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Homilía del día domingo, 6 de octubre – 2019

  • Eduardo Ibáñez García
  • 5 oct 2019
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 6 may 2021

Día del Señor


Tiempo Ordinario – Ciclo C

Vigésimo séptimo domingo

6 de octubre – 2019

  • Primera lectura: Habacuc 1, 2-3. 2, 2-4

El profeta Habacuc proclama que, así dice el Señor: "El que no tiene el alma recta, sucumbirá, pero el justo vivirá por su fidelidad". (Habacuc 2, 4)

  • Salmo: 94, 1-2. 6-9

Ojalá escuchen hoy su voz: "No endurezcan el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras." Ojalá escuchen hoy, la voz del Señor: "No endurezcan su corazón". (Salmo: 94, 8-9)

  • Segunda lectura: II Timoteo 1, 6-8. 13-14

San Pablo le dice a Timoteo, Querido hermano: No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor y de mí, su prisionero. Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios. (II Timoteo 1, 8)

  • Evangelio: San Lucas 17, 5-10

El evangelista proclama que, los apóstoles le pidieron al Señor: Auméntanos la fe. El Señor contestó: "Si tuvieran fe, como un granito de mostaza, le dirían a esa morera: Arráncate de raíz y plántate en el mar. Y les obedecería". (Lucas 17, 5-6)


Lecturas consultadas en:


Id y enseñad,

La Biblia Latinoamérica,

La Biblia de las Américas y

Nuevo Misal del Vaticano II

 

Aumenta nuestra fe


Cuando un rayo de sol entra en una habitación, lo que se ve no es la luz misma, sino la danza del polvo que recibe y revela la luz. Así es Dios: no le vemos directamente, sino como en un reflejo, en la danza de las cosas. Esto explica por qué a Dios, no se le alcanza más que, dando el salto de la fe.

 

El Evangelio de hoy, se abre con la petición de los apóstoles a Jesús: ¡Auméntanos la fe! En lugar de satisfacer su deseo, Jesús, parece querer agudizarlo. Dice: Si tuvierais fe, como un grano de mostaza... La fe es, sin duda, el tema dominante de este domingo.


En la primera lectura, se oye la célebre afirmación de Habacuc, retomada por San Pablo, en la Carta a los Romanos: El justo vivirá por su fe. También la aclamación al Evangelio, está en sintonía con este tema: Lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe (1 Juan 5,4).


La fe, tiene distintos matices de significado. Esta vez desearía reflexionar, sobre la fe en su acepción más común y elemental: creer o no en Dios. No la fe, según la cual se decide si uno es católico o protestante, cristiano o musulmán; sino la fe, según la cual se decide, si uno es creyente o no creyente, creyente o ateo. Un texto de la Escritura, dice: El que se acerca a Dios, ha de creer que existe y que recompensa a los que le buscan (Hebreos 11,6). Este es el primer escalón de la fe, sin el cual no hay otros.


Para hablar de la fe, a un nivel tan universal, no podemos basarnos sólo en la Biblia, porque ésta tendría valor, sólo para nosotros los cristianos; y, en parte, para los judíos, no para los demás. Por fortuna, Dios ha escrito dos libros: uno es la Biblia, el otro la creación. Uno está formado por letras y palabras, el otro por seres vivos y cosas. No todos conocen o pueden leer, el libro de la Escritura; pero todos, desde cualquier latitud y cultura, pueden leer el libro que es la creación. De noche tal vez mejor, incluso, que de día. Los cielos cuentan la gloria de Dios, la obra de sus manos anuncia el firmamento... Por toda la tierra se extiende su eco, y hasta el confín del mundo su mensaje (Salmo 19). San Pablo, afirma: Lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia, a través de sus obras (Romanos 1, 20).


Urge disipar, el difundido equívoco según el cual la ciencia, ya ha liquidado el problema y ha explicado exhaustivamente el mundo, sin necesidad de recurrir a la idea, de un ser fuera de él, llamado Dios. En cierto sentido, actualmente la ciencia, nos acerca más a la fe en un creador, que en el pasado. Tomemos la famosa teoría, que explica el origen del universo con el Big Bang o la gran explosión inicial. En una millonésima de millonésima de segundo, se pasa de una situación, en la que no existe aún nada, ni espacio ni tiempo, a una situación en la que comenzó el tiempo, existe el espacio; y, en una partícula infinitesimal de materia, existe ya, en potencia, todo el sucesivo universo de miles de millones de galaxias, como lo conocemos hoy.


Hay quien dice: No tiene sentido plantearse la cuestión, de qué había antes de aquel instante, porque no existe un antes, cuando aún no existe el tiempo. Pero yo digo: ¡Cómo no plantearse esa interrogante! Que es remontarse a la historia del cosmos -afirmando también- que es como hojear las páginas de un inmenso libro, partiendo del final. Que cuando se llega al principio, se percibe que, es como si faltara la primera página. Creo que precisamente, sobre esta primera página que falta, la revelación bíblica tiene algo que decir. No se puede pedir a la ciencia, que se pronuncie sobre este antes, que está fuera del tiempo; pero esa página, no debería tampoco cerrar el círculo, dando a entender que todo está resuelto.


No se pretende demostrar, la existencia de Dios, en el sentido que damos comúnmente a estas palabras. Aquí abajo, vemos como en un espejo y en un enigma, dice San Pablo. Cuando un rayo de sol entra en una habitación, lo que se ve no es la luz misma, sino la danza del polvo que recibe y revela la luz. Así es Dios: no le vemos directamente, sino como en un reflejo, en la danza de las cosas. Esto explica por qué a Dios, no se le alcanza más que, dando el salto de la fe.


Adaptación del texto de la

Homilía del P. Raniero Cantalamessa, ofmcap

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