Si uno, quiere ser el primero... (Homilía dominical)
- Eduardo Ibáñez García
- 18 sept 2021
- 5 Min. de lectura
Día del Señor
Tiempo ordinario II – Ciclo B
Vigesimoquinto domingo
19 de septiembre 2021
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espiritu Santo. Amen
Oración:
Señor Dios, que has hecho el amor a ti y a los hermanos, la plenitud, de todo lo mandado en tu santa ley; concédenos que, cumpliendo tus mandamientos, merezcamos llegar a la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo... Amén.
Primera lectura: Sabiduría 2, 12. 17-20
Los malvados, dijeron entre sí: Si el justo, es hijo de Dios, él lo ayudará y lo librará, de las manos de sus enemigos. Sometámoslo a la humillación y a la tortura, para conocer su temple y su valor. Condenémoslo, a una muerte ignominiosa, porque dice que hay quien mire por él.” (Sabiduría 2, 12. 18-20).
Salmo: 53, 3-6. 8
El Señor, es quien me ayuda. Pero, el Señor Dios, es mi ayuda; él, quien me mantiene vivo. Por eso, te ofreceré con agrado, un sacrificio; y te agradeceré, Señor, tu inmensa bondad conmigo (Salmo: 53, 6. 8).
Segunda lectura: Santiago 3, 16-18. 4, 1-3
El apóstol Santiago, dice: Hermanos míos: Los que tienen la sabiduría, que viene de Dios, son puros, ante todo. Además, son amantes de la paz, comprensivos, dóciles, están llenos de misericordia y buenos frutos, son imparciales y sinceros. Los pacíficos siembran la paz y cosechan frutos de justicia. ¿De dónde vienen las luchas y los conflictos, entre ustedes? ¿No es, acaso, de las malas pasiones, que siempre están, en guerra dentro de ustedes? (Santiago 3, 17-18. 4, 1).
¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
Evangelio: San Marcos 9, 30-37
El evangelista San Marcos, proclama que, Jesús y sus discípulos, atravesaban Galilea y les iba enseñando a sus discípulos. Les decía: “El Hijo del hombre, va a ser entregado, en manos de los hombres; le darán muerte y tres días después de muerto, resucitará.” Ellos, no entendían aquellas palabras y tenían miedo de pedir explicaciones. Llegaron a Cafarnaúm y les preguntó: “¿De qué, discutían por el camino?” Pero ellos, se quedaron callados, porque en el camino, habían discutido, sobre quién de ellos, era el más importante. Entonces, Jesús, se sentó, llamó a los Doce y les dijo: “Si alguno, quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.” (Marcos 9, 30-35).
Lecturas consultadas en:
Id y enseñad,
La Biblia Latinoamérica,
La Biblia de las Américas y
Nuevo Misal del Vaticano II
Jesús, anuncia otra vez, su pasión
(Marcos 9)

Jesús les decía: “El Hijo del hombre, va a ser entregado, en manos de los hombres; le darán muerte y tres días después de muerto, resucitará.”
Ellos, no entendían aquellas palabras y tenían miedo de pedir explicaciones. (Versículos 31-32)
Si uno, quiere ser el primero...
Entonces, se sentó, llamó a los Doce y les dijo: “Si uno quiere ser el primero, sea

el último de todos y el servidor de todos.” ¿Es que Jesús, condena, con estas palabras, el deseo de sobresalir, de hacer grandes cosas en la vida, de dar lo mejor de uno y privilegia, en cambio, la dejadez, el espíritu abandonista, a los negligentes? Así lo pensaba, el filósofo Nietzsche, quien se sintió, en el deber de combatir ferozmente, el cristianismo, reo, en su opinión, de haber introducido en el mundo, el cáncer de la humildad y de la renuncia. En su obra, Así hablaba Zaratustra, él opone a este valor evangélico, el de la voluntad de poder, encarnado por el superhombre, el hombre de la gran salud, que quiere alzarse, no abajarse.
Puede ser, que los cristianos, a veces hayan interpretado mal, el pensamiento de Jesús; y hayan dado ocasión, a este malentendido. Pero, no es ciertamente esto, lo que quiere decirnos el Evangelio. Si uno, quiere ser el primero... por lo tanto, es posible, querer ser el primero y no está prohibido, no es pecado. No sólo, Jesús, no prohíbe, con estas palabras, el deseo de querer ser el primero, sino que lo alienta. Sólo que, revela una vía nueva y diferente, para realizarlo: no a costa de los demás, sino a favor de los demás. Añade, de hecho: ...sea el último de todos y el servidor de todos.
Pero ¿Cuáles son los frutos, de una u otra forma de sobresalir? La voluntad de poder, conduce a una situación, en la que uno se impone y los demás sirven; uno es feliz (si puede, haber felicidad en ello), los demás infelices; sólo uno sale vencedor, todos los demás derrotados; uno domina, los demás son dominados.
Sabemos, con qué resultados, se puso por obra, el ideal del superhombre por Hitler. Pero no se trata, sólo del nazismo; casi todos los males de la humanidad, provienen de esta raíz. En la segunda lectura, de este domingo, Santiago, se plantea la angustiosa y perenne pregunta: ¿De dónde, proceden las guerras? Jesús, en el Evangelio, nos da la respuesta: ¡del deseo de predominio! Predominio, de un pueblo sobre otro, de una raza sobre otra, de un partido sobre los demás, de un sexo sobre el otro, de una religión sobre otra...
En el servicio, en cambio, todos se benefician, de la grandeza de uno. Quien es grande en el servicio, es grande él y hace grandes a los demás; más que elevarse por encima de los demás, eleva a los demás consigo. Alessandro Manzoni, concluye su evocación poética, de las empresas de Napoleón, con la pregunta: ¿Fue, verdadera gloria? En la posteridad, la ardua sentencia. Esta duda, acerca de, si se trató de verdadera gloria, no se plantea, para la Madre Teresa de Calcuta, Raoul Follereau y todos los que diariamente, sirven a la causa de los pobres y de los heridos de las guerras, frecuentemente, con riesgo para su propia vida.
Queda, sólo una duda. ¿Qué pensar, del antagonismo en el deporte y de la competencia en el comercio? ¿También estas cosas, están condenadas, por la palabra de Cristo? No; cuando están contenidas, dentro de límites de corrección deportiva y comercial, estas cosas son buenas, sirven para aumentar, el nivel de las prestaciones físicas y… para bajar los precios, en el comercio. Indirectamente, sirven al bien común. ¡La invitación de Jesús, a ser el último, no se aplica, ciertamente, a las carreras ciclistas o a las de Fórmula 1!
Pero, precisamente, el deporte sirve para aclarar, el límite de esta grandeza, respecto a la del servicio. En las carreras del estadio, todos corren, más uno solo, recibe el premio, dice San Pablo (1 Corintios 9, 24). Basta con recordar, lo que ocurre, al término de una final de 100 metros planos: el vencedor exulta, es rodeado de fotógrafos y llevado triunfalmente en volandas; todos los demás se alejan tristes y humillados. Todos corren, más uno solo, recibe el premio.
San Pablo, extrae, sin embargo, de las competiciones atléticas, también una enseñanza positiva: Los atletas, –dice– se privan de todo; y eso ¡por una corona, corruptible!; nosotros en cambio (para recibir de Dios la) corona incorruptible (de la vida eterna). Luz verde, por lo tanto, a la nueva carrera inventada por Cristo, en la que el primero, es quien se hace último de todos y siervo de todos.
Adaptación del texto de la homilía del
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