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El deber, de amar. (Homilía dominical)

  • Eduardo Ibáñez García
  • 8 may 2021
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 20 jul 2021

Dia del Señor


Tiempo de Pascua de Resurrección – Ciclo B

Sexto domingo

9 de mayo 2021

  • Primera lectura: Hechos de los apóstoles 10, 25-26. 34-35. 44-48

San Lucas, nos dice que, estaba hablando Pedro, cuando el Espíritu Santo descendió, sobre todos los que estaban escuchando el mensaje. Entonces Pedro, sacó esta conclusión: ¿Quién, puede negar el agua del bautismo, a los que han recibido el Espíritu Santo, lo mismo que nosotros? Y los mandó bautizar, en el nombre de Jesucristo. (Hechos 10, 44. 47-48)

  • Salmo: 97, 1-4

El Señor, nos ha mostrado su amor y su lealtad. Aleluya. El Señor, ha dado a conocer su victoria y ha revelado a las naciones, su justicia. Una vez más, ha demostrado Dios su amor y su lealtad, hacia Israel. (Salmo: 97, 2-3)

  • Segunda lectura: 1 Juan 4, 7-10

San Juan, apóstol de Jesucristo, nos dice: Queridos hijos: Amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios; y todo el que ama, ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor. El amor, que Dios nos tiene, se ha manifestado, en que envió al mundo a su Hijo unigénito, para que vivamos por él. (1 Juan 4, 7-9)

  • Evangelio: San Juan 15, 9-17

El evangelista San Juan, proclama que, Jesús, dijo a sus discípulos “Este es mi mandamiento: que se amen, los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos, que el que da la vida por ellos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe, lo que hace su amo; a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer, todo lo que le he oído a mi Padre”. (Juan 15, 12-15)


Lecturas consultadas en:


Id y enseñad,

La Biblia Latinoamérica,

La Biblia de las Américas y

Nuevo Misal del Vaticano II

 


Este es, mi mandamiento:

(Juan 15)


“que se amen unos a otros, como yo los he amado”. (Versículo 12)


 

El deber, de amar


Este es el mandamiento mío: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado… Lo que les mando es, que se amen los unos a los otros.


El amor ¿Es, un mandamiento? ¿Se puede, hacer del amor, un mandamiento sin destruirlo? ¿Qué relación puede haber entre amor y deber, dado que, uno representa la espontaneidad y el otro la obligación?


Hay que saber, que existen dos tipos de mandamientos. Existe un mandamiento o una obligación, que viene del exterior, de una voluntad diferente a la mía; y un mandamiento u obligación, que viene de dentro y que nace de la cosa misma. La piedra, que se lanza al aire o la manzana que del árbol, cae al suelo; están obligadas a caer, no pueden hacer otra cosa; no porque alguien se los imponga, sino porque, en ellas, hay una fuerza interior de gravedad, que las atrae hacia el centro de la tierra.


De igual forma, hay dos grandes modos, según los cuales, el hombre puede ser inducido, a hacer o no, determinada cosa; por constricción o por atracción. La ley y los mandamientos ordinarios, le inducen del primer modo, por constricción, con la amenaza del castigo; el amor, le induce del segundo modo, por atracción, por un impulso interior. Cada uno, en efecto, es atraído por lo que ama, sin que sufra constricción alguna, desde el exterior. Enseña a un niño un juguete y le verás lanzarse, para agarrarlo. ¿Qué, le empuja? Nada, es atraído, por el objeto de su deseo. Enseña un Bien, a un alma sedienta de verdad y se lanzará hacia él. ¿Quién, la empuja? Nadie, es atraída por su deseo.


Pero, si es así –esto es, somos atraídos espontáneamente, por el bien y por la verdad, que es Dios– ¿Qué necesidad había, se dirá, de hacer de este amor, un mandamiento y un deber? Es que, rodeados como estamos, de otros bienes, corremos peligro de errar el blanco, de tender a falsos bienes y perder así, el Sumo Bien. Como una nave espacial, dirigida hacia el sol, debe seguir ciertas reglas, para no caer, en la esfera de la gravedad, de algún planeta o satélite intermedio, igual nosotros, al ir en la tendencia hacia Dios. Los mandamientos, empezando por el primero y mayor de todos, que es el de amar a Dios, sirven para esto.


Todo ello, tiene un impacto directo en la vida y también, en el amor humano. Cada vez, son más numerosos los jóvenes, que rechazan la institución del matrimonio y eligen, el llamado amor libre o la simple convivencia. El matrimonio, es una institución; una vez contraído, liga, obliga a ser fieles y a amar al compañero, para toda la vida. Pero ¿Qué necesidad tiene el amor, que es instinto, espontaneidad, impulso vital; de transformarse, en un deber?


El filósofo Kierkegaard, da una respuesta, convincente: Sólo, cuando existe el deber de amar; sólo entonces, el amor está garantizado para siempre, contra cualquier alteración; eternamente liberado, en feliz independencia; asegurado, en eterna bienaventuranza, contra cualquier desesperación.


Quiere decir, que el hombre, que ama verdaderamente, quiere amar para siempre. El amor, necesita tener como horizonte, la eternidad; si no, no es más que una broma, un amable malentendido o un peligroso pasatiempo. Por eso, cuanto más intensamente ama uno, más percibe con angustia, el peligro que corre su amor; peligro, que no viene de otros, sino de él mismo. Bien sabe, que es voluble y que mañana ¡Ay! podría cansarse y no amar más. Y ahora, que ya está en el amor, ve con claridad, la pérdida irreparable, que esto conlleva; he aquí, que se previene, vinculándose a amar, para siempre. El deber, sustrae el amor de la volubilidad y lo ancla, a la eternidad. Quien ama, es feliz, por el deber amar; le parece, el mandamiento más bello y liberador del mundo.


Adaptación del texto de la homilía de P. Raniero Cantalamessa, ofmcap



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