Homilía del día domingo, 23 de agosto - 2020
- Eduardo Ibáñez García
- 22 ago 2020
- 6 Min. de lectura
Día del Señor
Tiempo Ordinario – Ciclo A
Vigesimoprimer domingo
23 de agosto – 2020
Primera lectura: Isaías 22, 19-23
El profeta Isaías proclama que, esto dijo el Señor a Sebná, mayordomo de palacio: “Te echaré de tu puesto y te destituiré de tu cargo. Aquel mismo día llamaré a mi siervo, a Eleacín, el hijo de Elcías... Pondré la llave del palacio de David, sobre su hombro. Lo que él abra, nadie lo cerrará; lo que él cierre, nadie lo abrirá. Lo fijaré, como un clavo en muro firme y será un trono de gloria, para la casa de su padre". (Isaías 22, 19. 22.)
Salmo: 137, 1-3. 6. 8
Se complace el Señor, en los humildes y rechaza al engreído. Señor, tu amor, perdura eternamente; obra tuya soy, no me abandones. Señor, tu amor perdura eternamente. (Salmo 137, 6. 8)
Segunda Lectura: Romanos 11, 33-36
San Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, a los romanos les dice: Hermanos: ¡Qué inmensa y rica, es la sabiduría y la ciencia de Dios! ¡Qué impenetrables son sus designios e incomprensibles sus caminos! ¿Quién ha conocido jamás, el pensamiento del Señor o ha llegado, a ser su consejero? ¿Quién ha podido, darle algo primero, para que Dios, se lo tenga que pagar? En efecto, todo proviene de Dios, todo ha sido hecho por Él y todo está orientado hacia Él. A Él la gloria, por los siglos de los siglos. Amén. (Romanos 11, 33-36)
Evangelio: San Mateo 16, 13-20
El evangelista San Mateo, proclama que, cuando llegó Jesús, a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos... “Y ustedes, ¿Quién dicen, que soy yo? Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Jesús le dijo, entonces: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre, que está en los cielos! Y yo te digo a ti, que tú eres Pedro y sobre esta piedra, edificaré mi Iglesia. Yo te daré, las llaves del Reino de los cielos”. (Mateo 16, 13. 15-19)
Lecturas consultadas en:
Id y enseñad,
La Biblia Latinoamérica,
La Biblia de las Américas y
Nuevo Misal del Vaticano II

La fe de Pedro y las promesas de Jesús
(Mateo 16)
"Yo te daré, las llaves del Reino de los cielos..." (versículo 19)
¿Y ustedes, quién dicen que soy yo?
Existe, en la cultura y en la sociedad de hoy, un hecho que nos puede introducir, a la comprensión del Evangelio de este domingo; y es, el sondeo de las opiniones. Se practica un poco por todas partes, pero sobre todo en el ámbito político y comercial. También Jesús, un día quiso hacer un sondeo de opinión; pero con fines, como veremos, muy diversos: no políticos, sino educativos. Llegado a la región de Cesarea de Filipo, es decir, la región más al norte de Israel, en una pausa de tranquilidad, en la que estaba solo con los apóstoles, Jesús, les dirigió a quemarropa, esta pregunta: ¿Quién dice la gente, que es el hijo del Hombre?
Parece, como si los apóstoles no esperaran otra cosa, para poder finalmente dar rienda suelta, a todas las voces que a propósito, circulaban de Él. Y responden: Algunos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o alguno de los profetas. Pero a Jesús, no le interesaba medir el nivel de su popularidad o su índice de simpatía entre la gente. Su propósito, era bien diverso. A renglón seguido, les pregunta: ¿Y ustedes, quién dicen que soy yo?
Esta segunda pregunta, inesperada, les desconcierta completamente. Se entrecruzan, silencio y miradas. Si en la primera pregunta se lee, que los apóstoles respondieron todos juntos, en coro, esta vez el verbo es singular; sólo respondió uno, Simón Pedro: ¡Tú eres el Cristo, el hijo del Dios vivo!
Entre las dos respuestas, hay un salto abismal, una conversión. Si antes, para responder, bastaba con mirar alrededor y haber escuchado las opiniones de la gente, ahora deben mirarse dentro, escuchar una voz bien distinta, que no viene de la carne, ni de la sangre; sino del Padre, que está en los cielos. San Pedro ha sido objeto, de una iluminación de lo alto.
