Homilía del día domingo, 3 de noviembre – 2019
- Eduardo Ibáñez García
- 2 nov 2019
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 6 may 2021
Día del Señor
Tiempo Ordinario – Ciclo C
Trigésimo primer domingo
3 de noviembre – 2019
Primera lectura: Sabiduría 11, 22-26. 12, 1-2
Te compadeces de todos y aunque puedes destruirlo todo, aparentas no ver los pecados de los hombres, para darles ocasión de arrepentirse. Porque tú amas todo cuanto existe y no aborreces nada de lo que has hecho; pues si hubieras aborrecido alguna cosa, no la habrías creado. (Sabiduría 11, 23-24)
Salmo: 144, 1-2. 8-11. 13-14
Dios y rey mío, yo te alabaré, bendeciré tu nombre siempre y para siempre. Un día tras otro bendeciré tu nombre y no cesará mi boca de alabarte. Bendeciré al Señor eternamente. (Salmo: 144, 1-2)
Segunda lectura: II Tesalonicenses 1, 11-12. 2, 1-2
San Pablo, les dice a los de Tesalónica: Hermanos: Oramos siempre por ustedes, para que Dios los haga dignos de la vocación, a la que los ha llamado y con su poder lleve a efecto, tanto los buenos propósitos que ustedes han formado, como los que ya han emprendido por la fe. Así glorificarán a nuestro Señor Jesús y él los glorificará a ustedes, en la medida en que actúe en ustedes, la gracia de nuestro Dios y de Jesucristo, el Señor. (II Tesalonicenses 1, 11-12)
Evangelio: San Lucas 19, 1-10
El evangelista San Lucas, proclama que, Zaqueo, poniéndose de pie, dijo a Jesús: Mira, Señor, voy a dar a los pobres, la mitad de mis bienes y si he defraudado a alguien, le restituiré cuatro veces más. Jesús le dijo: "Hoy, ha llegado la salvación a esta casa, porque también él es hijo de Abraham; y el Hijo del hombre, ha venido a buscar y a salvar, lo que se había perdido". (Lucas 19, 8-10)
Lecturas consultadas en:
Id y enseñad,
La Biblia Latinoamérica,
La Biblia de las Américas y
Nuevo Misal del Vaticano II
Sólo la fe...
...puede adherir a las vías misteriosas de la Omnipotencia de Dios.
La primera lectura de hoy, nos ofrece la ocasión de continuar con el tema, comenzado el domingo pasado. En la parábola del domingo pasado, del fariseo y el publicano, vimos cómo, en última instancia, en la oración de cada uno, se manifestaba una determinada concepción de Dios; aunque dedicamos, nuestra atención sobre todo a la enseñanza, que nos brinda el catecismo.
Hablamos acerca de Dios, refiriéndonos a lo que Dios es en sí mismo, independientemente de lo que no es Él; es decir, nos concentramos en lo que se llaman los atributos entitativos de Dios y señalamos que Dios es el Ser, lo cual conlleva decir que es Amor y es Verdad.
La lectura de hoy, nos permite ver otro aspecto de Dios: sus atributos operativos, los que se manifiestan en el obrar de Dios, sintetizados en la idea de la Omnipotencia divina: Sé que eres Todopoderoso; lo que piensas lo puedes realizar.
Omnipotencia y Creación
Las Sagradas Escrituras confiesan con frecuencia, el poder universal de Dios. Es llamado el poderoso de Jacob, el Señor de los ejércitos... Si Dios es Todopoderoso en el cielo y en la tierra, es porque fueron hechos por Él. De allí, que la idea de la Omnipotencia de Dios, es asociada inmediatamente a la Creación: En el principio, Dios creó el cielo y la tierra. Con estas palabras solemnes, comienza la Sagrada Escritura. El Símbolo de la fe, el Credo, las recoge confesando a Dios Padre Todopoderoso, como el Creador del cielo y de la tierra, así como de todo lo visible y lo invisible.
En consecuencia, nada le es imposible y dispone de su obra según su voluntad: es el Señor del universo: cuyo orden ha establecido, que le permanece enteramente sometido y disponible; es el Señor de la historia: que gobierna los corazones y los acontecimientos según su voluntad; el actuar con inmenso poder, siempre está en tu mano ¿Quién podrá resistir, la fuerza de tu brazo? (Sabiduría 11,21).
Dice el Catecismo: Realizada la Creación, Dios no abandona a su criatura para vivir por ella misma. No sólo le da el ser y el existir, sino que la mantiene a cada instante en el ser, le da el obrar y la lleva a su término. Reconocer esta dependencia completa con respecto al Creador es fuente de sabiduría y de libertad, de gozo y de confianza.
Es lo que hemos escuchado, en la primera lectura: amas a todos los seres y nada de lo que hiciste aborreces, pues, si algo odiases, no lo hubieras creado. Y ¿Cómo podría subsistir una cosa, que Él no hubieses querido? ¿Cómo se conservaría, si no la hubieses llamado? Más tú todo lo perdonas, porque todo es tuyo, Señor que amas la vida.
