El amor, de Dios. (4ª. Parte) T-15 14-12-19
- Eduardo Ibáñez García
- 13 dic 2019
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 13 may 2021
El amor, de Dios
Antes del deber y del mandamiento, siempre está el don, el don de Dios.
Antes de pedirnos algo, Dios nos da algo, nos da su amor.
Antes de empezar algo, es necesario poner el amor de Dios, ante todos.
Él quiere, asegurarnos, su amor.
4. El amor, que el hombre conoce
Padre Raniero Cantalamessa
El hombre, conoce por experiencia, otro tipo de amor, ese del que se dice, que es fuerte como la muerte y cuyas llamaradas, son llamaradas de fuego, ya saben de qué amor se trata. También, a ese tipo de amor, ha recurrido Dios en la Biblia, para darnos una idea, de su apasionado amor por nosotros; porque de esto se trata, son evocadas para este fin en la Biblia.
El encanto, por ejemplo, del amor en el estado naciente del noviazgo:
Recuerda tu cariño de joven, dice Dios en el profeta JEREMÍAS, tu amor de novia.
Y después, la alegría del día de la boda:
Como un joven se casa con una novia, la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo.
Y después, el drama de la ruptura, porque en una historia de amor matrimonial hay un inicio, una plenitud, una crisis, y ¡ojalá! de nuevo una reconciliación. La crisis, el drama de una ruptura, también está expresado en la Biblia. Dice Dios:
Pelea con tu madre, pelea con ella, no es mi mujer y Yo no soy su marido. La mataré de sed, dice Dios en OSEAS.
Y finalmente, el renacimiento lleno de esperanza, del antiguo vínculo:
Por tanto, mira, voy a seducirla, llevándomela al desierto y hablándole al corazón. En un arrebato de ira, te escondí un instante mi rostro, pero con misericordia eterna te quiero.
Este amor matrimonial, es un amor ante todo de elección, no se elige su propio padre o su propia madre, no; pero sí, se elige a su esposa. Es, por tanto, un amor de elección y el amor de Dios por nosotros, es un amor de elección; pues El, es cierto que nos ha elegido.
El amor matrimonial, es también un amor de deseo; por eso, si es verdad que el hombre desea a Dios y es verdad misteriosamente también, lo contrario; es decir, que Dios desea al hombre, Dios nos desea, hermanos, el día que nos demos cuenta de esto, que en el corazón de Dios, hay un profundo deseo para mí, de mí, el mundo será diferente, completamente diferente. Esto significa renacer de nuevo, renacer del Espíritu.
Una señal característica del amor matrimonial, son los celos y también se dice en la Biblia, que nuestro Dios es un Dios celoso. En el hombre, los celos son indicio de debilidad, porque el hombre o la mujer, tienen miedo de que otra persona más fuerte o más bella, pueda arrebatarle el corazón de la persona amada; por lo tanto, en el hombre o en la mujer es un signo de debilidad, de imperfección; en Dios, no. Dios teme, no por Sí, sino por su criatura; no teme por su propia debilidad, sino por la de su criatura. Sabe que, dejándose caer en brazos de los ídolos, la criatura se entrega a la mentira y a la nada. La idolatría en todas sus formas, es el terrible rival de Dios, en toda la Biblia. Los ídolos, son los falsos amantes.
Los celos de Dios, son signos de amor, por lo tanto, de fervor y no de imperfección. Ante este insondable misterio del amor de Dios, hermanos, se entiende el estupor del salmista, cuando se pregunta:
Pero, ¿Qué es el hombre, oh Dios, para que te acuerdes de él y el hijo del hombre, para que te cuides tanto de él?
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