Homilía del día domingo, 11 de octubre - 2020
- Eduardo Ibáñez García
- 10 oct 2020
- 4 Min. de lectura
Día del Señor
Tiempo Ordinario – Ciclo A
Vigesimoctavo domingo
11 de octubre – 2020
Primera lectura: Isaías 25, 6-10
El profeta Isaías, proclama que, el Señor ha dicho: que preparará sobre este monte, un festín con platillos suculentos, para todos los pueblos; un banquete con vinos exquisitos y manjares sustanciosos. El arrancará en este monte, el velo que cubre el rostro de todos los pueblos, el paño que oscurece a todas las naciones. Destruirá la muerte, para siempre; el Señor Dios, enjugará las lágrimas de todos los rostros y borrará de toda la tierra, la afrenta de su pueblo. (Isaías 25, 6-8)
Salmo: 22, 1-6
Habitaré en la casa del Señor, toda la vida. Por ser, un Dios fiel a sus promesas, me guía por el sendero recto; así, aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado, me dan seguridad. (Salmo 22, 3-4)
Segunda Lectura: Filipenses 4, 12-14. 19-20
San Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, a los filipenses les dice: Hermanos, yo sé lo que es vivir en pobreza y también lo que es tener de sobra. Estoy acostumbrado a todo, lo mismo a comer bien, que a pasar hambre; lo mismo a la abundancia, que a la escasez. Todo lo puedo, unido a aquel que me da fuerza. Sin embargo, han hecho ustedes bien en socorrerme, cuando me vi en dificultades. (Filipenses 4, 12-14)
Evangelio: San Mateo 22, 1-14
El evangelista San Mateo, proclama que, volvió Jesús, a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo: “El Reino de los cielos es semejante a un rey, que preparó un banquete de bodas para su hijo. Mandó a sus criados que llamaran a los invitados, pero éstos no quisieron ir... Luego les dijo a sus criados: La boda, está preparada; pero los que habían sido invitados, no fueron dignos. Salgan, pues, a los cruces de los caminos y conviden al banquete de bodas, a todos los que encuentren". (Mateo 22, 1-3. 8-9)
Lecturas consultadas en:
Id y enseñad,
La Biblia Latinoamérica,
La Biblia de las Américas y
Nuevo Misal del Vaticano II

Un rey, celebraba las bodas de su hijo
(Mateo 22)
"Salgan, pues, a los cruces de los caminos y conviden al banquete de bodas, a todos los que encuentren". (Versículo 9)
Lo importante y lo urgente
Es instructivo observar, cuáles son los motivos, por los que los invitados de la parábola, se negaron a venir al banquete. San Mateo, dice que ellos no hicieron caso de la invitación y se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio. El Evangelio de San Lucas, en este punto, es más detallado y presenta así los motivos del rechazo: He comprado un campo y tengo que ir a verlo... He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas... Me he casado y por eso no puedo ir (Lucas 14, 18-20).
¿Qué tienen en común, estos diversos personajes? Todos, los tres tienen algo urgente que hacer, algo que no puede esperar, que reclama inmediatamente su presencia. ¿Y qué representa en cambio, el banquete nupcial? Este indica los bienes mesiánicos, la participación en la salvación, conseguida por Cristo; y por tanto, la posibilidad de vivir eternamente. El banquete representa, por tanto, lo más importante en la vida, es más, lo único importante. Está claro entonces, en qué consiste, el error cometido por los invitados; consiste, en abandonar lo importante por lo urgente, ¡lo esencial por lo contingente! Ahora bien, éste es un riesgo tan difundido e insidioso, no sólo en el plano religioso, sino también en el puramente humano, que vale la pena reflexionar un poco sobre él.
Ante todo, precisamente, en el plano religioso. Abandonar lo importante por lo urgente, en el plano espiritual, significa retrasar continuamente, el cumplimiento de los deberes religiosos, porque cada vez se presenta algo urgente que hacer. Es domingo y es hora de ir a misa, pero está pendiente esta visita, ese trabajillo en el jardín, la comida que preparar. La Misa puede esperar, la comida no; por tanto, se retrasa la misa y se arrima uno a los fuegos.
He dicho, que el peligro de abandonar lo importante por lo urgente, está presente también en el ámbito humano, en la vida de todos los días; y quisiera, señalar también a esto. Para un hombre, es ciertamente, importantísimo dedicar tiempo a la familia, a estar con los hijos, dialogar con ellos si son grandes y jugar con ellos si son pequeños. Pero en el último momento, se presentan siempre, cosas urgentes que terminar en la oficina, horas extraordinarias que hacer; y se deja para otra vez, acabando por llegar a casa demasiado tarde y demasiado cansados para pensar en otra cosa.
Para un hombre o una mujer, es importantísimo, ir de vez en cuando, a visitar al anciano padre, que vive solo en casa o en algún asilo. Para cualquiera, es algo importantísimo visitar a un conocido enfermo, para mostrarle su apoyo y hacer algún servicio práctico por él. Pero no es urgente, si lo dejas para más adelante, aparentemente no se hunde el mundo, quizás nadie se dé cuenta. Y así se deja para más adelante.
Lo mismo pasa, con el cuidado de la propia salud, que también está entre las cosas importantes. El médico o simplemente el físico, advierte que hay que cuidarse, tomar un periodo de descanso, evitar el estrés... Se contesta: sí, lo haré, por supuesto, apenas termine ese trabajo, cuando haya arreglado la casa, cuando haya pagado todas las deudas... Hasta que uno se da cuenta, que es demasiado tarde. Ahí está el engaño: se pasa uno la vida, persiguiendo mil pequeñas cosas que arreglar y nunca se encuentra tiempo, para las cosas que verdaderamente inciden, en las relaciones humanas y pueden dar verdadera alegría (y, abandonadas, la verdadera tristeza) en la vida. Así vemos como el Evangelio, indirectamente, es también escuela de vida; nos enseña a establecer prioridades, atender a lo esencial. En una palabra, a no perder lo importante por lo urgente, como sucedió a los invitados de nuestra parábola.
Adaptación del texto de la Homilía del
P. Raniero Cantalamessa, ofmcap
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