Omnipotencia y Misericordia
La misma acción providente de Dios, es reconocida al rezar el Credo, ya que decimos: Creo en Dios Padre Todopoderoso. Acerca de esto, comenta el Catecismo: Su paternidad y su poder se esclarecen mutuamente. Muestra en efecto, su omnipotencia paternal por la manera como cuida de nuestras necesidades; por la adopción filial que nos da Yo seré para vosotros padre, y vosotros seréis para mí hijos e hijas, dice el Señor todopoderoso (II Corintios 6, 18); finalmente, por su misericordia infinita, pues muestra su poder en el más alto grado, perdonando libremente los pecados. Esta última afirmación, particularmente osada, también la hemos escuchado en la primera lectura: Te compadeces de todos porque lo puedes todo. Y el catecismo la subraya: Dios manifiesta su omnipotencia convirtiéndonos de nuestros pecados y restableciéndonos en su amistad por la gracia.
Es así, que en la parábola leída el domingo pasado, el publicano con su actitud, está haciendo un tremendo acto de fe en la omnipotencia de Dios. Y en el Evangelio de este domingo, sucede lo mismo con Zaqueo. De hecho, la actitud tomada por éste respecto de sus bienes, manifiesta la tremenda potencia de la gracia divina y por eso Jesús, puede decir, jugando con su propio nombre: hoy la Salvación de Dios, ha llegado a esta casa (Jesús significa Dios salva o Salvación de Dios). Por ello, no vacilemos en acudir a la misericordia de Dios, a través de la confesión: arrojémonos en las manos de Dios y no en manos de los hombres; pues tal cuál es su Grandeza, así su Bondad (Sirácides 2, 18).
En relación con lo que venimos diciendo, hay que advertir un elemento importante. No debemos pensar que, por el hecho de ser omnipotente, Dios actúe de manera despótica, arbitraria y caprichosa. De ninguna manera. La acción omnipotente de Dios, como acción paternal que es, no es algo arbitrario; sino que su omnipotencia, está guiada por su Sabiduría y su Bondad. Dice santo Tomás: En Dios el poder y la esencia, la voluntad y la inteligencia, la sabiduría y la justicia son una sola cosa, de suerte que nada puede haber en el poder divino que no pueda estar en la justa voluntad de Dios o en su sabia inteligencia. Por ejemplo, los mandamientos son así por puro antojo de Dios; podría haber sido bueno, si Dios hubiese querido, que en vez de no matar, se hubiese mandado matar. Y por ello se pregunta el catecismo: De no ser por nuestra fe, en que el amor de Dios es todopoderoso, ¿Cómo creer que el Padre, nos ha podido crear, el Hijo rescatar, el Espíritu Santo santificar?
Omnipotencia y Mal: necesidad de la fe
Hay, sin embargo, un elemento que pone a prueba esta fe y es la experiencia del mal y del sufrimiento. A veces, Dios puede parecer ausente e incapaz de impedir el mal. Es aquí, donde se nos exige de manera especial, la obediencia de la fe. Dice el catecismo: “Dios Padre, ha revelado su omnipotencia, de la manera más misteriosa, en el anonadamiento voluntario y en la Resurrección de su Hijo, por los cuales ha vencido el mal. Así, Cristo crucificado es poder de Dios y sabiduría de Dios. Porque la necedad divina es más sabia, que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de los hombres (I Corintios). En la Resurrección y en la exaltación de Cristo, es donde el Padre desplegó el vigor de su fuerza y manifestó la soberana grandeza de su poder, para con nosotros, los creyentes (Efesios).
Es por lo tanto, la fe, algo completamente necesario, para aceptar la omnipotencia divina y aceptándola, todo lo demás se hace más sencillo: Nada es, pues, más propio para afianzar nuestra Fe y nuestra Esperanza, que la convicción profundamente arraigada en nuestras almas, de que nada es imposible para Dios. Porque todo lo que (el Creador) propondrá, luego a nuestra fe, las cosas más grandes, las más incomprensibles, así como las más elevadas, por encima de las leyes ordinarias de la naturaleza, en la medida en que nuestra razón, tenga la idea de la omnipotencia divina, las admitirá fácilmente y sin vacilación alguna. Así fue que Abraham, llegó a ofrecer a su propio hijo en sacrificio de holocausto, pues creyó que poderoso es Dios, para resucitar de entre los muertos (Hebreos 11, 19).
Conclusión
“De todos los atributos divinos, sólo la omnipotencia de Dios es nombrada en el Símbolo: confesarla tiene un gran alcance para nuestra vida. Creemos que esa omnipotencia:
Es universal, porque Dios, que ha creado todo, rige todo y lo puede todo;
Es amorosa, porque Dios es nuestro Padre;
Es misteriosa, porque sólo la fe puede descubrirla, cuando se manifiesta en la debilidad (II Corintios 12, 9).
En Zaqueo, todo esto se ha verificado.
Sólo la fe, puede adherir a las vías misteriosas de la Omnipotencia de Dios. Esta fe se gloría de sus debilidades, con el fin de atraer sobre sí el poder de Cristo. De esta fe, la Virgen María, es el modelo supremo: ella creyó que nada es imposible para Dios y pudo proclamar las grandezas del Señor: el Poderoso, ha hecho obras grandes por mí; su Nombre es Santo.
Adaptación del texto de la
Homilía del Padre Ervens Darío Mengelle
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