Esforcémonos, en retener, a nuestro huésped. Martes, 5 de octubre 2021 (Reflexión)
- Eduardo Ibáñez García
- 4 oct 2021
- 3 Min. de lectura
Tiempo ordinario II – Ciclo B
Vigesimoséptima semana
Martes, 5 de octubre 2021
Oración:
Dios omnipotente y misericordioso, a cuya gracia se debe, el que tus fieles puedan servirte digna y laudablemente; concédenos, caminar sin tropiezos, hacia los bienes, que nos tienes prometidos. Por nuestro Señor Jesucristo... Amén.
Primera lectura: Jonás 3, 1-10
Jonás, caminó por la ciudad, durante un día, pregonando: Dentro de cuarenta días, Nínive, será destruida. Los ninivitas creyeron en Dios, ordenaron un ayuno y se vistieron de sayal, grandes y pequeños. Y vio Dios sus obras, su conversión de la mala vida; se compadeció y se arrepintió Dios, de la catástrofe, con que había amenazado a Nínive y no la ejecutó (Jonás 3, 4-5. 10).
Salmo: 129, 1-4. 6-8
Perdónanos, Señor y viviremos. Si conservaras, el recuerdo de las culpas ¿Quién habría, Señor, que se salvara? Pero, de ti procede el perdón; por eso, con amor te veneramos (Salmo: 129, 3-4).
Evangelio: San Lucas 10, 38-42
El evangelista San Lucas, proclama que, entró Jesús, en un poblado: y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Ella, tenía una hermana, llamada María, la cual se sentó, a los pies de Jesús y se puso, a escuchar su palabra. Marta, entre tanto, se afanaba en diversos quehaceres, hasta que, acercándose a Jesús, le dijo: Señor ¿No te has dado cuenta, de que mi hermana, me ha dejado sola con todo el quehacer? Dile, que me ayude. El Señor le respondió: “Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así, que una sola es necesaria. María, escogió la mejor parte y nadie se la quitará” (Lucas 10, 38-42).
Lecturas consultadas en:
Id y enseñad,
La Biblia de las Américas y
Nuevo Misal del Vaticano II

Esforcémonos, en retener, a nuestro huésped
Digámosle, con los dos discípulos de Emaús: Quédate con nosotros, Señor (Lucas 24, 29). Y entonces, estemos seguros; de que, no se alejará de nosotros, a menos que nosotros mismos, le alejemos por nuestra ingratitud.
Dirijámonos a Él, con una oración ferviente; entretengámonos con Él, en entusiastas meditaciones. Digamos, con el profeta: Escucharé, las palabras que el Señor, me dice, en lo más íntimo de mi corazón (Salmo 84, 9). Ya que, si le prestamos toda nuestra atención, no dejará de pronunciar en nuestro interior, bajo forma de inspiraciones, tal o cual palabra, destinada a aportarnos, un gran consuelo espiritual y de provecho, para nuestra alma.
Seamos, pues, a la vez Marta y María. Con Marta, procuremos, que toda nuestra actividad exterior, sea en beneficio de Él; consiste, en hacerle buen recibimiento, a Él primero y también, por amor a Él, a todos los que le acompañan; es decir, a los pobres, de los que Él mismo, tiene a cada uno, no sólo por su discípulo, sino por sí mismo: Lo que hacen, al más pequeño de mis hermanos, a mí mismo me lo hacen… (Mateo 25, 40).
Esforcémonos, en retener, a nuestro huésped. Digámosle, con los dos discípulos de Emaús: Quédate con nosotros, Señor (Lucas 24, 29). Y entonces, estemos seguros, de que, no se alejará de nosotros, a menos que nosotros mismos, le alejemos por nuestra ingratitud.
Adaptación del texto de
Santo Tomás Moro (1478-1535)
Hombre del estado inglés, mártir
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