Homilía del día domingo, 20 de septiembre - 2020
- Eduardo Ibáñez García
- 19 sept 2020
- 5 Min. de lectura
Día del Señor
Tiempo Ordinario – Ciclo A
Vigesimoquinto domingo
20 de septiembre – 2020
Primera lectura: Isaías 55, 6-9
El profeta Isaías, proclama que, esto dice el Señor: "Mis pensamientos, no son los pensamientos de ustedes, sus caminos no son mis caminos. Porque así como aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los de ustedes y mis pensamientos a sus pensamientos". (Isaías 55, 8-9)
Salmo: 144, 2-3. 8-9. 17-18
Bendeciré al Señor, eternamente. Un día tras otro, bendeciré tu nombre y no cesará mi boca, de alabarte. Muy digno de alabanza es el Señor, por ser su grandeza incalculable. (Salmo 144, 2-3)
Segunda Lectura: Filipenses 1, 20-24. 27
San Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, a los filipenses les dice: Hermanos, ya sea por mi vida, ya sea por mi muerte, Cristo será, glorificado en mí. Porque para mí, la vida es Cristo y la muerte, una ganancia. Pero, si el continuar viviendo en este mundo, me permite trabajar todavía con fruto, no sabría yo qué elegir. (Filipenses 1, 20-22)
Evangelio: San Mateo 20, 1-16
El evangelista San Mateo, proclama que, Jesús, dijo a sus discípulos, esta parábola: “El Reino de los cielos es semejante a un propietario que, al amanecer, salió a contratar trabajadores para su viña. Después de quedar con ellos, en pagarles un denario por día, los mandó a su viña. Salió otra vez a media mañana... a mediodía y a media tarde... Por último, salió también al caer la tarde y encontró todavía otros... El les dijo: Vayan también ustedes, a mi viña... el dueño de la viña le dijo a su administrador: Llama a los trabajadores y págales su jornal... Esos que llegaron al último sólo trabajaron una hora, y sin embargo, les pagas lo mismo que a nosotros... él respondió a uno de ellos: Amigo, yo no te hago ninguna injusticia. ¿Acaso no quedamos, en que les pagaría un denario? Toma, pues, lo tuyo y vete. Yo quiero darle, al que llegó al último, lo mismo que a ti. ¿Qué no puedo hacer con lo mío, lo que yo quiero? ¿O vas a tenerme rencor, porque yo soy bueno?”. (Mateo 20, 1-8. 12-15)
Lecturas consultadas en:
Id y enseñad,
La Biblia Latinoamérica,
La Biblia de las Américas y
Nuevo Misal del Vaticano II

Los que fueron, a trabajar a la viña
(Mateo 20)
¿Por que ves con malos ojos, que yo sea bueno?
Vayan también ustedes a mi viña
La parábola de los trabajadores, enviados a trabajar en la viña, en horas distintas del día, ha creado siempre, grandes dificultades a los lectores del Evangelio. ¿Es aceptable, la manera de actuar del dueño, que da la misma paga, a quienes han trabajado una hora y a quienes han trabajado una jornada entera? ¿No viola, el principio de la justa recompensa? Los sindicatos, hoy se sublevarían, a quien se comportara como ese patrón.
La dificultad nace, de un equívoco. Se considera, el problema de la recompensa en abstracto y en general; o en referencia, a la recompensa eterna en el cielo. Visto así, se daría efectivamente, una contradicción con el principio, según el cual Dios, da a cada uno, según sus obras (Romanos 2, 6). Pero Jesús, se refiere aquí, a una situación concreta, a un caso bien preciso: el único denario, que se les da a todos, es el Reino de los Cielos, que Jesús ha traído a la tierra; es la posibilidad de entrar, a formar parte de la salvación mesiánica. La parábola, comienza diciendo: El Reino de los cielos es semejante a un propietario, que salió a primera hora de la mañana..."
El problema es, una vez más, el de la postura de los judíos y de los paganos; o de los justos y los pecadores, de cara a la salvación anunciada por Jesús. Aunque los paganos (respectivamente, los pecadores, los publicanos, las prostitutas, etc.); sólo, ante la predicación de Jesús, se han decidido por Dios, mientras que antes estaban alejados (ociosos); no por ello, ocuparán en el Reino, un lugar distinto e inferior. Ellos también, se sentarán a la misma mesa y gozarán de la plenitud de los bienes mesiánicos. Es más, como ellos, se han mostrado más dispuestos, a acoger el Evangelio, que no los llamados justos; se realiza, lo que Jesús dice, para concluir la parábola de hoy: los últimos serán primeros y los primeros, últimos.
Una vez conocido el Reino, es decir, una vez abrazada la fe; entonces, sí que hay lugar, para la diversificación. Entonces, ya no es idéntica, la suerte de quienes sirven a Dios, durante toda la vida, haciendo rendir al máximo sus talentos, respecto a quien da a Dios, solo las sobras de su vida, con una confesión remediada, de alguna forma, en el último momento.
La parábola contiene también, una enseñanza de orden espiritual, de la máxima importancia: Dios, llama a todos y llama en todas las horas. El problema, en suma, es la llamada y no tanto la recompensa. Esta es la forma, con que nuestra parábola fue utilizada, en la exhortación de Juan Pablo II, sobre vocación y misión de los laicos, en la Iglesia y en el mundo (Christifideles laici). Los fieles, pertenecen a ese pueblo de Dios, que está prefigurado por los obreros de la viña... Id también vosotros a mi viña. La llamada, no se dirige solo a los pastores, los sacerdotes, los religiosos y las religiosas, sino que se extiende a todos. También los fieles laicos, son llamados personalmente por el Señor.
Quisiera llamar la atención sobre un aspecto, que quizás sea marginal en la parábola, pero que es muy sentido y vital, en la sociedad moderna: el problema, del desempleo. A la pregunta del propietario: ¿Por qué estáis aquí, todo el día parados? los trabajadores, contestan: Es que nadie, nos ha contratado. Esta respuesta, podría ser dada hoy, por millones de desempleados.
Jesús, no era insensible, a este problema. Si describe muy bien la escena, es porque muchas veces, su mirada se había posado con compasión, sobre aquellos lugares de hombres, sentados en el suelo o apoyados en la pared y con un pie contra esa pared, en espera de ser fichados. Ese propietario sabe, que los obreros de la última hora, tienen las mismas necesidades que los otros, también ellos tienen niños que alimentar, como los tienen los de la primera hora. Dando a todos la misma paga, el propietario muestra, no tener sólo en cuenta el mérito, sino también la necesidad. Nuestras sociedades capitalistas, basan la recompensa únicamente en el mérito (a menudo más nominal que real) y la antigüedad en el servicio; y no en las necesidades, de la persona. En el momento, en que un joven obrero o un profesional, tiene más necesidad de ganar, para hacerse una casa y una familia, su paga resulta la más baja; mientras que al final de la carrera, cuando uno ya tiene menos necesidades, la recompensa (especialmente en ciertas categorías sociales) llega a las nubes. La parábola de los obreros de la viña, nos invita a encontrar, un equilibrio más justo, entre las dos exigencias del mérito y de la necesidad.
Adaptación del texto de la Homilía del
P. Raniero Cantalamessa, ofmcap
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