¡Dio a luz, a su hijo primogénito! (1) T-76. 6-02-2021
- Eduardo Ibáñez García
- 5 feb 2021
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 13 feb 2021
¡Dio a luz, a su hijo primogénito!
Por Raniero Cantalamessa,
Predicador de la Casa Pontificia

Los pasos, que estamos siguiendo, sobre las huellas de María, corresponden bastante fielmente, al desarrollo histórico de su vida, como resultado de los Evangelios. La meditación sobre María llena de fe, nos ha llevado al misterio de la Anunciación; la del Magnificat, al misterio de la Visitación; y ahora, la de María Madre de Dios, a la Navidad. De hecho, fue en la Navidad, en el momento en el cual, dio a luz a su hijo primogénito (Lucas 2, 7) y no es antes, que María pasa a ser verdadera y plenamente Madre de Dios.
1. Una mirada histórica, en la formación del dogma

Al hablar de María, la Escritura destaca constantemente, dos elementos o momentos fundamentales, que corresponden a aquellos, que también la experiencia humana común, considera esenciales, para que haya una maternidad verdadera y plena. Estos son: concebir y dar a luz. Mira –dice el ángel a María- concebirás y darás a luz un hijo (Lucas 1, 31).
Estos dos elementos, están presentes también, en la narración de Mateo: La criatura que ha concebido, es obra del Espíritu Santo y ella dará a luz un hijo (Mateo 1, 20-25). La profecía de Isaías, en la cual todo esto había sido preanunciado, lo expresaba del mismo modo: La joven está embarazada y dará a luz un hijo (Isaías 7, 14). Esta es la razón, por la que decía, que únicamente en la Navidad, cuando da a luz a Jesús, María, se convierte en sentido pleno, en Madre de Dios.
De los dos momentos, el título que se usa en la Iglesia latina, Madre de Dios (Dei Genitrix), resalta el primer momento, el relativo a la concepción; el título Theotókos, que se usa en la Iglesia griega, resalta más el segundo momento, el dar a luz (tikto, de hecho, significa en griego dar a luz). El primer momento, excepto el caso de la Virgen, es común tanto al padre como a la madre, mientras que el segundo, el dar a luz, es exclusivo de la madre.
Madre de Dios: un título que expresa, uno de los misterios; y para la razón, una de las paradojas más altas del cristianismo. Madre de Dios, es el título dogmático más antiguo e importante de la Virgen, que fue definido por la Iglesia, en el Concilio de Éfeso, en el año 431; como verdad de fe, que todos los cristianos deben creer. Es el fundamento, de toda la grandeza de María. Es el principio mismo, de la mariología; por esto, es que María no es, en el cristianismo, sólo objeto de devoción, sino también de teología; es decir, entra en el discurso mismo sobre Dios, porque Dios está directamente implicado, en la maternidad divina de María.
En el Nuevo Testamento, no encontramos explícitamente, el título Madre de Dios dado a María. Sin embargo, encontramos afirmaciones, que ya contienen, como in nuce, tal verdad; que se mostrarán después, con una reflexión cuidadosa de la Iglesia, bajo la guía del Espíritu Santo. Como habíamos visto, de María se dice, que concibió y generó un hijo, que es el Hijo del Altísimo, Santo e Hijo de Dios (Lucas 1, 31-32. 35). Por lo tanto, de los Evangelios, resulta que María, es la madre de un hijo, del que se sabe que es el Hijo de Dios. De modo corriente, a María se la llama en el Evangelio: la madre de Jesús, la madre del Señor (Lucas 1, 43) o simplemente la madre y su madre (Juan 2, 1-3).
Será necesario que la Iglesia, en el desarrollo de su fe, aclare quién es Jesús, antes de saber, de quién es madre María. Es cierto que María, no empieza a ser Madre de Dios, en el concilio de Éfeso, en el año 431; como Jesús, no empieza a ser Dios, en el concilio de Nicea, en el año 325, que lo define como tal. Él, ya lo era antes. Este es, en efecto, el momento en el cual la Iglesia, en el desarrollo y explicitación de su fe, bajo la influencia de la herejía, toma plena conciencia de esta verdad y toma posición para resguardarla. Sucede, como con el descubrimiento de una nueva estrella; no nace, en el momento en el que su luz llega a la tierra y el observador la ve; sino que existía ya de antes, quizás desde miles de años luz antes. La definición conciliar, es el momento en el cual la luz es puesta sobre el candelabro, que es el credo de la Iglesia.
En este proceso, que lleva a la proclamación solemne de María Madre de Dios, podemos distinguir tres grandes fases, que ahora mencionaré. Al comienzo del período, dominado por la lucha contra la herejía gnóstica y docetista; y durante todo este período, la maternidad es vista casi solamente, como maternidad física. Estos herejes, negaban que Cristo, tuviera un verdadero cuerpo humano; o si lo tenía, que este cuerpo humano, hubiera nacido de una mujer; o si hubiera nacido de una mujer, dudaban que hubiera derivado verdaderamente, de la carne y de la sangre de ella. En contra de estas herejías, era necesario, por lo tanto, afirmar con fuerza, que Jesús era hijo de María y fruto de su vientre (Lucas 1, 42), y que María, era verdadera y natural Madre de Jesús.
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