Homilía del día domingo, 8 de septiembre – 2019
- Eduardo Ibáñez García
- 7 sept 2019
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 6 may 2021
Día del Señor
Tiempo Ordinario – Ciclo C
Vigésimo tercer domingo
8 de septiembre – 2019
Primera lectura: Sabiduría 9, 13-18
¿Qué hombre, puede conocer los designios de Dios o hacerse una idea, de lo que quiere el Señor? (Sabiduría 9, 13)
Salmo: 89, 3-6. 12-17
Baje a nosotros, la bondad del Señor y haga prósperas, las obras de nuestras manos. Señor, tú has sido nuestro refugio, de generación en generación. (Salmo: 89, 17)
Segunda lectura: Filemón 1, 9-10. 12-17
San Pablo le dice a Filemón: Querido hermano: …te recomiendo a Onésimo, …para que lo recobres ahora para siempre; y no como esclavo, sino mucho mejor: como hermano querido. (Filemón 1, 10. 15-16)
Evangelio: San Lucas 14, 25-33
El evangelista proclama que, Jesús le dijo a su pueblo: “El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo… cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo”. (Lucas 14, 25. 27. 33)
Lecturas consultadas en:
Id y enseñad,
La Biblia Latinoamérica,
La Biblia de las Américas y
Nuevo Misal del Vaticano II
Las exigencias radicales que nos propone Jesús...
...hoy no es tanto el comienzo del camino, sino la meta a la que debemos aspirar, aquello a lo que debemos tender, si queremos seguir a Jesús. Tal vez no lleguemos nunca, a vivir con esa radicalidad las exigencias de Jesús, pero no debemos renunciar a ello, por más que nos encontremos a años luz de esa utopía.
Para ser considerado cristiano, en realidad la Iglesia, habitualmente, exige muy poco. Se bautiza a los niños recién nacidos y apenas se exige nada a sus padres; entre todo lo de más, la asistencia a unas charlas preparatorias del acto del bautismo y un vago compromiso, de educar en cristiano, al niño según la ley de Dios y los mandamientos de la Iglesia.
Sin embargo, esto no era así al principio; para ser discípulo, Jesús ponía unas duras condiciones, que llevaban a quien quería serlo, a pensárselo seriamente. Pocos seríamos cristianos, si para ello, tuviéramos que cumplir las tres condiciones que, llegado el caso, Jesús exige a sus discípulos. Y decimos llegado el caso, porque estas tres formulaciones del Evangelio de hoy, que vamos a comentar son formulaciones extremas; representan la meta utópica, que no debemos perder de vista; y que debemos estar dispuestos, a alcanzar en el seguimiento de Jesús.
Por la primera -si uno quiere venirse conmigo y no me prefiere a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a sí mismo, no puede ser discípulo mío-, en donde el discípulo, debe estar dispuesto a subordinarlo todo, a la adhesión al maestro. Si en el propósito de instaurar, el reinado de Dios, Evangelio y familia entran en conflicto, de modo que ésta impide la implantación de aquél; pero la adhesión a Jesús, tiene la preferencia. Jesús y su plan, de crear una sociedad alternativa, al sistema mundano, están por encima de los lazos de familia.
Por la segunda -quien no carga con su cruz y se viene detrás de mí, no puede ser discípulo mío-, no se trata de hacer sacrificios o mortificarse, como se decía antes, sino de aceptar y asumir, que la adhesión a Jesús conlleva, frecuentemente, la persecución por parte de la sociedad; persecución que hay que aceptar y sobrellevar conscientemente, como consecuencia del seguimiento. Por eso es necesario no precipitarse, no sea que prometamos hacer más, de lo que podemos cumplir.
El ejemplo de la construcción de la torre, que exige hacer una buena planificación, para calcular los materiales de que disponemos: o del rey, que planea la batalla precipitadamente, sin sentarse a estudiar sus posibilidades frente al enemigo, es suficientemente ilustrativo.
La tercera condición -todo aquel de ustedes, que no renuncia a todo lo que tiene, no puede ser discípulo mío-, nos parece excesiva; y por si fuera poco, dar la preferencia absoluta al plan de Jesús y estar dispuesto a sufrir persecución por ello, Jesús exige algo, que parece esta por encima de nuestras fuerzas: renunciar a todo lo que se tiene. Se trata, sin duda, de una formulación extrema, paradigmática, que hay que entender.
El discípulo, debe estar dispuesto, incluso, a renunciar a todo lo que tiene, si esto es obstáculo, para poner fin a una sociedad injusta, en la que unos, acaparan en sus manos los bienes de la tierra, que otros necesitan para sobrevivir. El que poco posee, tiene siempre la preferencia. Lo propio, deja de ser de uno, cuando alguien lo necesita para vivir.
Sólo desde el desprendimiento, se puede hablar de justicia; sólo desde la pobreza, se puede luchar contra ella; sólo desde ahí, se puede construir la nueva sociedad, el Reino de Dios, erradicando la injusticia de la tierra.
Para quienes, quitamos con frecuencia aguijón al Evangelio, nos gustaría que las palabras y actitudes de Jesús, fuesen menos radicales, leer este texto resulta duro, pues el Maestro nazareno, es tremendamente exigente.
No en vano, el libro de la Sabiduría, formula hoy a modo de interrogante, la dificultad que tiene conocer el designio de Dios y comprender lo que Dios quiere. Será necesario para ello, recibir de Dios sabiduría y Espíritu Santo desde el cielo, para adecuar nuestra vida a la voluntad de Dios, manifestada por Jesús. Necesitamos ir contra corriente y tener la capacidad de renuncia total, que pide el Evangelio; y a la que debemos estar dispuestos, llegado el caso.
Pero esto, que en el Evangelio, se nos propone como exigencias radicales de Jesús, hoy no es tanto el comienzo del camino, sino la meta a la que debemos aspirar, aquello a lo que debemos tender, si queremos seguir a Jesús. Tal vez no lleguemos nunca, a vivir con esa radicalidad, las exigencias de Jesús, pero no debemos renunciar a ello, por más que nos encontremos a años luz de esa utopía.
Si se hiciera realidad en la humanidad, esta condición básica, que Jesús pide para su seguimiento, se resolvería también, el problema de la crisis ecológica; que en definitiva es el producto del maltrato, la explotación, la depredación a lo que el sistema económico y de producción mundializado, somete a la naturaleza, igual que a muchedumbres pobres asalariadas.
El bien que persigue el Reino de Dios (ubi bonum, ibi Regnum), no es sólo para el mundo humano, sino para todo el mundo, para el planeta y toda la comunidad vida, que en él ha surgido...
En su Carta a Filemón, San Pablo, nos brinda una consecuencia concreta, del seguimiento y las necesarias renuncias a los propios bienes. Por haber abrazado, la propuesta del Evangelio, Onésimo, ha dejado de ser un esclavo, para ser un hermano de Filemón.
Mediando la caridad y la buena voluntad de Filemón, quizá también se convierta en colaborador del apóstol, que se encuentra encarcelado. Este ejemplo, ilustra también, lo que indica el libro de la Sabiduría, de acuerdo al dicho popular que reza: Dios escribe derecho, en renglones torcidos.
No es tarde para sentarnos a reflexionar, sobre las cosas más importantes de nuestra vida… Sea para confirmar las opciones realizadas, sea para reconocer con humildad, que nos hemos equivocado.
Si meditamos las palabras del evangelio… ¿Qué diría nuestro corazón?
Adaptación del texto de la
Servicio Bíblico Latinoamericano
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