí el espejo delante de ti y en seguida ves, lo lejos que estás de Jesús, si buscas tu gloria; bienaventurados los pobres de espíritu, el espejo está de nuevo delante de ti y en seguida te descubres, lleno de apegos y lleno de cosas superfluas, lleno sobre todo de ti mismo; la caridad es paciente… y te das cuenta, cuanto tú eres impaciente, envidioso, interesado. Más que escrutar la Escritura (Juan 5, 39), se trata de dejarse escrutar por la Escritura.
La palabra de Dios –dice la Carta a los Hebreos– está viva, eficaz y más cortante que la mejor espada; esa penetra hasta el punto de división del alma y del espíritu, en las junturas y en la médula y escruta en los sentimientos y en los pensamientos del corazón. No hay criatura que pueda esconderse delante de él, pero todo está desnudo y descubierto a los ojos suyos. (Hebreos 4, 12-13).
En el espejo de la Palabra, por suerte, no vemos solamente a nosotros mismos y nuestra deformidad; vemos antes de todo el rostro de Dios; mejor aún, vemos el corazón de Dios.
La Escritura, dice san Gregorio Magno, es una carta de Dios omnipotente a su criatura; en ella se aprende a conocer, el corazón de Dios en la palabra de Dios. También para Dios, vale el dicho de Jesús: La boca, habla de la plenitud del corazón (Mateo 12, 34); Dios nos ha hablado en la Escritura, de lo que llena siempre su corazón o sea el amor. Todas las Escrituras, han sido escritas para esta finalidad: que el hombre pudiera entender, lo mucho que Dios lo ama; y lo entendiera, para inflamarse de amor hacia Él.
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