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Donde está, el Espíritu del Señor, hay libertad. Miércoles, 24 de marzo 2021 (Reflexión)

  • Eduardo Ibáñez García
  • 23 mar 2021
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 23 mar 2021

Tiempo de Cuaresma – Ciclo B

Quinta semana

Miércoles, 24 de marzo 2021

  • Primera lectura: Daniel 3, 14-20. 91-92. 95

El rey Nabucodonosor, dijo: ¿Es cierto, Sedrak, Mesak y Abednegó, que no quieren servir a mis dioses, ni adorar la estatua de oro, que he mandado levantar? …Ellos, respondieron: No es necesario responder a tu pregunta, pues el Dios a quien servimos, puede librarnos del horno encendido y nos librará de tus manos; y aunque no lo hiciera, sepa que, de ningún modo, serviremos a tus dioses, ni adoraremos la estatua de oro, que has mandado levantar… y los arrojaran al horno encendido. Pero el ángel del Señor, bajó del cielo, se puso junto a ellos y apartó las llamas... (Daniel 3, 14. 16-18. 20. 92)

  • Salmo: Daniel 3, 52-56

Bendito seas, Señor, para siempre. Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres. Bendito sea tu nombre santo y glorioso. (Salmo: Daniel 3, 52)

  • Evangelio: San Juan 8, 31-42

El evangelista San Juan, proclama que, Jesús dijo, a los que habían creído en Él: “Si se mantienen, fieles a mi palabra, serán verdaderos discípulos míos, conocerán la verdad y la verdad los hará libres” Ellos, replicaron: Somos hijos de Abraham y nunca, hemos sido esclavos de nadie. …Jesús les contestó: “Yo les aseguro, que todo el que peca, es un esclavo; y el esclavo, no se queda en la casa para siempre; el hijo, sí se queda para siempre. Si el Hijo, les da la libertad, serán realmente libres”. (Juan 8, 31-36)


Lecturas consultadas en:


Id y enseñad,

La Biblia Latinoamérica,

La Biblia de las Américas y

Nuevo Misal del Vaticano II



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Donde está, el Espíritu del Señor, hay libertad


Sabemos, que está escrito: Cada uno es esclavo, de lo que le domina (2 Pedro 2, 19). Pero ¿Quién, me hará llegar, a esta liberación? ¿Quién, me liberará, de esta esclavitud vergonzosa? Si no es, el que ha dicho: Sólo, si es el Hijo, quien los hace libres, serán verdaderamente libres... (Juan 8, 31-36). Sirvamos pues y fielmente amemos con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con todas nuestras fuerzas, al Señor, nuestro Dios (Marcos 12, 30) para merecer y recibir de nuestro Señor Jesucristo, el don de la libertad.

El Señor, del que se habla, es el Espíritu; y donde está, el Espíritu del Señor, hay libertad (2 Corintios 3, 17). ¿Cómo podremos nosotros, encontrar esta libertad? Nosotros, que somos esclavos del mundo, esclavos del dinero y esclavos de los deseos de la carne. Ciertamente seria, haciendo el esfuerzo por corregirme, juzgándome a mí mismo y condenando mis faltas. Para los que leen esta reflexión, examinen, por su cuenta, qué es lo que piensan, en su propio corazón y sigan los pasos anteriores. Lo digo de pasada, pero mientras estoy atado, por una de estas ligaduras, es que no me he convertido al Señor, no he alcanzado la verdadera libertad; puesto que, tales cuestiones, tales preocupaciones me retienen todavía...


Sabemos, que está escrito: Cada uno es esclavo, de lo que le domina (2 Pedro 2, 19). Aunque yo, no esté dominado por el amor al dinero; aunque no estoy atado, por la preocupación de bienes y riquezas; sí estoy, sin embargo, ávido de alabanzas y deseos de gloria humana, cuando tengo en cuenta, el rostro que me muestran los hombres y lo que dicen de mí; cuando me preocupa, saber qué piensa de mí tal persona, cómo me aprecia la otra, cuando temo desagradar a uno y deseo dar gusto a otro. En tanto, que tengo estas preocupaciones, soy su esclavo.


Pero, quisiera esforzarme y saber liberarme, intentar deshacerme del yugo, de este vergonzoso esclavo y llegar a esta libertad, de la que nos habla San Pablo: Manténganse firmes y no se sometan de nuevo, al yugo de la esclavitud (Gálatas 5, 13. 1 Corintios 7, 23).


Pero ¿Quién, me hará llegar, a esta liberación? ¿Quién, me liberará, de esta esclavitud vergonzosa? Si no es, el que ha dicho: Sólo, si es el Hijo, quien los hace libres, serán verdaderamente libres... Sirvamos pues y fielmente amemos con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con todas nuestras fuerzas, al Señor, nuestro Dios (Marcos 12, 30) para merecer y recibir de nuestro Señor Jesucristo, el don de la libertad.


Adaptación del texto de Orígenes (c. 185-253)

Presbítero y teólogo

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