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Homilía del día domingo, 22 de noviembre - 2020

  • Eduardo Ibáñez García
  • 23 dic 2020
  • 5 Min. de lectura

Día del Señor

Tiempo Ordinario – Ciclo A

Trigesimocuarto domingo - Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo

22 de noviembre – 2020

  • Primera lectura: Ezequiel 34, 11-12. 15-17

El profeta Ezequiel proclama que, esto dice, el Señor Dios: “Yo mismo apacentaré a mis ovejas, yo mismo las haré reposar. Buscaré a la oveja perdida y haré volver a la descarriada; curaré a la herida, robusteceré a la débil y a la que está gorda y fuerte, la cuidaré. Yo, las apacentaré con justicia. En cuanto a ti, rebaño mío, he aquí que yo voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carneros y machos cabríos”. (Ezequiel 34, 15-17)

  • Salmo: 22, 1-3. 5. 6

El Señor es mi pastor, nada me faltará. El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas. (Salmo 22, 1-3)

  • Segunda Lectura: 1 Corintios 15, 20-26. 28

San Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, a los corintios les dice: Hermanos míos, enseguida será la consumación, cuando después, de haber aniquilado todos los poderes del mal, Cristo entregue el Reino a su Padre. Porque Él tiene que reinar, hasta que el Padre ponga bajo sus pies, a todos sus enemigos. El último de los enemigos en ser aniquilado, será la muerte. Al final, cuando todo se le haya sometido, Cristo mismo se someterá al Padre; y así, Dios será todo, en todas las cosas. (1 Corintios 15, 24-26. 28)

  • Evangelio: San Mateo 25, 31-46

El evangelista San Mateo, proclama que, Jesús, dijo a sus discípulos: “Cuando venga el Hijo del hombre, rodeado de su gloria, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria. Entonces, serán congregadas ante Él todas las naciones; y Él, apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos; y pondrá a las ovejas a su derecha y a los cabritos a su izquierda". (Mateo 25, 31-2. 11-12)


Lecturas consultadas en:


Id y enseñad,

La Biblia Latinoamérica,

La Biblia de las Américas y

Nuevo Misal del Vaticano II

 


El juicio final

(Mateo 25)


“…y Él, apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos; y pondrá a las ovejas a su derecha y a los cabritos a su izquierda (Versículos 32-33)



 

Serán congregadas ante Él, todas las naciones


El Evangelio, del último domingo del año litúrgico, solemnidad de Cristo Rey, nos hace asistir, al acto concluyente de la historia humana, el juicio universal.


El primer mensaje contenido en este Evangelio, no es la forma o el resultado del juicio, sino el hecho de que habrá un juicio, que el mundo no viene de la casualidad y no acabará por casualidad. Ha comenzado con una palabra: Que exista la luz... hagamos al hombre y terminará con una palabra: Vengan, benditos... Apártense de mí, malditos. En su principio y en su final, está la decisión de una mente inteligente y de una voluntad soberana.


Este comienzo de milenio, se caracteriza, por una encendida discusión sobre creacionismo y evolucionismo. Reducida a lo esencial, la disputa opone a quienes, aludiendo -no siempre con razón- a Darwin, creen que el mundo es fruto de una evolución ciega, dominada por la selección de las especies; y aquellos que, aun admitiendo una evolución, ven la obra de Dios en el mismo proceso evolutivo.


Tuvo lugar en el Vaticano, una sesión plenaria de la Academia Pontificia de las Ciencias, con el tema Miradas científicas, en torno a la evolución del universo y de la vida, con la participación de los más importantes científicos, de todo el mundo, creyentes y no creyentes, muchos de ellos premio Nobel. En el programa sobre el Evangelio, entrevisté a uno de los científicos presentes, el profesor Francis Collins, jefe del grupo de investigación, que ha llevado al descubrimiento del genoma humano. Le pregunté: Si la evolución es cierta, ¿queda aún espacio, para Dios?. He aquí su respuesta:


