Creo en el Espíritu Santo (1) T-45. 4-07-2020
- Eduardo Ibáñez García
- 3 jul 2020
- 3 Min. de lectura
Creo en el Espíritu Santo
P. Raniero Cantalamessa, ofmcap

1. La novedad del post-concilio
Con la celebración del 50º aniversario, de la clausura del Concilio Vaticano II, se concluyó la primera fase del después del Concilio y se abre otra. Si la primera fase ha estado caracterizada, por los problemas relativos a la recepción del Concilio, esta nueva se caracterizará, creo, por el completar e integrar el Concilio; en otras palabras, el releer el Concilio a la luz de los frutos producidos, dando luz también, a lo que falta o que estaba presente, solo en la fase seminal.

La mayor novedad del post Concilio, en la teología y en la vida de la Iglesia, tiene un nombre precioso: el Espíritu Santo. El Concilio, no había ignorado su acción en la Iglesia, pero había hablado casi siempre de Él, mencionándolo a menudo, pero sin dar luz al rol central, ni tampoco en la constitución sobre la Liturgia. En una conversación, en el tiempo en el que estábamos juntos en la Comisión Teológica Internacional, recuerdo que el padre Yves Congar, usó una imagen fuerte respecto a esto; habló de un Espíritu Santo, esparcido aquí y allí en los textos, como se hace con el azúcar sobre los dulces que, sin embargo, no entra a formar parte de la composición de la masa.
El deshielo, sin embargo, había comenzado. Podemos decir, que la esperanza de San Juan XXIII del concilio, como de un nuevo Pentecostés para la Iglesia, ha encontrado su actuación sólo después, con el concilio concluido, como ha sucedido a menudo, en la historia de los concilios.
En la Iglesia católica, de la Renovación Carismática, es uno de los muchos signos -el más evidente por la vastedad del fenómeno- del despertar del Espíritu y de los carismas en la Iglesia. El Concilio, había allanado el camino a su acogida, hablando, en la Lumen gentium, de la dimensión carismática de la Iglesia, junto a esa institucional y jerárquica; e insistiendo, en la importancia de los carismas. En la homilía de la misa crismal del Jueves Santo de 2012, Benedicto XVI afirmó:
Mirando a la historia de la época post-conciliar, se puede reconocer la dinámica de la verdadera renovación, que frecuentemente ha adquirido formas inesperadas, en movimientos llenos de vida y que hacen casi tangible, la inagotable vivacidad de la Iglesia, la presencia y la acción eficaz del Espíritu Santo.
Contemporáneamente, la renovada experiencia del Espíritu Santo, ha estimulado la reflexión teológica. Después del concilio, se han multiplicado los tratados, sobre el Espíritu Santo: entre los católicos, el del mismo Congar, de K. Rahner, de H.Mühlen y de von Balthasar; entre los luteranos el de J. Moltmann y de M. Welker, y de muchos otros. Por parte del magisterio, ha estado la encíclica de San Juan Pablo II Dominum et vivificantem. Con ocasión, del XVI centenario del concilio de Constantinopla del 381, el mismo Sumo Pontífice, promovió un congreso internacional de Pneumatología, en el Vaticano, cuyos actos fueron publicados por la Librería Editrice Vaticana, en dos grandes volúmenes titulados Credo in Spiritum Sanctum.
En los últimos años, estamos asistiendo, a un paso decidido hacia adelante, en esta dirección. Hacia el final de su carrera, Karl Barth hizo una afirmación provocadora que era, en parte, también una autocrítica. Dijo que en un futuro, se desarrollaría una teología diferente, la teología del tercer artículo. En el mismo sentido, se expresó Karl Rahner. Por tercer artículo se entiende, naturalmente, el artículo del credo sobre el Espíritu Santo. La sugerencia, no cayó en el vacío. De aquí se inició, la actual corriente denominada, precisamente, Teología del tercer artículo.
No creo que tal corriente, quiera sustituir a la teología tradicional (sería un error, si lo pretendiera), sino más bien, estar a su lado y vivificarla. Esta se propone hacer del Espíritu Santo, no solo el objeto, del tratado que a él se refiere, la Pneumatología, sino por así decir, la atmósfera en la que se desarrolla, toda la vida de la Iglesia y cada búsqueda teológica, la luz de los dogmas, como un antiguo Padre de la Iglesia, definía al Espíritu Santo.
La exposición más completa, de esta reciente corriente teológica, es el volumen de ensayos, que apareció en inglés, con el título Teología del tercer artículo. Para una dogmática pneumatológica. En él, partiendo de la doctrina trinitaria de la gran tradición, teólogos de diferentes Iglesias cristianas, ofrecen su contribución, como premisa a una teología sistemática, más abierta al Espíritu y que responde más, a las exigencias actuales. Se me ha pedido también a mí, como católico, contribuir con un ensayo sobre Cristología y pneumatología, en los primeros siglos de la Chiesa.
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