Homilía del día domingo, 24 de mayo - 2020
- Eduardo Ibáñez García
- 23 may 2020
- 4 Min. de lectura
Dia del Señor
Tiempo de Pascua – Ciclo A
Séptimo domingo - Solemnidad de la Ascensión del Señor
24 de mayo – 2020
Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 1, 1-11
Los discípulos, que estaban reunidos, le preguntaban: Señor, ¿Ahora sí, vas a restablecer la soberanía de Israel? Jesús, les contestó: “A ustedes no les toca, conocer el tiempo y la hora, que el Padre ha determinado con su autoridad; pero cuando el Espíritu Santo, descienda sobre ustedes, los llenará de fortaleza y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los últimos rincones de la tierra”. Dicho esto, se fue elevando a la vista de ellos, hasta que una nube lo ocultó a sus ojos. (Hechos 1, 6-9)
Salmo: 46, 2-3. 6-9
Entre voces de júbilo y trompetas, Dios, el Señor, asciende hasta su trono. Cantemos en honor de nuestro Dios, al rey honremos y cantemos todos. Entre voces de júbilo, Dios asciende a su trono. Aleluya. (Salmo: 46, 6)
Segunda lectura: Efesios 1, 17-23
San Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, a los efesios les dice: Hermanos: Pido al Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, que les conceda espíritu de sabiduría y de reflexión, para conocerlo... y entender, que con la eficacia de su fuerza poderosa, resucitó a Cristo de entre los muertos y lo hizo sentar a su derecha en el cielo, por encima de todos los ángeles, principados, potestades, virtudes y dominaciones; y por encima de cualquier persona, no sólo del mundo actual sino también del futuro. (Efesios 1, 17. 19-21)
Evangelio: San Mateo 28, 16-20
El evangelista San Mateo, proclama que, los once discípulos se fueron a Galilea y subieron al monte, en el que Jesús los había citado. Al ver a Jesús, se postraron, aunque algunos titubeaban. Entonces, Jesús se acercó a ellos y les dijo: “Me ha sido dado todo poder, en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". (Mateo 28, 16-19)
Lecturas consultadas en:
Id y enseñad,
La Biblia Latinoamérica,
La Biblia de las Américas y
Nuevo Misal del Vaticano II

Jesús, envía a sus apóstoles
(Mateo 28)
"Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". (v 16).
¿Qué hacen mirando al cielo?
En la primera lectura, un ángel dice a los discípulos: Galileos, ¿Qué hacen mirando al cielo? El mismo Jesús, que los ha dejado, para subir al cielo; volverá, como le han visto marcharse. Es la ocasión, para aclararnos las ideas, sobre qué entendemos por cielo. En casi todos los pueblos, por cielo se indica, la morada de la divinidad. También la Biblia, usa este lenguaje espacial: Gloria a Dios en lo alto del cielo y paz en la tierra a los hombres.
Con la llegada de la era científica, todos estos significados religiosos de la palabra cielo, entraron en crisis. El cielo es el espacio, en el que se mueve nuestro planeta y todo el sistema solar; y, nada más. Conocemos, la ocurrencia atribuida a un astronauta soviético, al regreso de su viaje por el cosmos: ¡He recorrido el espacio y no he encontrado por ninguna parte, a Dios!
Así que, es importante que intentemos aclarar, qué entendemos nosotros, los cristianos, cuando decimos Padre nuestro que estás en los cielos o cuando decimos que alguien se ha ido al cielo. La Biblia se adapta, en estos casos, al modo de hablar popular (también lo hacemos actualmente, en la era científica, cuando decimos que el sol sale o se pone); pero ella bien sabe y enseña, que Dios está en el cielo, en la tierra y en todo lugar, que es Él quien ha creado los cielos; y si los ha creado, no puede estar encerrado en ellos. Que Dios esté en los cielos, significa que habita en una luz inaccesible; que dista de nosotros, cuanto el cielo se eleva sobre la tierra.
Asimismo nosotros, los cristianos, estamos de acuerdo en decir que el cielo, como lugar de la morada de Dios, es más un estado que un lugar. Cuando se habla de él, carece de sentido alguno, decir en lo alto o abajo. Con esto, no estamos afirmando, que el paraíso no existe; sino sólo que a nosotros, nos faltan las categorías, para poderlo representar. Pidamos, a una persona completamente ciega de nacimiento, que nos describa qué son los colores: el rojo, el verde, el azul... No podrá decir absolutamente nada, ni otro será capaz de explicárselo, pues los colores se perciben sólo con la vista. Así nos ocurre, respecto al más allá y la vida eterna, que están fuera del espacio y del tiempo.
A la luz, de lo que hemos dicho, ¿Qué significa proclamar, que Jesús subió al cielo? La respuesta, la encontramos en el Credo: Subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre. Que Cristo haya subido al cielo, significa que está sentado a la derecha del Padre, esto es, que también como hombre, ha entrado en el mundo de Dios; que ha sido constituido, como dice San Pablo, en la segunda lectura, Señor y cabeza de todas las cosas. En nuestro caso, ir al cielo o al paraíso, significa ir a estar con Cristo (Filipenses 1, 23). Nuestro verdadero cielo, es Cristo resucitado, con quien iremos a encontrarnos y a hacer cuerpo, después de nuestra resurrección; y de modo provisional e imperfecto, inmediatamente después de la muerte. Se objeta a veces, que sin embargo, nadie ha vuelto del más allá, para asegurarnos que existe de verdad y que no se trata sólo de una piadosa ilusión. ¡No es verdad! Hay alguien que cada día, en la Eucaristía, regresa del más allá para darnos garantías y renovar sus promesas, si sabemos reconocerle.
Las palabras del ángel: Galileos, ¿Qué hacen, mirando al cielo? contienen también, un reproche velado: no hay que quedarse mirando al cielo y especulando sobre el más allá, sino más bien, vivir en espera del retorno (de Jesús), para proseguir su misión, llevar su Evangelio hasta los confines de la tierra, mejorar la vida misma en la tierra. Él ha subido al cielo, pero sin dejar la tierra. Sólo ha salido, de nuestro campo visual. Precisamente, en el pasaje evangélico, Él mismo nos asegura: He aquí, que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
Adaptación del texto de la Homilía del
P. Raniero Cantalamessa, ofmcap
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