Darwin tenía razón en formular su teoría, según la cual descendemos de un antepasado común y ha habido cambios graduales, en el trascurso de largos periodos de tiempo, pero este es el aspecto mecánico, de cómo la vida ha llegado, al punto de formar este fantástico panorama de diversidad. No responde a la pregunta, sobre el por qué existe la vida. Hay aspectos de la humanidad, que no son fácilmente explicables, como nuestro sentido moral, el conocimiento del bien y del mal, que a veces nos induce a realizar sacrificios, que no están dictados por las leyes de la evolución, que nos sugieren preservarnos, a nosotros mismos a toda costa. ¿Esta no es quizás una prueba, que nos indica que Dios existe?.


Le pregunté también al profesor Collins, si antes había creído en Dios o en Jesucristo. Me respondió:


Hasta los veinticinco años fui ateo, no tenía una preparación religiosa, era un científico que reducía casi todo a ecuaciones y leyes de la física. Pero como médico empecé a mirar a la gente, que tenía que afrontar el problema de la vida y de la muerte; y esto me hizo pensar, que mi ateísmo no era una idea enraizada. Empecé a leer textos, sobre las argumentaciones racionales de la fe, que no conocía. En primer lugar, llegué a la convicción, de que el ateísmo era la alternativa menos aceptable; y poco a poco llegué a la conclusión, de que debe existir un Dios, que ha creado todo esto, pero no sabía cómo era este Dios. Esto me movió a llevar a cabo una búsqueda, para descubrir cuál era la naturaleza de Dios; y la encontré en la Biblia y en la persona de Jesús. Tras dos años de búsqueda, me di cuenta de que no era razonable, oponer resistencia; y me he convertido, en un seguidor de Jesús.


Un gran autor del evolucionismo ateo de nuestros días, es el inglés Richard Dawkins, autor del libro God Delusion, La desilusión de Dios. Está promoviendo una campaña publicitaria, que propone colocar en los autobuses de las ciudades inglesas, esta inscripción: Dios, probablemente, no existe: deja de angustiarte y disfruta de la vida (There's probably no God. Now stop worrying and enjoy life). Probablemente: por tanto, ¡no se excluye del todo, que pueda existir! Pero si Dios no existe, el creyente no ha perdido casi nada, si en cambio existe, el no creyente lo ha perdido todo.


Yo me pongo en el lugar del padre, que tiene un hijo discapacitado, autista o gravemente enfermo, de un inmigrante huido del hambre o de los horrores de la guerra, de un obrero que se ha quedado sin trabajo o de un campesino expulsado de su tierra... Me pregunto, cómo reaccionarían a ese anuncio: Dios no existe: deja de angustiarte y disfruta de la vida.


La existencia del mal y de la injusticia en el mundo, es ciertamente un misterio y un escándalo; pero, sin fe en un juicio final, resultaría infinitamente más absurda y trágica. En tantos milenios de vida sobre la tierra, el hombre se ha hecho a todo; se ha adaptado a todos los climas, inmunizado contra toda enfermedad. A una cosa, no se ha hecho nunca: a la injusticia. Sigue sintiéndola, como intolerable. Y a esta sed de justicia, responderá el juicio universal.


Éste no será sólo querido por Dios, sino, paradójicamente, también por los hombres, también por los impíos. En el día del juicio universal, no será sólo el Juez, el que bajará del cielo, escribió el poeta Claudel, sino que, toda la tierra se precipitará a su encuentro.


La fiesta de Cristo Rey, con el Evangelio del juicio final, responde a la más universal de las esperanzas humanas. Nos asegura, que la injusticia y el mal, no tendrán la última palabra; y al mismo tiempo, nos exhorta a vivir de forma que, el juicio no sea para nosotros de condena sino de salvación; y podamos ser de aquellos, a quienes Cristo dirá: Vengan, benditos de mi Padre, entren en posesión del Reino, preparado para ustedes, desde la fundación del mundo.


Adaptación del texto de la Homilía del

P. Raniero Cantalamessa, ofmcap

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