Homilía del día domingo, 12 de julio - 2020
- Eduardo Ibáñez García
- 11 jul 2020
- 4 Min. de lectura
Día del Señor
Tiempo Ordinario – Ciclo A
Decimoquinto domingo
12 de julio – 2020
Primera lectura: Isaías 55, 10-11
El profeta Isaías, proclama que, esto dice el Señor: “Como bajan del cielo la lluvia y la nieve; y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, a fin de que dé semilla para sembrar y pan para comer; así será la palabra que sale de mi boca: no volverá a mí sin resultado, sino que hará mi voluntad y cumplirá su misión”. (Isaías 55, 10-11)
Salmo: 64, 10-14
Señor, tú cuidas de la tierra, la riegas y la colmas de riqueza. Las nubes del Señor van por los campos, rebosantes de agua, como acequias. Señor, danos siempre de tu agua. (Salmo: 64, 10-11)
Segunda lectura: Romanos 8, 18-23
San Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, a los romanos les dice: Hermanos: Considero, que los sufrimientos de esta vida, no se pueden comparar, con la gloria que un día se manifestará en nosotros; porque toda la creación espera, con seguridad e impaciencia, la revelación de esa gloria de los hijos de Dios. (Romanos 8, 18-19)
Evangelio: San Mateo 13, 1-23
El evangelista San Mateo, proclama que, Jesús, a los judíos, les habló de muchas cosas en parábolas y les dijo: "Una vez salió un sembrador a sembrar... Se le acercaron sus discípulos y le preguntaron: “¿Por qué, les hablas en parábolas?” Él, les respondió: “A ustedes, se les ha concedido conocer, los misterios del Reino de los cielos, pero a ellos no”. (Mateo 13, 3. 10-11)
Lecturas consultadas en:
Id y enseñad,
La Biblia Latinoamérica,
La Biblia de las Américas y
Nuevo Misal del Vaticano II
La comparación del sembrador

(Mateo 13)
"El sembrador, ha salido a sembrar; al ir sembrando, unos granos cayeron... El que tenga oídos, que entienda." (vv 3. 9)
La Creación en espera

En la segunda lectura, del Apóstol Pablo, leemos: La creación... fue sometida a la caducidad –no espontáneamente, sino por aquel que la sometió-, en la esperanza de ser liberada de la esclavitud de la corrupción, para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios... La creación entera gime, hasta el presente y sufre dolores de parto.
(Romanos 8, 19-22).
Este texto famoso, nos habla de una solidaridad, en el bien y en el mal, entre el hombre y la creación. Juntos gimen, juntos esperan; el gemido del hombre, es fruto de la corrupción de su libertad; el de la creación, es participación en el destino del hombre. Estamos ante el texto de la Escritura más cercano, a lo que hoy se entiende por ecología y protección de la creación; y es este, el tema al que queremos dedicar nuestra reflexión, para intentar, sacar a la luz el fundamento bíblico.
Hay dos formas de hablar de ecología y de respeto de la creación: una a partir del hombre y otra a partir de Dios. La primera, tiene en el centro al hombre. En este caso, no hay tanta preocupación de las cosas por sí mismas, como en función del hombre: por el daño irreparable, que el agotamiento o la contaminación del aire, del agua y la desaparición de ciertas especies animales, ocasionarían a la vida humana en el planeta. Es un ecologismo, que se puede resumir en el lema: Salvemos la naturaleza y la naturaleza nos salvará a nosotros.
Este ecologismo es bueno, pero muy precario. Los intereses humanos varían, de hecho, de nación en nación, de un hemisferio a otro; y es difícil, que se pongan todos de acuerdo. Se ha visto, a propósito del famoso agujero en el ozono. Ahora nos hemos percatado, de que ciertos gases perjudican el ozono y querríamos poner un límite a refrigeradores, aerosoles y cosas por el estilo, en los que tales gases se emplean. Pero en los países en vías de desarrollo, que sólo ahora llegan a dotarse de estas comodidades, nos responden justamente, que es demasiado cómodo, exigir de ellos estas renuncias, cuando nosotros desde hace tiempo, nos hemos puesto a salvo.
Por esto, es necesario encontrar en el ecologismo, un fundamento más sólido. Y este, sólo puede ser de naturaleza religiosa. La fe nos enseña, que debemos respetar la creación, no sólo por intereses egoístas, para no dañarnos a nosotros mismos, sino porque la creación no es nuestra. Es verdad, que al principio, Dios dijo al hombre que dominara la tierra, pero en dependencia de Él, de su voluntad; como administrador, no como amo absoluto. Él ordena labrar y cuidar el jardín (Génesis 2, 15); el hombre es por lo tanto, custodio, no dueño de la tierra. Entre él y las cosas, hay más una relación de solidaridad y de fraternidad, que de dominio. Había comprendido bien todo esto, San Francisco de Asís, que llamaba hermano o hermana, a todas las criaturas: el sol, la luna, las flores, la tierra, el agua.
Estamos en pleno verano, tiempo adecuado para disfrutarlo. Lo que estamos diciendo, nos puede ayudar a pasar los momentos más bellos y más sanos. El mejor modo de volver, a templar el cuerpo y el espíritu, no es pasar los días arrimados unos a otros en las playas y luego la noche apretados en locales y discotecas, continuando así, en otro entorno, la misma vida artificial y caótica, que se lleva el resto del año. Debemos más bien, buscar el contacto con la naturaleza, momentos en que nos sintamos, en sintonía profunda con ella y con las cosas. Es increíble, el poder que tiene el contacto con la naturaleza, para ayudarnos a reencontrarnos a nosotros mismos y nuestro equilibrio interior. El ecologismo espiritual, nos enseña a ir más allá de la pura protección y del respeto de la creación; nos enseña, a unirnos a la creación, en la proclamación de la gloria de Dios.
Adaptación del texto de la Homilía del
P. Raniero Cantalamessa, ofmcap
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