Homilía del día domingo, 29 de septiembre – 2019
- Eduardo Ibáñez García
- 28 sept 2019
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 6 may 2021
Día del Señor
Tiempo Ordinario – Ciclo C
Vigésimo sexto domingo
29 de septiembre – 2019
Primera lectura: Amós 6, 1. 4-7
El profeta Amos, proclama que, el Señor dice: "Improvisan al son del arpa y como David, inventan instrumentos musicales; beben el vino en grandes copas y se ungen con los mejores aceites, pero no se afligen por la ruina de José. Por eso, ahora irán al cautiverio, al frente de los deportados y se terminará la orgía de los libertinos". (Amós 6, 5-7)
Salmo: 145, 7-10
El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos, el Señor guarda a los peregrinos. Alaba, alma mía, al Señor. (Salmo: 145, 8)
Segunda lectura: I Timoteo 6, 11-16
San Pablo le dice a Timoteo, Querido hermano: En presencia de Dios, que da la vida al universo; y de Cristo Jesús, que dio testimonio ante Poncio Pilato, con tan noble profesión; te insisto, en que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche, hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. (I Timoteo 6, 13-14)
Evangelio: San Lucas 16, 19-31
El evangelista proclama que, Jesús les dijo a los fariseos: “Había un hombre rico... A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro... El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado. En la morada de los muertos, ...vio de lejos a Abraham y a Lázaro junto a él. Entonces exclamó, Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, ... Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo; y tú, el tormento". (Lucas 16, 19-20. 22-25)
Lecturas consultadas en:
Id y enseñad,
La Biblia Latinoamérica,
La Biblia de las Américas y
Nuevo Misal del Vaticano II
Un hombre rico, vestía de púrpura y lino
La cosa más odiosa, en la historia relatada por Jesús, es la ostentación del rico, que éste haga alarde de su riqueza, sin miramiento hacia el pobre. Su lujo, se manifestaba sobre todo en dos ámbitos, la comida y la ropa: el rico celebraba opíparos banquetes y vestía de púrpura y lino, que eran, en aquel tiempo, telas de rey.
El contraste no existe, sólo entre quien revienta de comida y quien muere de hambre; sino también, entre quien cambia de ropa a diario y quien no tiene, un harapo que ponerse.
El tema principal que hay que sacar a la luz, a propósito de la parábola del rico epulón -hombre que come y se regala mucho-, que se lee en el Evangelio de hoy; es actualidad, esto es, cómo la misma situación se repite entre nosotros, tanto a nivel mundial como a nivel local.
A nivel mundial, los dos personajes son los dos hemisferios: el rico epulón representa el hemisferio norte (Europa occidental, América, Japón); el pobre Lázaro, con pocas excepciones, el hemisferio sur.
Dos personajes, dos mundos: el primer mundo y el tercer mundo. Dos mundos de desigual tamaño: el que llamamos tercer mundo representa de hecho dos tercios del mundo. Se está afirmando la costumbre, de llamarlo precisamente así: no tercer mundo, sino dos tercios del mundo.
El mismo contraste entre el rico epulón y el pobre Lázaro, se repite dentro de cada una de las dos agrupaciones. Hay ricos epulones, que viven codo a codo con pobres Lázaros, en los países del tercer mundo (aquí, de hecho, su lujo solitario, resulta todavía más estridente, en medio de la miseria general de las masas), y hay pobres Lázaros, que viven codo a codo con ricos epulones, en los países del primer mundo. En todas las sociedades llamadas del bienestar, algunas personas del espectáculo, del deporte, del sector financiero, de la industria, del comercio, cuentan sus ingresos y sus contratos de trabajo, sólo en miles de millones (hoy en millones de euros); y todo esto, ante la mirada de millones de personas, que no saben cómo llegar con su escuálido sueldo o subsidio de desempleo, a pagar el alquiler, las medicinas, los estudios de sus hijos.
La cosa más odiosa, en la historia relatada por Jesús, es la ostentación del rico, que éste haga alarde de su riqueza, sin miramiento hacia el pobre. Su lujo, se manifestaba sobre todo en dos ámbitos, la comida y la ropa: el rico celebraba opíparos banquetes y vestía de púrpura y lino, que eran, en aquel tiempo, telas de rey.
El contraste no existe, sólo entre quien revienta de comida y quien muere de hambre; sino también, entre quien cambia de ropa a diario y quien no tiene, un harapo que ponerse. Un exceso, en un desfile de modas, se presentó una vez, un vestido hecho de láminas de oro; costaba mil millones de las antiguas liras. Tenemos que decirlo sin reticencias: el éxito mundial de la moda italiana y el negocio que determina, nos han afectado; pues, ya no prestamos atención a nada. Todo lo que se hace en este sector, también los excesos más evidentes, gozan de una especie de trato especial. Los desfiles de moda, que en ciertos períodos llenan los telediarios vespertinos, a costa de noticias mucho más importantes, son como representaciones escénicas, de la parábola del rico epulón.
Pero hasta aquí no hay, en el fondo, nada de nuevo. La novedad y el aspecto único de la denuncia evangélica, depende del todo, desde el punto de vista de observación del suceso. Todo, en la parábola del rico epulón, se contempla retrospectivamente, desde el epílogo de la historia: Un día el pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán. Murió también el rico y fue sepultado. Si se quisiera llevar la historia a la pantalla, bien se podría partir (como se hace frecuentemente en las películas) de este final de ultratumba y mostrar toda la historia en forma retrospectiva.
Se han hecho, muchas denuncias similares de la riqueza y del lujo, a lo largo de los siglos; pero hoy, todas suenan retóricas o superficiales, pietistas (movimiento religioso protestante) o anacrónicas. Esta denuncia, después de dos mil años, conserva intacta su carga negativa. El motivo es, que quien la pronuncia, no es un hombre que esté de parte de ricos o pobres, sino uno que está por encima de las partes y se preocupa, tanto de los ricos como de los pobres, incluso, tal vez más de los primeros que de los segundos (¡a estos, les sabe menos expuestos al peligro!).
La parábola del rico epulón, no se sugiere por el hastío hacia los ricos o por el deseo de ocupar su lugar, como tantas denuncias humanas, sino por una preocupación sincera de su salvación. Dios, quiere salvar a los ricos de su riqueza.
Adaptación del texto de la
Homilía del P. Raniero Cantalamessa, ofmcap
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