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El amor, de Dios. (1ª. Parte) T-12 23-11-19

  • Eduardo Ibáñez García
  • 23 nov 2019
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 10 may 2021

El amor, de Dios


Antes del deber y del mandamiento, siempre está el don, el don de Dios.

Antes de pedirnos algo, Dios nos da algo, nos da su amor.

Antes de empezar algo, es necesario poner el amor de Dios, ante todos.

Él quiere, asegurarnos, su amor.


1. En nuestra relación, con Dios


Padre Raniero Cantalamessa


Resumimos, el mensaje del amor de Dios, en tres grandes palabras, que encontraremos, en la carta de San Pablo, a los Romanos. Este texto, se encuentra, al inicio de la carta a los Romanos y dice así:


A todos, los que están en Roma, amados de Dios y llamados a ser santos; gracia y paz de Dios, nuestro Padre y del Señor Jesucristo.


Y, como la Palabra de Dios, es viva y eterna, esta carta a los Romanos, hoy es una carta también, para nosotros y por lo tanto, la podemos leer así:


A todos, los que están leyendo este texto, amados de Dios y llamados a ser santos; gracia y paz de Dios, nuestro Padre y del Señor Jesucristo. AMEN.


La expresión, amor de Dios, tiene dos acepciones, muy diversas entre sí. Una, en la que Dios, es objeto; y otra, en la que Dios, es sujeto. Una, que indica, nuestro amor a Dios; y otra, que indica, el amor de Dios a nosotros. La naturaleza humana, es proclive a ser activa, más que pasiva, ha concedido siempre, la primacía al primer significado; es decir, al deber de amar a Dios. Incluso, la predicación cristiana, muy a menudo en el pasado, ha seguido esta vía, al hablar en algunas épocas, casi solo del mandamiento de amar a Dios y de los grados, de este amor a Dios.

La Revelación, sin embargo, da la primacía, al segundo significado; al amor de Dios, para nosotros. Decía un filósofo, muy famoso de la antigüedad, Aristóteles, que Dios puede ser amado; pero Dios, no puede amar a los hombres. El mueve el mundo, decía, en cuanto es objeto de amor, en cuanto es amado, no en cuanto ama, porque no puede amar.


La Biblia, sin embargo, dice lo contrario, que Dios crea y mueve el mundo, en cuanto ama. Lo más importante, en cuanto se refiere al amor de Dios, no es, pues; que el hombre ame a Dios, sino que Dios ama al hombre y lo amo primero.


En esto, consiste su amor, dice San Juan: No somos nosotros, los que hemos amado a Dios, sino que es Dios, quien nos ha amado a nosotros.


Lo que pretendemos, en esta enseñanza, hermanos; es restablecer, el orden revelado por la Palabra de Dios, volviendo a poner el DON, antes que el mandamiento; así como, poner encima de todo, el discurso simple y desconcertante, que DIOS NOS AMA. Porque en verdad, de Él depende todo el resto, incluida, nuestra misma posibilidad, de amar a Dios.


Nosotros amamos, porque Él nos amó primero, añade San Juan.


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