top of page

Homilía del día domingo, 24 de noviembre - 2019

  • Eduardo Ibáñez García
  • 23 nov 2019
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 11 may 2021

Dia del Señor


Tiempo Ordinario – Ciclo C

Trigésimo cuarto domingo

24 de noviembre – 2019

  • Primera lectura: II Samuel 5, 1-3

Todos los ancianos de Israel fueron a Hebrón a ver al rey, y el rey David hizo con ellos un pacto en Hebrón, en presencia del Señor, y ellos ungieron a David como rey de Israel. (II Samuel 5, 3)

  • Salmo: 121, 1-2. 4-5

¡Qué alegría sentí, cuando me dijeron: !Vayamos a la casa del Señor! Y hoy estamos aquí, Jerusalén, jubilosos, delante de tus puertas. Vayamos con alegría al encuentro del Señor. (Salmo 121, 1-2)

  • Segunda lectura: Colosenses 1, 12-20

San Pablo apóstol, a los de Colosa les dice, Hermanos: Demos gracias a Dios Padre... Porque Él nos ha liberado del poder de las tinieblas y nos ha trasladado al Reino de su Hijo amado. (Colosenses 1, 12-13)

  • Evangelio: San Lucas 23, 35-43

El evangelista San Lucas, proclama que, Cuando Jesús estaba ya crucificado, uno de los malhechores, que también estaba crucificados, le dijo: Nosotros, justamente, recibimos el pago de lo que hicimos. Pero éste, ningún mal ha hecho. Y le decía a Jesús: Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí. (Lucas 23, 41-42)


Lecturas consultadas en:


Id y enseñad,

La Biblia Latinoamérica,

La Biblia de las Américas y

Nuevo Misal del Vaticano II

 

Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo


La celebración de la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, cierra el Año Litúrgico, en el que se ha meditado, sobre todo el misterio de su vida, su predicación y el anuncio del Reino de Dios.

La fiesta de Cristo Rey, fue instaurada por el Papa Pío XI, el 11 de diciembre de 1925. El Papa quiso motivar a los católicos, a reconocer en público, que el mandatario de la Iglesia es Cristo Rey.

Durante el anuncio del Reino, Jesús, nos muestra, lo que este significa para nosotros como Salvación, Revelación y Reconciliación; ante la mentira mortal del pecado, que existe en el mundo. Jesús, responde a Pilatos cuando le pregunta, si en verdad Él es el Rey de los judíos: "Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí". (Juan 18, 36).

Jesús, no es el Rey de un mundo de miedo, mentira y pecado, Él es el Rey del Reino de Dios, que trae y al que nos conduce.

 

La solemnidad de Cristo Rey del Universo, es la coronación del año litúrgico.


Las lecturas bíblicas que se han proclamado, tienen como hilo conductor la centralidad de Cristo. Cristo está en el centro, Cristo es el centro. Cristo centro de la creación, del pueblo y de la historia.


1. El apóstol San Pablo, en la segunda lectura, tomada de la carta a los Colosenses, nos ofrece una visión muy profunda de la centralidad de Jesús. Nos lo presenta, como el Primogénito de toda la creación: en él, por medio de él y en vista de él, fueron creadas todas las cosas. Él es el centro de todo, es el principio: Jesucristo, el Señor. Dios le ha dado la plenitud, la totalidad, para que en él todas las cosas sean reconciliadas. Señor de la creación, Señor de la reconciliación.


Esta imagen nos ayuda a entender, que Jesús es el centro de la creación; y así la actitud que se pide al creyente, que quiere ser tal, es la de reconocer y acoger en la vida esta centralidad de Jesucristo, en los pensamientos, las palabras y las obras. Y así nuestros pensamientos serán pensamientos cristianos, pensamientos de Cristo. Nuestras obras serán obras cristianas, obras de Cristo, nuestras palabras serán palabras cristianas, palabras de Cristo. En cambio, la pérdida de este centro, al sustituirlo por otra cosa cualquiera, solo provoca daños, tanto para el ambiente que nos rodea, como para el hombre mismo.


