Homilía del día domingo, 22 de septiembre – 2019
- Eduardo Ibáñez García
- 21 sept 2019
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 6 may 2021
Día del Señor
Tiempo Ordinario – Ciclo C
Vigésimo quinto domingo
22 de septiembre – 2019
Primera lectura: Amós 8, 4-7
...disminuiremos la medida, aumentaremos el precio, falsearemos las balanzas para defraudar; compraremos a los débiles con dinero y al indigente por un par de sandalias, y venderemos hasta los desechos del trigo. (Amós 8, 5-6)
Salmo: 112, 1-2. 4-8
Levanta del polvo al desvalido. alza de la basura al pobre, para sentarlo con los príncipes, los príncipes de su pueblo. Alaben al Señor, que ensalza al hombre. (Salmo: 112, 7-8)
Segunda lectura: I Timoteo 2, 1-8
San Pablo le dice a Timoteo, Querido hermano: Ante todo, te recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres... para que podamos disfrutar de paz y de tranquilidad, y llevar una vida piadosa y digna. (I Timoteo 2, 1-2)
Evangelio: San Lucas 16, 1-13
El evangelista proclama que, Jesús les dijo a sus discípulos: “Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero". (Lucas 16, 7)
Lecturas consultadas en:
Id y enseñad,
La Biblia Latinoamérica,
La Biblia de las Américas y
Nuevo Misal del Vaticano II
Hagan amigos con el dinero...
...como aquel administrador, pero haciéndose amigos, de quienes un día, cuando los encuentren en necesidad, puedan acogerlos. Estos amigos poderosos, se sabe, son los pobres, puesto que Cristo considera, dado a El en persona, lo que se da al pobre. Decía San Agustín, a este respecto: Los pobres son, si lo deseamos, nuestros correos y porteadores, que nos permiten transferir desde ahora, nuestros bienes, a la morada que se está construyendo para nosotros, en el más allá.
El Evangelio de este domingo, nos presenta una parábola, en cierto modo bastante actual, la del administrador infiel. El personaje central es, el administrador de un propietario de tierras, figura muy popular, también en nuestros campos, cuando regían sistemas usufructuarios.
Como las mejores parábolas, ésta es como un drama en miniatura, lleno de movimiento y de cambios de escena.
La primera, tiene como actores al administrador y a su señor; y concluye, con un despido tajante: Ya no puedes ser administrador y este ni siquiera, esboza una autodefensa. Tiene la conciencia sucia y sabe perfectamente, que es cierto, de lo que se ha enterado el patrón. La segunda escena, es un soliloquio del administrador, que se acaba de quedar solo, pero no se da por vencido; piensa enseguida, en soluciones para garantizarse un futuro. La tercera escena –el administrador y los campesinos- junto con ellos se revela el fraude, que ha ideado con ese fin: ¿Tú cuánto debes? Le respondió: Cien cargas de trigo. Le dijo: Toma tu recibo y escribe ochenta. Un caso clásico de corrupción y de falsa contabilidad, que nos hace pensar, en frecuentes episodios parecidos en nuestra sociedad, si bien a escala mucho mayor.
La conclusión, es desconcertante: El señor, alabó al administrador injusto, porque había obrado astutamente ¿Es que Jesús aprueba o alienta la corrupción? Es necesario recordar la naturaleza, del todo especial de la enseñanza en parábolas.
La parábola, no hay que trasladarla en bloque y con todos sus detalles, en el plano de la enseñanza moral, sino sólo en aquel aspecto, que el narrador quiere valorar. Y está claro cuál es la idea, que Jesús ha querido inculcar con esta parábola. El señor alaba al administrador, por su sagacidad, no por otra cosa. No se afirma, que se vuelva atrás en su decisión, de despedir a este hombre. Es más, visto su rigor inicial y la prontitud, con la que descubrió la nueva estafa, podemos imaginar fácilmente, la continuación no relatada de la historia. Tras haber alabado al administrador por su astucia, el señor debe haberle ordenado, que devolviera inmediatamente, el fruto de sus transacciones deshonestas o pagarlas con la cárcel, si no podía saldar la deuda. Esto, o sea, la astucia, es también lo que alaba Jesús, fuera de parábolas. Añade, de hecho, casi como comentario a las palabras de ese señor: Los hijos de este mundo, son más astutos con los de su generación, que los hijos de la luz.
Aquel hombre, frente a una situación de emergencia, cuando estaba en juego su porvenir, dio prueba de dos cosas: de extrema decisión y de gran astucia. Actuó pronta e inteligentemente (si bien no honestamente), para ponerse a salvo. Esto –viene a decir Jesús a sus discípulos- es lo que deben hacer también ustedes, para poner a salvo, no el futuro terreno, que dura algunos años, sino el futuro eterno. Decía un filósofo antiguo: La vida, a nadie se le da en propiedad, sino a todos en administración (Séneca). Todos somos los administradores, por ello, debemos hacer como el hombre de la parábola; pues él no dejó las cosas para mañana, no se durmió; ya que estaba en juego, algo más importante, como para confiarlo al azar.
El Evangelio, a menudo, hace diversas aplicaciones prácticas, de esta enseñanza de Cristo; en la que se insiste en algo, que más tiene que ver, con el uso de la riqueza y del dinero: Yo les digo: hagan amigos con el dinero injusto, para que cuando llegue a faltar, los reciban en las eternas moradas. Es como decir: hagan como aquel administrador, pero haciéndose amigos, de quienes un día, cuando los encuentren en necesidad, puedan acogerlos. Estos amigos poderosos, se sabe, son los pobres, puesto que Cristo considera, dado a El en persona, lo que se da al pobre. Decía San Agustín, a este respecto: Los pobres son, si lo deseamos, nuestros correos y porteadores, que nos permiten transferir desde ahora, nuestros bienes, a la morada que se está construyendo para nosotros, en el más allá.
Adaptación del texto de la
Homilía del P. Raniero Cantalamessa, ofmcap
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