El Espíritu Santo, nos introduce, en el misterio del señorío de Cristo. (Tema) – 4ª. Parte y final
- Eduardo Ibáñez García
- 4 jun 2021
- 3 Min. de lectura
El Espíritu Santo, nos introduce,
en el misterio del señorío de Cristo
Por Raniero Cantalamessa,
Predicador de la Casa Pontificia

4. Del Jesús personaje, al Jesús persona
T-93 5-06-2021
Este redescubrimiento luminoso de Jesús, como Señor es, decía, la novedad y la gracia, que Dios está concediendo, en nuestros tiempos, a su Iglesia. Me he dado cuenta de que, cuando interrogaba a la tradición, sobre todos los demás temas y palabras de la Escritura, los testimonios de los Padres, se agolpaban en la mente; cuando he probado, a interrogarla sobre este punto, permanecía casi muda. Ya en el siglo III, el título de Señor, no es comprendido, ya en su significado kerigmático; fuera del ámbito religioso judío, no era tan significativo, para expresar suficientemente, la unicidad de

Cristo. Orígenes, considera Señor (Kyrios), el título propio, de quien está todavía, en la fase del temor; le corresponde, según él, el título de siervo, mientras que a Maestro, le corresponde el de discípulo y amigo.
Se sigue, ciertamente, hablando de Jesús Señor, pero se ha convertido, en un nombre de Cristo, como los demás, incluso, muy a menudo, en uno de los del nombre completo de Cristo: Nuestro Señor, Jesucristo. Pero, una cosa es decir:

Nuestro Señor, Jesucristo y otra decir: ¡Jesucristo, es nuestro Señor! Un índice de este cambio, es el modo en que fue traducido, en la Vulgata, el texto de Filipenses 2, 11: at omnis lengua confiteatur quia Dominus noster Iesus Christus in gloria est Dei Patris, toda lengua, proclame que el Señor, nuestro Jesucristo; está, en la gloria de Dios Padre. Pero, una cosa es decir, nuestro Señor Jesucristo, está en la gloria de Dios Padre y otra decir: Jesucristo, es nuestro Señor, para gloria de Dios Padre. De este modo, que es el de las traducciones, hoy en curso, no se pronuncia sólo un nombre, sino que, se hace una profesión de fe.
¿Dónde está, en todo esto, el salto cualitativo, que el Espíritu Santo, nos hace hacer, en el conocimiento de Cristo? Está en el hecho, de que la proclamación de Jesús Señor, es la puerta que consiente, el conocimiento de Cristo ¡Resucitado y vivo! Ya no, un Cristo personaje, sino persona; ya no, un conjunto de tesis, de dogmas (y de correspondientes herejías), ya no, sólo objeto de culto y de memoria, aunque sea la litúrgica y eucarística, sino, persona viviente y siempre presente en espíritu.
Este conocimiento espiritual y existencial, de Jesús como Señor, no lleva a descuidar, el conocimiento objetivo, dogmático y eclesial de Cristo, sino que lo revitaliza. Gracias al Espíritu Santo, dice San Ireneo, la verdad revelada, como un depósito valioso, contenido en un vaso de valor, rejuvenece siempre y hace rejuvenecer también, al vaso que la contiene. A uno de estos dogmas, el que constituye la segunda parte, de nuestro artículo del Credo: engendrado, no creado, de la misma sustancia del Padre, dedicaremos, si Dios quiere, nuestra próxima meditación.
No sabría indicar, una resolución práctica mejor, a tomar, al término de estas reflexiones, que la que se lee, al comienzo de la Exhortación Apostólica, del papa Francisco, Evangelii gaudium:
Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación, en que se encuentre, a renovar ahora mismo, su encuentro personal con Jesucristo; o al menos, a tomar la decisión, de dejarse encontrar por Él, de intentarlo, cada día sin descanso. No hay razón, para que alguien piense, que esta invitación, no es para él.
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