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Homilía del día domingo, 15 de noviembre - 2020

  • Eduardo Ibáñez García
  • 23 dic 2020
  • 5 Min. de lectura

Día del Señor


Tiempo Ordinario – Ciclo A

Trigesimotercer domingo

15 de noviembre – 2020

  • Primera lectura: Proverbios 31, 10-13. 19-20. 30-31

Dichoso el hombre, que encuentra una mujer hacendosa: muy superior a las perlas, es su valor… Adquiere lana y lino y los trabaja, con sus hábiles manos. Sabe manejar la rueca y con sus dedos mueve el huso; abre sus manos al pobre y las tiende al desvalido. (Proverbios 31, 10-13)

  • Salmo: 127, 1-5

Dichoso el que teme, al Señor. Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos: comerá del fruto de su trabajo, será dichoso, le irá bien. (Salmo 127, 1-2)

  • Segunda Lectura: 1 Tesalonicenses 5, 1-6

San Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, a los tesalonicenses les dice: Hermanos, por lo que se refiere al tiempo y a las circunstancias de la venida del Señor, no necesitan que les escribamos nada, puesto que ustedes saben perfectamente, que el día del Señor, llegará como un ladrón en la noche... Pero a ustedes, hermanos, ese día no los tomará por sorpresa, como un ladrón, porque ustedes no viven en tinieblas, sino que son hijos de la luz y del día, no de la noche y las tinieblas. (1 Tesalonicenses 5, 1-2. 4-5)

  • Evangelio: San Mateo 25, 14-30

El evangelista San Mateo, proclama que, Jesús, dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los cielos se parece también, a un hombre que iba a salir de viaje a tierras lejanas; llamó a sus servidores de confianza y les encargó sus bienes. A uno, le dio cinco talentos; a otro, dos; y a un tercero, uno, según la capacidad de cada uno; y luego, se fue…Después de mucho tiempo, regresó aquel hombre y llamó a cuentas a sus servidores. Se acercó, el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: Señor, cinco talentos me dejaste; aquí tienes otros cinco, que con ellos he ganado. Su señor le dijo: Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte, en la alegría de tu señor”. (Mateo 25, 1. 6-7)


Lecturas consultadas en:


Id y enseñad,

La Biblia Latinoamérica,

La Biblia de las Américas y

Nuevo Misal del Vaticano II

Parábola de los talentos

(Mateo 25)

“Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte, en la alegría de tu señor". (Versículo 21).


La parábola de los talentos


El Evangelio de este domingo, es la parábola de los talentos. Por desgracia, en el pasado, el significado de esta parábola, ha sido habitualmente tergiversado o al menos muy reducido. Cuando escuchamos hablar de los talentos, pensamos en seguida, en las dotes naturales de inteligencia, belleza, fuerza y capacidades artísticas. La metáfora se usa, para hablar de actores, cantantes, cómicos... El uso no es del todo equivocado, pero sí secundario. Jesús no pretendía, hablar de la obligación, de desarrollar las dotes naturales de cada uno, sino de hacer fructificar, los dones espirituales recibidos de Él. Al desarrollar las dotes naturales, ya nos empuja la naturaleza, la ambición y la sed de ganancia. A veces, al contrario, es necesario poner freno, a esta tendencia de hacer valer los talentos propios, porque puede convertirse fácilmente, en afán por hacer carrera y por imponerse a los demás.


Los talentos de los que habla Jesús, son la Palabra de Dios, la fe, en una palabra, el Reino que ha anunciado. En este sentido, la parábola de los talentos, conecta con la del sembrador. A la suerte diversa de la semilla, que Él ha echado -que en algunos casos, produce el sesenta por ciento, en otros en cambio se queda entre las espinas o se lo comen los pájaros del cielo-, corresponde aquí, la diferente ganancia realizada con los talentos.


Los talentos son, para nosotros los cristianos de hoy, la fe y los sacramentos que hemos recibido. La palabra, nos obliga a hacer un examen de conciencia: ¿Qué uso, estamos haciendo de estos talentos? ¿Nos parecemos al siervo, que los hace fructificar o al que los entierra? Para muchos, el propio bautismo, es verdaderamente un talento enterrado. Yo lo comparo a un paquete de regalo, que uno ha recibido por Navidad y que ha sido olvidado en un rincón, sin haberlo nunca abierto o tirado.


