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Redescubrir, el propio bautismo. Domingo, 10 de enero 2021 - (Homilía)

  • Eduardo Ibáñez García
  • 9 ene 2021
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 30 ene 2021

Día del Señor


Tiempo Ordinario I – Ciclo B

Primer domingo - Fiesta del Bautismo del Señor

10 de enero – 2021

  • Primera lectura: Isaías 42, 1-4. 6-7

El profeta Isaías, proclama que el Señor, dice: Miren a mi siervo a quien sostengo, a mi elegido, en quien tengo mis complacencias. En él he puesto mi espíritu, para que haga brillar la justicia sobre las naciones. (Isaías 42, 1)

  • Salmo: 28, 1-4. 10

Te alabamos, Señor. Hijos de Dios, glorifiquen al Señor, denle la gloria que merece. Postrados en su templo santo, alabemos al Señor. (Salmo 28, 1-2)

  • Segunda Lectura: Hechos de los apóstoles 10, 34-38

San Pedro, apóstol de Jesucristo, se dirigió a Cornelio y a los que estaban en su casa, con estas palabras: Ya saben ustedes, lo sucedido en toda Judea, que tuvo principio en Galilea, después del bautismo predicado por Juan; cómo Dios, ungió con el poder del Espíritu Santo a Jesús de Nazaret y cómo éste, pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él (Hechos 10, 37-38)

  • Evangelio: San Marcos 1, 7-11

El evangelista San Marcos, proclama que, vino Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Al salir Jesús del agua, vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en figura de paloma, descendía sobre él. Se oyó entonces una voz del cielo que decía: “Tu eres, mi Hijo amado; yo tengo en ti, mis complacencias”. (Marcos 1, 9-11)


Lecturas consultadas en:


Id y enseñad,

La Biblia Latinoamérica,

La Biblia de las Américas y

Nuevo Misal del Vaticano II

 

Comienzo de la Buena Nueva de Jesucristo

(Hijo de Dios)

(Marcos 1)


“…Tu eres, mi Hijo amado; yo tengo en ti, mis complacencias”.(Versículo 11)

 

Redescubrir, el propio bautismo

¿Es que tal vez Jesús, necesitaba también él, ser bautizado como nosotros? Ciertamente, no. Él quiso, con aquel gesto, mostrar que, se había hecho uno de nosotros en todo. Sobre todo, quería poner término al bautismo de agua e inaugurar el de Espíritu. En el Jordán, no fue el agua la que santificó a Jesús, sino Él fue quien santificó el agua. No sólo el agua del Jordán, sino la de todos, los baptisterios del mundo.

La fiesta del Bautismo de Jesús, es la ocasión anual, para reflexionar sobre nuestro bautismo. Una pregunta que frecuentemente, que la gente se plantea acerca del bautismo, es: ¿Por qué bautizar, a los niños de pequeños? ¿Por qué no esperar, a que sean mayores y decidan por sí mismos, libremente? Es una cuestión seria, pero puede ocultar un engaño. Al procrear un hijo y darle la vida, ¿Es que los padres, le piden antes permiso? Convencidos, de que la vida es un don inmenso, suponen justamente, que el niño un día, les estará agradecido por ello. No se pide permiso a una persona, cuando se trata de darle un don; y el bautismo, es esencialmente esto: el don de la vida, dado al hombre, por los méritos de Cristo.

Todo eso, es cierto; todo esto supone, que los padres sean ellos mismos creyentes y tengan la intención, de ayudar al niño, a desarrollar el don de la fe. La Iglesia, les reconoce una competencia decisiva en este campo y no quiere que un niño, sea bautizado contra la voluntad de ellos.

Nadie, por lo demás, dice hoy que, por el sencillo hecho de no estar bautizado, uno será condenado e irá al infierno. Los niños fallecidos sin bautismo, así como las personas que han vivido, sin culpa suya, fuera de la Iglesia, pueden salvarse (estas últimas, se entiende, si viven según los dictados de su propia conciencia). Olvidemos la idea del limbo, como el lugar sin alegría y sin tristeza, en el que acabarían los niños no bautizados. La suerte de los niños no bautizados, no es diferente a la de los Santos Inocentes, que hemos celebrado justo después de Navidad. El motivo de ello es, que Dios es amor y quiere, que todos se salven, ¡y Cristo murió también por ellos!

Distinto es, en cambio, el caso de quien descuida recibir el bautismo, sólo por pereza o indiferencia, aun advirtiendo quizá, en el fondo de su conciencia, su importancia y necesidad. En este caso, conserva toda su seriedad la palabra de Jesús: sólo quien crea y sea bautizado, se salvará (Marcos 16, 16). Cada vez, hay más personas en nuestra sociedad que, por diversos motivos, no han sido bautizadas en la niñez. Existe el riesgo de que crezcan y nadie decida ya nada, ni en un sentido, ni en otro. Los padres no se ocupan más de ello, porque piensan, que no es su tarea; los hijos, porque tienen otras cosas en qué pensar; y también, porque no han entrado aún, en la mentalidad común, que una persona deba tomar, ella misma, la iniciativa de bautizarse.

Para salir al encuentro de esta situación, la Iglesia, da mucha importancia actualmente, a la llamada iniciación cristiana de los adultos. Ésta ofrece al joven o al adulto sin bautizar, la ocasión de formarse, prepararse y decidir con toda libertad. Es necesario superar la idea, de que el bautismo, es algo sólo para niños. El bautismo, expresa su significado pleno, precisamente cuando es querido y decidido personalmente, como una adhesión libre y consciente a Cristo y a su Iglesia; si bien, no hay que desconocer en absoluto, la validez y el don, que representa estar bautizados desde niños, por los motivos que he explicado más arriba. Personalmente, estoy agradecido a mis padres, por haberme hecho bautizar en los primeros días de vida. ¡No es lo mismo vivir la infancia y la juventud, con la gracia santificante, que sin ella!

Adaptación del texto de la homilía del P. Raniero Cantalamessa, ofmcap

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