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Homilía del día domingo, 16 de febrero - 2020

  • Eduardo Ibáñez García
  • 15 feb 2020
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 23 mar 2020

Día del Señor


Tiempo Ordinario – Ciclo A

Sexto domingo

16 de febrero – 2020


  • Primera lectura: Eclesiástico 15, 15-21

Si tú lo quieres, puedes guardar los mandamientos; permanecer fiel a ellos es cosa tuya. El Señor a puesto delante de ti fuego y agua; extiende la mano, a lo que quieras. Delante del hombre están la muerte y la vida; le será dado, lo que él escoja. A nadie le a mandado a ser impío y a nadie le ha dado permiso de pecar. (Eclesiástico 15, 15-17. 20)

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  • Salmo: 118, 1-2. 4-5. 17-18. 33-34

Dichoso el hombre de conducta intachable, que cumple la ley del Señor. Dichoso el que es fiel a sus enseñanzas y lo busca de todo corazón. Dichoso el que cumple, la voluntad del Señor. (Salmo 111, 4-5)


  • Segunda lectura: I Corintios 2, 6-10

San Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, a la comunidad cristiana que está en Corinto, les dice: Hermanos: Es cierto, que a los adultos en la fe les predicamos la sabiduría, pero no la sabiduría de este mundo, ni la de aquellos que dominan al mundo, los cuales van a quedar aniquilados. Por el contrario, predicamos una sabiduría divina, misteriosa, que ha permanecido oculta y que fue prevista por Dios desde antes de los siglos, para conducirnos a la gloria. (I Corintios 2, 6-7)


  • Evangelio: San Mateo 5, 17-37

El evangelista San Mateo, proclama que, Jesús dijo a sus discípulos: “Han oído ustedes, que se dijo a los antiguos: No matarás y el que mate será llevado ante el tribunal. Pero yo les digo: Todo el que se enoje con su hermano, será llevado también ante el tribunal; el que insulte a su hermano, será llevado ante el tribunal supremo y el que lo desprecie, será llevado al fuego del lugar de castigo". (Mateo 5, 21-22)


Lecturas consultadas en:


Id y enseñad,

La Biblia Latinoamérica,

La Biblia de las Américas y

Nuevo Misal del Vaticano II


 

El Espíritu nos enseña la sabiduría...

(I Corintios 2)


...una sabiduría divina, misteriosa, que ha permanecido oculta y que fue prevista por Dios desde antes de los siglos, para conducirnos a la gloria... (v. 7)

 

Las lecturas de este domingo, nos dejan ver cómo Dios actúa, en medio de la humanidad, nos permiten comprender su lógica, nos revelan la manera en que Él, salva al ser humano del pecado, entendiendo el pecado, como esa tendencia presente en el interior de la persona, que la lleva a encerrarse en sí misma, en sus propios límites humanos, sin abrirse al amor.


La primera lectura, del libro del Eclesiástico, desarrolla el tema de la libertad que posee el ser humano, para elegir lo bueno o lo malo, la vida o la muerte. Somos libres, y condenados a ser libres de alguna manera, como bien dijo Sartre. No podemos abdicar, de nuestra responsabilidad. Ante nosotros, tenemos las grandes opciones, las grandes causas, esperando que nos decidamos. Muerte y vida están ante nosotros, al alcance de nuestra mano, por la vía de una opción ineludible.


Si en nuestra vida, dominan el mal y la muerte; y con ellos, el sinsentido y la desesperación, hemos sido advertidos: podemos hacer de nuestra vida una cosa u otra, gracias al poder de la libertad que se nos ha dado, la capacidad de elegir la muerte o la vida; y con ello, la capacidad de convertirnos en vida o en muerte. La capacidad, de hacernos a nosotros mismos. Es uno de los misterios, más grandes de nuestra existencia, el misterio de la libertad.


En el fragmento de la carta a los Corintios, que hoy leemos, San Pablo habla, de pasada, de una sabiduría que no es de este mundo, que procede de otro mundo, que está en otro mundo, el mundo de Dios, que es un mundo superior, situado literalmente encima del nuestro. Es el mundo superior, que los filósofos y sabios del mundo cultural helenista, han imaginado (no deja de ser una imagen) para explicar la realidad; y que ha resultado ser, una imagen genial, que parece expresar una explicación natural y obvia del mundo, que será acogida, por casi todas las culturas subsiguientes (hasta la época moderna).


Y es un conocimiento escondido, inalcanzable, que nada tiene que ver, con los saberes de este mundo; y que pertenece sólo a Dios y a quienes Él quiera revelarlo... Es la visión gnóstica, de la gnosis o conocimiento, un conocimiento divino, que pasa a fungir como símbolo del principal bien salvífico: participar de ese conocimiento que salva, es el objetivo de la vida humana, porque ese conocimiento es el que salva a la persona, al hacerle tomar las decisiones adecuadas en su vida, las decisiones que le hacen caminar el camino de Dios.


Hoy continuamos leyendo el Evangelio de San Mateo, en secuencia consecutiva, con los fragmentos proclamados en los domingos anteriores. Es el sermón de la Montaña, que comenzó con las Bienaventuranzas; y que continúa, con la exposición de las exigencias de la Ley de Moisés (Torá).


Todo el Evangelio de san Mateo, tiene una peculiaridad significativa en el campo de lo moral, de la Ley; y es semejante, a la que hacíamos notar respecto a la lectura anterior, la de San Pablo, sobre el conocimiento salvífico o gnosis. La moral vendría a ser también, una especie de conocimiento gnóstico: sería una voluntad, divina, superior, venida de fuera, desde arriba, desde el segundo piso, que tenemos que tratar de escuchar en esa dirección. Es una moral heterónoma, una norma ajena, venida de fuera y de arriba, a la que nos tendríamos que someter. Someterse a esa ley, sería el sentido de la vida humana: ésa ha sido la sabiduría religiosa, predicada permanentemente, en el ámbito de la religión.


La moral, los preceptos, los mandamientos... con su constricción sobre la vida humana; y la consiguiente amenaza de pecado y de condenación, han sido uno de los frentes clásicos de fricción de la religión, con el mundo moderno. San Ignacio de Loyola, como persona todavía del medievo en su cosmovisión, lo refleja ejemplarmente, en su explicación global del sentido de la vida humana, en su meditación central, la del Principio y fundamento: El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor; y mediante esto, salvar su ánima. Por lo cual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas criadas, en todo lo que es concedido, a la libertad de nuestro libre albedrío y no le está prohibido; en tal manera, que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados. (Ejercicios espirituales, 23).


Adaptación del texto de la homilía del

Servicio Bíblico Latinoamericano

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