Se trata, del primer auténtico reconocimiento, según los evangelios, de la verdadera identidad de Jesús de Nazaret. ¡El primer acto público de fe, en Cristo, de toda la historia! Pensemos, en la estela dejada por un barco: se va ensanchando, hasta perderse en el horizonte, pero comienza con una punta, que es la misma punta del barco. Así sucede, con la fe en Jesucristo. Es una estela, que ha ido ensanchándose en la historia, hasta llegar a los últimos confines de la tierra. Pero, empieza con una punta. Y esta punta, es el acto de fe de Pedro: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo. Jesús, usa otra imagen, vertical no horizontal: roca, piedra. Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.
Jesús, cambia el nombre a Simón, como se hace en la Biblia, cuando uno recibe una misión importante: lo llama Kefas, Roca. La verdadera roca, la piedra angular es y sigue siendo, El mismo, Jesús. Pero, una vez resucitado y ascendido al cielo, esta piedra angular, aunque presente y operante, es invisible. Es necesario un signo, que la represente, que haga visible y eficaz en la historia, a este fundamento firme que es Cristo. Y este, es precisamente Pedro; y, después del él, el que haga las veces de él, el Papa, sucesor de Pedro, como cabeza del Colegio de los apóstoles.
Pero, volvamos a la idea del sondeo. El sondeo de Jesús, como hemos visto, se desarrolla en dos tiempos, conlleva dos preguntas fundamentales: primera, ¿Quién dice la gente, que soy yo? Segunda, ¿Y ustedes, quién dicen que soy yo? Jesús, no parece dar mucha importancia, a lo que la gente piensa de Él; le interesa saber, qué piensan sus discípulos. Les coge con ese ¿Y ustedes, quién dicen que soy yo? No permite, que se atrincheren tras las opiniones de otros, quiere que digan su propia opinión.
La situación se repite, casi idéntica, en el día de hoy. También hoy, la gente y la opinión pública, tienen sus ideas sobre Jesús. Jesús, está de moda. Miremos, lo que sucede en el mundo de la literatura y del espectáculo. No pasa un año, sin que salga una novela o una película con la propia visión, torcida y desacralizada, de Cristo. El caso del Código Da Vinci de Dan Brown, ha sido el más clamoroso y está teniendo muchos imitadores.
Luego están, los que se quedan a medio camino. Como la gente de su tiempo, que cree a Jesús uno de los profetas. Para la gente de hoy, como una persona fascinante; ya que se le coloca al lado de Sócrates, Gandhi, Tolstoi. Estoy seguro, de que Jesús, no desprecia estas respuestas, porque se dice de Él, que no apaga el pábilo vacilante y no quiebra la caña cascada, es decir, sabe apreciar todo esfuerzo honesto, por parte del hombre. Pero hay una respuesta que no cuadra, ni siquiera a la lógica humana. Gandhi o Tolstoi nunca han dicho yo soy el camino, la verdad y la vida; o también, el que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí.
Con Jesús, uno no se puede quedar a medio camino; o es, lo que dice ser o es, el mayor loco exaltado de la historia. No hay, medias tintas. Existen edificios y estructuras metálicas (creo que una es la torre Eiffel de París) hechas de tal manera, que si se toca un cierto punto o se traslada cierto elemento, se derrumba todo. Así es, el edificio de la fe cristiana; y ese punto neurálgico, es la divinidad de Jesucristo.
Pero, dejemos las respuestas de la gente y vayamos a los no creyentes. No basta con creer, en la divinidad de Cristo, es necesario también, testimoniarla. Quien lo conoce y no da testimonio de esta fe, sino que la esconde, es más responsable ante Dios, como el que no tiene esa fe. En una escena del drama El padre humillado de Claudel; una muchacha judía, hermosísima pero ciega, aludiendo al doble significado de la luz, pregunta a su amigo cristiano: Ustedes que ven ¿Qué uso, han hecho de la luz? Es una pregunta, dirigida a todos nosotros, que nos confesamos creyentes.
Adaptación del texto de la Homilía del
P. Raniero Cantalamessa, ofmcap
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