Homilía del día domingo, 20 de octubre – 2019
- Eduardo Ibáñez García
- 19 oct 2019
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 6 may 2021
Día del Señor
Tiempo Ordinario – Ciclo C
Vigésimo noveno domingo
20 de octubre – 2019
Primera lectura: Exodo 17, 8-13
Cuando los amalecitas atacaron Israel, Moisés dijo a Josué: Escoge unos cuantos hombres y ataca a Amalec. Mañana yo estaré en pie en la cima del monte, con el bastón maravilloso de Dios en la mano. Josué, hizo lo que le había dicho Moisés y fue a combatir contra los amalecitas. Entretanto, Moisés, Aarón y Jur habían subido a la cima del monte. Y mientras Moisés tenía los brazos levantados, vencía Israel; pero cuando los dejaba caer, prevalecía Amalec. (Exodo 17, 8-11)
Salmo: 120, 1-8
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra. El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra. (Salmo: 120, 1-2)
Segunda lectura: II Timoteo 3, 14-17. 4, 1-2
San Pablo le dice a Timoteo: Permanece en lo que has aprendido y se te ha confiado; pues toda Escritura, inspirada por Dios, es también útil para enseñar, para reprender, para corregir, para educar en la virtud; así el hombre de Dios, estará perfectamente equipado para toda obra buena. (II Timoteo 3, 14. 16-17)
Evangelio: San Lucas 18, 1-8
El evangelista San Lucas, proclama que, Jesús enseñó con una parábola, que era necesario orar siempre, sin desanimarse: "En una ciudad había un juez que no temía a Dios... Y el Señor dijo: "Si así pensaba el juez injusto ¿Creen ustedes acaso, que Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche; y que, los hará esperar? Yo les digo, que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre ¿Creen ustedes, que encontrará fe sobre la tierra?" (Lucas 17, 15-19)
Lecturas consultadas en:
Id y enseñad,
La Biblia Latinoamérica,
La Biblia de las Américas y
Nuevo Misal del Vaticano II
Participar, en la reunión dominical
El cristiano no puede vivir sin la Eucaristía dominical ¿No sabes, que el cristiano existe para la Eucaristía y la Eucaristía para el cristiano?
El evangelio dominical de hoy, empieza así: En aquel tiempo, Jesús, les decía una parábola a sus discípulos, para inculcarles que era preciso, orar siempre sin desfallecer. La parábola, es la de la viuda inoportuna. A la pregunta: ¿Cuántas veces hay que orar? Jesús responde: ¡Siempre!
La oración, como el amor, no soporta el cálculo de las veces, hay que preguntarse tal vez, ¿Cuántas veces al día, una mamá ama a su niño o un amigo a su amigo? Se puede amar con grandes diferencias de conciencia, pero no a intervalos más o menos regulares; así es también, la oración.
Este ideal de oración continua, se ha llevado a cabo en diversas formas, tanto en Oriente como en Occidente. La espiritualidad oriental, la ha practicado con la llamada oración de Jesús: Señor Jesucristo, ¡ten piedad de mí! Occidente, ha formulado el principio de una oración continua, pero de forma más dúctil, tanto como para poderse proponer a todos, no sólo a aquellos, que hacen profesión explícita de vida monástica. San Agustín, dice que la esencia de la oración es el deseo. Si continuo es el deseo de Dios, continua es también la oración, mientras que, si falta el deseo interior, se puede gritar cuanto se quiera; para Dios estamos mudos. Este deseo secreto de Dios, hecho de recuerdo, de necesidad de infinito, de nostalgia de Dios, puede permanecer vivo, incluso, mientras se está obligado a realizar otras cosas: Orar largamente, no equivale a estar mucho tiempo de rodillas o con las manos juntas o diciendo muchas palabras. Consiste más bien, en suscitar un continuo y devoto impulso del corazón, hacia Aquél a quien invocamos.
Jesús, nos ha dado El mismo, el ejemplo de la oración incesante. De El, se dice en los evangelios, que oraba de día, al caer de la tarde, por la mañana temprano y que pasaba a veces, toda la noche en oración. La oración era el hilo conectivo de toda su vida.
Pero el ejemplo de Cristo, nos dice también, otra cosa importante. Es ilusorio pensar, que se puede orar siempre, hacer de la oración, una especie de respiración constante del alma, incluso en medio de las actividades cotidianas, si no reservamos también, tiempos fijos en los que se espera a la oración, libres de cualquier otra preocupación. Aquel Jesús, a quien vemos orar siempre, es el mismo que, como todo judío de su tiempo, tres veces al día –al salir el sol, en la tarde durante los sacrificios del templo y en la puesta de sol- se detenía, se orientaba hacia el templo de Jerusalén y recitaba las oraciones rituales, entre ellas el Shema Israel, Escucha Israel. El sábado participa también El, con los discípulos, en el culto de la sinagoga y varios episodios evangélicos suceden. precisamente en este contexto.
La Iglesia igualmente ha fijado, se puede decir que, desde el primer momento de vida, un día especial para dedicar al culto y a la oración, el domingo. Todos sabemos, en qué se ha convertido lamentablemente, el domingo en nuestra sociedad; el deporte, en particular el fútbol, de ser un factor de entretenimiento y distensión, se ha transformado en algo que con frecuencia envenena el domingo... Debemos hacer lo posible, para que este día vuelva a ser, como estaba en la intención de Dios, al mandar el descanso festivo, una jornada de serena alegría, que consolida nuestra comunión con Dios y entre nosotros, en la familia y en la sociedad.
Es un estímulo para nosotros, cristianos modernos, recordar las palabras que los mártires Saturnino y sus compañeros, dirigieron en el año 305; al juez romano que les había mandado arrestar, por haber participado en la reunión dominical: El cristiano no puede vivir sin la Eucaristía dominical ¿No sabes, que el cristiano existe para la Eucaristía y la Eucaristía para el cristiano?
Adaptación del texto de la
Homilía del P. Raniero Cantalamessa, ofmcap
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