El amor, de Dios. (2ª. Parte) T-13 30-11-19
- Eduardo Ibáñez García
- 30 nov 2019
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 12 may 2021
El amor, de Dios
Antes del deber y del mandamiento, siempre está el don, el don de Dios.
Antes de pedirnos algo, Dios nos da algo, nos da su amor.
Antes de empezar algo, es necesario poner el amor de Dios, ante todos.
Él quiere, asegurarnos su amor.
2. Toda la Biblia, no hace más que, narrar el amor de Dios
Padre Raniero Cantalamessa
Y San Agustín, observa que: Está, por así decir, está impregnada de ese amor. Esta es la noticia, que sostiene y explica, todas las demás, incluida la gran noticia de estos días: SED SANTOS y todo depende del amor de Dios. El amor de Dios, es la última respuesta a todos los por qués, el por qué del hombre y de la Biblia, por qué de la Creación, por qué de la Redención, por qué de la Encarnación, por qué el sufrimiento humano. Si toda la Biblia, hermanos, se pudiera transformar, de palabra escrita en palabra pronunciada, se convertiría en una única voz; y esta voz gritaría, más poderosa que el fragor del mar, DIOS NOS AMA, el Padre nos ama. Todo lo que Dios hace y dice en la Biblia es amor; incluso, la cólera de Dios, no es más que amor. Dios es amor, dice San Juan.
Decía un gran filósofo del siglo pasado, que era también un gran creyente, No importa si Dios existe, (imagínense, él se atrevía a decir esto), importa saber si es Amor. Porque si Dios existiera y no fuera amor ¡ay de nosotros! Y la Biblia, nos asegura precisamente esto, que Él es amor.
El Evangelio, dice San Pablo, ha sido prometido por Dios en la Escritura, por medio de sus profetas y también, por lo tanto, el amor de Dios ha sido anunciado, primero a la humanidad, por medio de los profetas. Escuchamos, por tanto, algunas voces de los profetas, que nos hablan del amor de Dios. Dios, ha preparado a estos hombres, los profetas; y les ha dado un corazón especial, rico, de todas las tonalidades, para hacer de ellos, los amigos del Esposo, los anunciadores del amor de Dios.
En los profetas, Dios nos habla de su amor, sirviéndose sobre todo de la imagen del AMOR PATERNO.
Por ejemplo, en el profeta OSEAS leemos:
Cuando Israel era niño, Yo le amé. Yo enseñé a andar a Efraim (pongan su nombre, en lugar de Efraim o de Israel, porque así tenemos que hacerlo). Yo lo llevé en brazos. Con correas de amor lo atraía, con cuerdas de cariño. Fui para ellos, como quien levanta un niño hasta su cara.
El pueblo, continúa siendo duro para convertirse. Cuanto Dios, más atrae a los hombres a Sí, tanto más dejan de comprender y se vuelven hacia los ídolos. ¿Qué debe de hacer Dios, en esta situación? ¿Abandonarlos, destruirlos? Dios aparta al profeta, de su íntimo drama, de una especie de debilidad, de la impotencia, en la que El se encuentra, a causa de su entrañable amor, por su criatura. Dios siente un dolor punzante en el corazón, al pensar que su pueblo pueda ser destruido.
Dice Dios todavía, en el profeta OSEAS:
Mi corazón, se revuelve dentro de mí y todas mis entrañas, se estremecen de compasión. ¡Es Dios que habla así!
Un hombre, podría desahogar el ardor de su ira y normalmente lo hace, pero Dios no, no puede, porque Él es amor.
Ahora, en el profeta JEREMÍAS dice Dios:
Es mi hijo querido Efraim (de nuevo pongan su nombre), es el niño de mis delicias. Siempre que lo reprendo, me acuerdo de ello y se me conmueven las entrañas y cedo a la compasión.
En estos oráculos, el amor de Dios, se expresa al mismo tiempo, como AMOR PATERNO y como AMOR MATERNO.
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