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Homilía del día domingo, 15 de septiembre – 2019

  • Eduardo Ibáñez García
  • 13 sept 2019
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 6 may 2021


Día del Señor

Tiempo Ordinario – Ciclo C

Vigésimo cuarto domingo

15 de septiembre – 2019

  • Primera lectura: Exodo 32, 7-11. 13-14

El Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado. (Exodo 32, 14)

  • Salmo: 50, 3-4. 12-13. 17. 19

Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado. Me pondré en camino, adonde esta mi padre. (Salmo: 50, 3-4)

  • Segunda lectura: 1 Timoteo 1, 12-17

San Pablo le dice a Timoteo: Querido hermano: Puedes fiarte y aceptar sin reserva, lo que te digo: que Cristo Jesús, vino al mundo para salvar a los pecadores; y yo, soy el primero. (1 Timoteo 1, 10. 15-16)

  • Evangelio: San Lucas 15, 1-32

El evangelista proclama que, Jesús le dijo a su pueblo: Les digo, que así también habrá más alegría en el cielo, por un solo pecador que se convierta; que por noventa y nueve justos, que no necesitan convertirse”. (Lucas 15, 7)

Lecturas consultadas en:


Id y enseñad,

La Biblia Latinoamérica,

La Biblia de las Américas y

Nuevo Misal del Vaticano II

 

El padre corrió a su encuentro


Una misión, más actual que nunca: hacer volver los corazones, de los padres a los hijos y los corazones de los hijos, hacia los padres.

 

En la liturgia de este domingo, se lee íntegramente, el capítulo decimoquinto del Evangelio de San Lucas, que contiene las tres parábolas llamadas, de la misericordia: la oveja perdida, la dracma perdida y el hijo pródigo. Un padre tenía dos hijos... Basta con oír estas palabras, para que quien tenga, una mínima familiaridad con el Evangelio, exclame enseguida: ¡la parábola del hijo pródigo! En otras ocasiones, he subrayado el significado espiritual de parábola; esta vez, desearía subrayar en ella, un aspecto poco desarrollado, pero extremadamente actual y cercano a la vida. En su fondo, la parábola no es sino la historia, de una reconciliación entre padre e hijo; y todos sabemos, qué vital es una reconciliación así, para la felicidad tanto de padres, como de hijos.


Quién sabe por qué la literatura, el arte, el espectáculo y la publicidad; se aprovechan, de una sola relación humana: la de trasfondo erótico, entre el hombre y la mujer, entre esposo y esposa. Publicidad y espectáculo, no hacen más que cocinar este plato de mil maneras. Dejamos en cambio, sin explorar otra relación humana, igualmente universal y vital, otra de las grandes fuentes de alegría de la vida: la relación padre-hijo, el gozo de la paternidad. En literatura, la única obra que trata de verdad este tema, es la Carta al padre, de F. Kafka (la famosa novela Padres e hijos de Turgenev, no trata en realidad, de la relación entre padres e hijos, sino entre generaciones distintas).


Si en cambio, se ahonda con serenidad y objetividad, en el corazón del hombre, se descubre que, en la mayoría de los casos, una relación conseguida, intensa y serena con los hijos es, para un hombre adulto y maduro, no menos importante y satisfactoria, que la relación hombre-mujer. Sabemos, cuán importante es esta relación también para el hijo o la hija y el tremendo vacío que deja su ruptura.


Igual que el cáncer, ataca habitualmente, los órganos más delicados del hombre y de la mujer, la potencia destructora del pecado y del mal, ataca los núcleos vitales de la existencia humana. No hay nada que se someta al abuso, a la explotación y a la violencia, como la relación hombre-mujer; y no hay nada, que esté tan expuesto a la deformación, como la relación padre-hijo: autoritarismo, paternalismo, rebelión, rechazo, incomunicación.


No hay que generalizar, pues existen casos, de relaciones bellísimas entre padre e hijo y yo mismo, he conocido varias de ellas. Pero sabemos que hay también y más numerosos, casos negativos de relaciones difíciles, entre padres e hijos. En el profeta Isaías, se lee esta exclamación de Dios: Hijos crié y saqué adelante; y ellos, se rebelaron contra mí (Isaias 1, 2). Creo, que muchos padres hoy en día saben, por experiencia, qué quieren decir estas palabras.


El sufrimiento es recíproco, no es como en la parábola, donde la culpa es única y exclusivamente del hijo... Hay padres, cuyo sufrimiento más profundo en la vida, es ser rechazados o hasta despreciados por los hijos. Y hay hijos cuyo sufrimiento más profundo e inconfesado es sentirse incomprendidos, no estimados o incluso rechazados por el padre.


He insistido, en el aspecto humano y existencial, de la parábola del hijo pródigo. Pero no se trata sólo de esto, o sea, de mejorar la calidad de vida en este mundo. Entra en el esfuerzo, de una nueva evangelización, la iniciativa de una gran reconciliación entre padres e hijos; y la necesidad, de una sanación profunda de su relación. Se sabe, lo mucho que la relación con el padre terreno, puede influir positiva o negativamente, en la propia relación con el Padre celestial y por lo tanto, la misma vida cristiana. Cuando nació el precursor Juan Bautista, el ángel dijo, que una de sus tareas sería, la de hacer volver, los corazones de los padres a los hijos y los corazones de los hijos, hacia los padres (San Lucas 1, 17), una misión más actual que nunca.


Adaptación del texto de la

Homilía del P. Raniero Cantalamessa, ofmcap

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