2. Además de ser centro de la creación y centro de la reconciliación, Cristo es centro del pueblo de Dios. Y precisamente hoy está aquí, en el centro de toda comunidad cristiana. Ahora, está aquí en la Palabra; y estará en el altar en el lugar donde se celebre la Eucaristía, vivo, presente, en medio de nosotros, su pueblo. Eso nos lo muestra la primera lectura, en la que se habla, del día en que las tribus de Israel se acercaron a David; y ante el Señor, lo ungieron rey sobre todo Israel (II Samuel 5, 1-3). En la búsqueda de la figura ideal del rey, estos hombres buscaban a Dios mismo: un Dios que fuera cercano, que aceptara acompañar al hombre en su camino, que se hiciese hermano suyo.


Cristo, descendiente del rey David, es precisamente el hermano, alrededor del cual se constituye el pueblo, que cuida de su pueblo, de todos nosotros, a precio de su vida. En él somos uno, un único pueblo unido a él, compartiendo un solo camino, un solo destino. Sólo en él, como centro, encontramos la identidad como pueblo.


3. Y, por último, Cristo es el centro de la historia de la humanidad; y también, el centro de la historia de todo hombre. A él podemos referir las alegrías y las esperanzas, las tristezas y las angustias, que entretejen nuestra vida. Cuando Jesús es el centro, incluso los momentos más oscuros de nuestra existencia, se iluminan; y nos da esperanza, como le sucedió al buen ladrón, en el Evangelio de hoy.


Mientras todos, se dirigen a Jesús con desprecio -Si tú eres el Cristo, el Mesías Rey, sálvate a ti mismo bajando de la cruz- aquel hombre, que se ha equivocado en la vida, pero se arrepiente, al final, se agarra a Jesús crucificado implorando: Acuérdate de mí, cuando llegues a tu reino (Lucas 23, 42). Y, Jesús le promete: Hoy estarás conmigo en el paraíso (Lucas 23, 43) su Reino. Jesús, sólo pronuncia la palabra del perdón, no la de la condena; y cuando el hombre, encuentra el valor de pedir este perdón; el Señor no deja, de atender una petición como esa. Hoy, todos podemos pensar en nuestra historia, nuestro camino. Cada uno de nosotros, tiene su historia; cada uno tiene también, sus equivocaciones, sus pecados, sus momentos felices y sus momentos tristes. En este día, nos vendrá bien, pensar en nuestra historia y mirar a Jesús; y desde el corazón repetirle a menudo, pero en silencio, cada uno de nosotros: Acuérdate de mí, Señor, ahora que estás en tu Reino. Jesús, acuérdate de mí, porque yo quiero ser bueno, quiero ser buena, pero me falta la fuerza, no puedo: soy pecador, soy pecadora. Pero, acuérdate de mí, Jesús. Tú puedes acordarte de mí porque tú estás en el centro, tú estás precisamente en tu Reino. ¡Qué bien! Hagámoslo hoy todos, cada uno en su corazón, muchas veces. Acuérdate de mí, Señor, tú que estás en el centro, tú que estás en tu Reino.


La promesa de Jesús al buen ladrón, nos da una gran esperanza: nos dice que la gracia de Dios, es siempre más abundante que la plegaria, del que la ha pedido. El Señor siempre da más, es tan generoso, da siempre más de lo que se le pide: le pides que se acuerde de ti y te lleva a su Reino.


Jesús, es el centro de nuestros deseos de gozo y salvación. Vayamos todos juntos por este camino.


Adaptación del texto de la

Homilía del P. Raniero Cantalamessa, ofmcap

Comments


MESC
SNSSC

Ministros Extraordinarios de la Sagrada Comunión del Santuario de Nuestra Señora del Sagrado Corazón

Molino de las Flores zona 2 de Mixco, Guatemala

  • Facebook

Encuéntranos en Facebook

©2020 por MESC SNSSC

bottom of page