Effatá ¡Ábrete! (Homilía dominical)
- Eduardo Ibáñez García
- 4 sept 2021
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 12 sept 2021
Día del Señor
Tiempo ordinario II – Ciclo B
Vigesimotercer domingo
5 de septiembre 2021
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espiritu Santo. Amen
Primera lectura: Isaías 35, 4-7
El profeta Isaías, proclama que el Señor, dice: Díganles, a los cobardes de corazón: “Sean fuertes, no teman. Miren a su Dios, que trae el desquite, viene en persona, resarcirá y los salvará.” Por él, se despegarán los ojos del ciego; los oídos del sordo, se abrirán; saltará, como un ciervo el cojo; la lengua del mudo, cantará. Porque han brotado aguas en el desierto, torrentes en la estepa, el páramo será un estanque, lo reseco un manantial (Isaías 35, 4-7).
Salmo: 145, 1. 7-10
Alaba, alma mía, al Señor. El Señor, hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos. El Señor, libera a los cautivos (Salmo: 145, 1. 7).
Segunda lectura: Santiago 2, 1-5
El apóstol Santiago, dice: Hermanos, si ustedes se fijan, en el que está bien vestido y le dicen: Siéntate aquí, en el lugar de honor; y al pobre, le dicen: Quédate allí, de pie o bien: Siéntate, a mis pies ¿No están haciendo acaso, distinciones entre ustedes y actuando como jueces malintencionados? Escuchen, hermanos muy queridos: ¿Acaso Dios, no ha elegido a los pobres de este mundo, para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del Reino, que ha prometido a los que lo aman? (Santiago 2, 2-5).
¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
Evangelio: San Marcos 7, 31-37
El evangelista San Marcos, proclama que, a Jesús, le presentaron a un sordomudo y le pidieron, que le impusiera las manos. Jesús, lo separó de la multitud; y llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: “Effatá”, que significa: Abrete. Y enseguida, se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente (Marcos 7, 32-35).
Lecturas consultadas en:
Id y enseñad,
La Biblia Latinoamérica,
La Biblia de las Américas y
Nuevo Misal del Vaticano II

Curación, de un sordomudo
(Marcos 7)
Jesús, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: “Effatá”, que significa: Abrete. Y enseguida, se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente (Versículos 34-35)
Effatá ¡Ábrete!
El pasaje del Evangelio, nos refiere una bella curación, obrada por Jesús: Le presentan un sordomudo que, además, hablaba con dificultad; y le ruegan, imponga la mano sobre él. Él, apartándose de la gente, a solas, le puso sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido; y le dijo: “Effatá!”, que quiere decir: “¡Ábrete!”. Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente.
Jesús, no hacía milagros, como quien mueve una varita mágica o chasquea los dedos. Aquel gemido, que deja escapar, en el momento de tocar los oídos del sordo, nos dice que, se identificaba con los sufrimientos de la gente, participaba intensamente en su desgracia, se hacía cargo de ella. En una ocasión, después de que Jesús, había curado a muchos enfermos, el evangelista comenta: Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades (Mateo 8, 17).
Los milagros de Cristo, jamás son fines en sí mismos; son signos. Lo que Jesús, obró un día, por una persona en el plano físico, indica, lo que Él quiere hacer cada día, por cada persona, en el plano espiritual. El hombre curado por Cristo, era sordomudo; no podía comunicarse con los demás, oír su voz y expresar sus propios sentimientos y necesidades. Si la sordera y la mudez, consisten, en la incapacidad, de comunicarse correctamente con el prójimo, de tener relaciones buenas y bellas; entonces, debemos reconocer enseguida, que todos somos, quien más quien menos, sordomudos; y es por ello que, a todos dirige Jesús, aquel grito suyo: effatá, ¡ábrete! La diferencia es que la sordera física, no depende del sujeto y es del todo inculpable, mientras que la moral lo es. Hoy, se evita el término sordo y se prefiere hablar, de discapacidad auditiva, precisamente, para distinguir el simple hecho, de no oír de la sordera moral.
Somos sordos, por poner algún ejemplo, cuando no oímos el grito de ayuda, que se eleva hacia nosotros y preferimos poner entre nosotros y el prójimo, el doble cristal de la indiferencia. Los padres son sordos, cuando no entienden, que ciertas actitudes extrañas o desordenadas de los hijos, esconden una petición de atención y de amor. Un marido es sordo, cuando no sabe ver en el nerviosismo de su mujer, la señal del cansancio o la necesidad de una aclaración. Y lo mismo, en cuanto a la esposa.
Estamos mudos, cuando nos cerramos, por orgullo, en un silencio esquivo y resentido, mientras que tal vez, con una sola palabra de excusa y de perdón, podríamos devolver la paz y la serenidad en casa. Los religiosos y las religiosas, tenemos en el día, tiempos de silencio; y a veces, nos acusamos en la Confesión, diciendo: He roto, el silencio. Pienso, que a veces, deberíamos acusarnos de lo contrario y decir: No he roto, el silencio.
Lo que, sin embargo, decide la calidad de una comunicación, no es sencillamente hablar o no hablar, sino hablar o no hacerlo por amor. San Agustín, decía a la gente en un discurso: Es imposible saber, en toda circunstancia, qué es lo justo, que hay que hacer: si hablar o callar, sin corregir o dejar pasar algo. He aquí entonces, que se te da una regla, que vale para todos los casos: Ama y haz lo que quieras. Preocúpate, de que en tu corazón, haya amor; después, si hablas será por amor, si callas será por amor, y todo estará bien, porque del amor, no viene más que el bien.
La Biblia permite entender, por dónde empieza, la ruptura de la comunicación, de dónde viene nuestra dificultad, para relacionarnos de una manera sana y bella, los unos con los otros. Mientras Adán y Eva, estaban en buenas relaciones con Dios, también su relación recíproca, era bella y extasiante: Esta es carne de mi carne... En cuanto se interrumpe, por la desobediencia, su relación con Dios, empiezan las acusaciones recíprocas: Ha sido él, ha sido ella...
Es de ahí, de donde hay que recomenzar cada vez. Jesús, vino para reconciliarnos con Dios y así reconciliarnos, los unos con los otros. Lo hace, sobre todo, a través de los sacramentos. La Iglesia, siempre ha visto, en los gestos aparentemente extraños, que Jesús, realiza en el sordomudo (le pone los dedos en los oídos y le toca la lengua) un símbolo de los sacramentos, gracias a los cuales, Él, continúa tocándonos físicamente, para curarnos espiritualmente. Por esto, en el bautismo, el ministro realiza, sobre el bautizando, los gestos que Jesús, realizó sobre el sordomudo: le pone los dedos en los oídos y le toca la punta de la lengua, repitiendo la palabra de Jesús: effatá, ¡ábrete!
Adaptación del texto de la homilía del
Comments