Los frutos de los talentos naturales, acaban con nosotros o como mucho, pasan a los herederos; los frutos de los talentos espirituales, nos siguen a la vida eterna y un día, nos valdrán la aprobación del Juez divino: Bien, siervo bueno y fiel, has sido fiel en lo poco, te daré autoridad sobre lo mucho: toma parte, en el gozo de tu Señor.


Nuestro deber humano y cristiano, no es solo desarrollar nuestros talentos naturales y espirituales, sino también, de ayudar a los demás a desarrollar los suyos. En el mundo moderno, existe una profesión que se llama, en inglés, talent-scout, descubridor de talentos. Son personas, que saben encontrar talentos ocultos -de pintor, de cantante, de actor, de jugador de fútbol- y les ayudan a cultivar su talento y a encontrar un patrocinador. No lo hacen gratis, naturalmente, ni por amor al arte, sino para tener un porcentaje en sus ganancias, una vez que se han afirmado.


El Evangelio, nos invita a todos, a ser talent-scouts, descubridores de talentos, pero no por amor a la ganancia, sino para ayudar, a quienes no tienen la posibilidad, de afirmarse por sí mismos. La humanidad, debe algunos de sus mejores genios o artistas, al altruismo de una persona amiga, que ha creído en ellos y los ha animado, cuando nadie creía en ellos. Un caso ejemplar que me viene a la mente, es el de Theo Van Gogh, que sostuvo toda la vida, económica y moralmente, a su hermano Vincent, cuando nadie creía en él y no lograba vender ninguno de sus cuadros. Entre ellos, se intercambiaron más de seiscientas cartas, que son un documento de altísima humanidad y espiritualidad. Sin él no tendríamos hoy, esos cuadros que todos amamos y admiramos.


La primera lectura de este domingo, nos invita a detenernos en un talento en particular, que es al mismo tiempo natural y espiritual: el talento de la femineidad, el talento de ser mujer. Contiene de hecho, el conocido elogio de la mujer, que comienza con las palabras: Una mujer completa, ¿Quién la encontrará? Este elogio, tan bello, tiene un defecto, que no depende obviamente de la Biblia, sino de la época en la que fue escrito y de la cultura que refleja. Si uno se fija, descubre que este talento, está enteramente en función del hombre. Su conclusión es: bendito el hombre, que tiene una mujer así. Ella le teje hermosos vestidos, honra a su casa, le permite caminar, con la cabeza alta entre sus amigos. No creo que las mujeres sean hoy, entusiastas de este elogio.


Dejando aparte este límite, quisiera subrayar, la actualidad de este elogio de la mujer. Desde todas partes surge, la exigencia de dar más espacio a la mujer, de valorar el genio femenino. Nosotros no creemos, que el eterno femenino nos salvará. La experiencia cotidiana muestra, que la mujer puede elevarnos a lo alto, pero también puede, precipitarnos hacia abajo. También ella necesita, ser salvada por Cristo. Pero es cierto que, una vez redimida por Él y liberada, en el plano humano, de las antiguas sujeciones, ella puede contribuir, a salvar nuestra sociedad de algunos males inveterados, que la amenazan: violencia, voluntad de poder, aridez espiritual, desprecio por la vida...


Después de tantas épocas, que han tomado el nombre del hombre -la era del homoerectus, homofaber, hasta el homosapiens, de hoy-, hay que augurar, que se abra finalmente, para la humanidad entera, una era de la mujer: una era del corazón, de la ternura, de la compasión. Ha sido el culto a la Virgen, el que ha inspirado, en los siglos pasados, el respeto por la mujer y su idealización, en buena parte de la literatura y del arte. También la mujer de hoy, puede mirarla a ella como modelo, amiga y aliada, a la hora de defender su propia dignidad y el talento de ser mujer.


Adaptación del texto de la Homilía del

P. Raniero Cantalamessa, ofmcap

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