El amor, vence a la muerte. (Homilía dominical)
- Eduardo Ibáñez García
- 3 abr 2021
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 20 jul 2021
Dia del Señor
Tiempo de Pascua de Resurrección – Ciclo B
Octava de Pascua
4 de abril 2021– Domingo de Resurrección
Primera lectura: Hechos de los apóstoles 10, 34. 37-43
San Lucas, nos dice que, Pedro tomó la palabra y dijo: Nosotros, somos testigos, de cuanto él hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron, colgándolo de la cruz, pero Dios lo resucitó al tercer día y concedió verlo, no a todo el pueblo, sino únicamente a los testigos que él, de antemano, había escogido; a nosotros, que hemos comido y bebido con él, después de que resucitó de entre los muertos. (Hechos 10, 39-41)
Salmo: 117, 1-2. 16-17. 22-23
Este es el día, del triunfo del Señor. Aleluya. Te damos gracias, Señor, porque eres bueno, porque tu misericordia es eterna. Diga, la casa de Israel: Su misericordia, es eterna. (Salmo: 21, 8-9)
Segunda lectura: Colosenses 3, 1-4
San Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, a los colosenses les dice: Hermanos: Puesto que ustedes, han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios. Pongan todo el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra, porque han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, vida de ustedes, entonces, también ustedes se manifestarán gloriosos, juntamente con él. (Colosenses 3, 1-4)
Evangelio: San Juan 20, 1-9
El evangelista San Juan, proclama que, el primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra, que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo y les dijo: Se han llevado del sepulcro, al Señor y no sabemos, dónde lo habrán puesto... Simón Pedro, entró en el sepulcro...entró también, el otro discípulo, vio y creyó, porque hasta entonces, no habían entendido las Escrituras, según las cuales, Jesús, debía resucitar de entre los muertos. (Juan 20, 1-2. 6. 8-9)
Lecturas consultadas en:
Id y enseñad,
La Biblia Latinoamérica,
La Biblia de las Américas y
Nuevo Misal del Vaticano II

El Señor ha resucitado
(Juan 20)
…Jesús, debía resucitar de entre los muertos.
(Versículo 9)
El amor vence a la muerte.
La experiencia del discípulo verdadero (Juan 20, 1-9)
Hoy, la Iglesia celebra, el día más grande de la historia, porque, con la resurrección de Jesús, se abre una nueva historia, una nueva esperanza para todos los hombres. Si bien, es verdad, que la muerte de Jesús es el comienzo, porque su muerte, es redentora; la resurrección, muestra lo que el Calvario significa; así, la Pascua cristiana, adelanta nuestro destino. De la misma manera, nuestra muerte también, es el comienzo de algo nuevo, que se revela, en nuestra propia resurrección.
El texto de Juan 20, 1-9, que todos los años se proclama, en este día de la Pascua, nos propone, acompañar a María Magdalena al sepulcro, que es todo un símbolo, de la muerte y de su silencio humano; nos insinúa el asombro y la perplejidad, de que el Señor, no está en el sepulcro; no puede estar allí, quien ha entregado la vida, para siempre. En el sepulcro, no hay vida; y Él, se había presentado como la resurrección y la vida (Juan 11,25). María Magdalena, descubre la resurrección, pero no la puede interpretar todavía. En San Juan, esto es caprichoso, por el simbolismo de ofrecer, una primacía al discípulo amado y a San Pedro. Pero no olvidemos, que ella recibirá, en el mismo texto de San Juan 20, 11-18, una misión extraordinaria, aunque, pasando por un proceso, de ya no ver a Jesús resucitado, como el Jesús que había conocido, sino reconociéndolo de otra manera más íntima y personal. Pero esta mujer, desde luego, es testigo de la resurrección.
La figura simbólica y fascinante del discípulo amado, es verdaderamente clave, en la teología del cuarto evangelio. Este, corre con Pedro, corre incluso más que este, tras recibir la noticia de la resurrección. Es, ante todo, discípulo; y por eso, es conveniente no identificarlo, sin más, con un personaje histórico concreto, como suele hacerse; él espera, hasta que pasa, el desconcierto de Pedro; y, desde la intimidad, que ha conseguido con el Señor, por medio de la fe; nos hace comprender, que la resurrección, es como el infinito; que las vendas que ceñían a Jesús, ya no lo pueden atar a este mundo, a esta historia. Que su presencia entre nosotros, debe ser de otra manera, absolutamente distinta y renovada.
La fe en la resurrección, es verdad, nos propone una calidad de vida, que nada tiene que ver, con la búsqueda que se hace entre nosotros, con propuestas de tipo social y económico. Se trata, de una calidad teológicamente íntima, que nos lleva, más allá de toda miseria y de toda muerte absurda. La muerte, no debería ser absurda, pero si lo es para alguien, entonces se nos propone, desde la fe más profunda, que Dios nos ha destinado a vivir con El. Rechazar, esta dinámica de resurrección, sería como negarse a vivir para siempre. No solamente sería, rechazar el misterio, del Dios que nos dio la vida, sino del Dios, que ha de mejorar su creación, en una vida nueva, para cada uno de nosotros.
Por eso, creer en la resurrección, es creer en el Dios de la vida. Y no solamente eso, es creer también, en nosotros mismos y en la verdadera posibilidad que tenemos, de ser algo en Dios. Porque aquí, no hemos sido todavía nada, mejor micho, casi nada, para lo que nos espera, más allá de este mundo. No es posible engañarse: aquí, nadie puede realizarse plenamente, en ninguna dimensión, de nuestra propia existencia. Más allá, está la vida verdadera; la resurrección de Jesús, es la primicia de que, en la muerte se nace ya para siempre. No es una fantasía, de nostalgias irrealizadas. El deseo ardiente del corazón, de vivir y vivir siempre, tiene en la resurrección de Jesús, la respuesta adecuada, por parte de Dios. La muerte ha sido vencida, está consumada, ha sido transformada en vida, por medio del Dios, que Jesús defendió hasta la muerte.
Adaptación del texto de la homilía de Fray Miguel de Burgos Núñez
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