Homilía del día domingo, 26 de abril - 2020
- Eduardo Ibáñez García
- 25 abr 2020
- 4 Min. de lectura
Dia del Señor
Tiempo de Pascua – Ciclo A
Tercer Domingo
26 de abril – 2020
Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 2, 14. 22-33
El día de Pentecostés, se presentó Pedro, junto con los Once, ante la multitud: y levantando la voz, dijo: Israelitas, escúchenme... Conforme al plan previsto y sancionado por Dios, Jesús fue entregado; y ustedes, utilizaron a los paganos, para clavarlo en la cruz. Pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte, ya que no era posible, que la muerte lo retuviera bajo su dominio. (Hechos 2, 14. 23-24)
Salmo: 15, 1-2. 5. 7-11
Enséñame el camino de la vida, sáciame de gozo en tu presencia y de alegría perpetua junto a ti. Enséñanos, Señor, el camino de la vida. Aleluya. (Salmo 15, 11)
Segunda lectura: 1 Pedro 1, 17-21
San Pedro, apóstol de Cristo Jesús, a los judíos que viven fuera de Israel, les dice: bien saben ustedes, que de su estéril manera de vivir, heredada de sus padres, los ha rescatado Dios, no con bienes efímeros, como el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, el cordero sin defecto ni mancha. (1 Pedro 1, 18-19)
Evangelio: San Lucas 24, 13-35
El evangelista San Lucas, proclama que, el mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos, hacia un pueblo llamado Emaús, Jesús se les acercó y comenzó a caminar con ellos; ...Él les preguntó: “¿De qué cosas vienen hablando, tan llenos de tristeza?”. Ellos le respondieron: ...Lo de Jesús, el nazareno, los sumos sacerdotes y nuestros jefes, lo entregaron para que lo condenaran a muerte y lo crucificaron. ...Ya cerca del pueblo, a donde se dirigían, Él hizo, como que iba más lejos; pero ellos le insistieron, diciendo: Quédate con nosotros, Y entró, para quedarse con ellos. Cuando estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se los dio. Entonces, se les abrieron los ojos y lo reconocieron. (Lucas 24, 13-15. 17. 19-20. 28-31)
Lecturas consultadas en:
Id y enseñad,
La Biblia Latinoamérica,
La Biblia de las Américas y
Nuevo Misal del Vaticano II

Los discípulos de Emaús
(Lucas 24)
Se dijeron uno al otro: No sentíamos arder nuestro corazón, cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras. (v 32)
Les explicó las Escrituras
¿Acaso no ardía nuestro corazón mientras hablaba con nosotros, en el camino, cuando nos explicaba las Escrituras? Deseamos reflexionar precisamente, sobre este punto del Evangelio, relativo a los discípulos de Emaús: las Escrituras. Hay dos modos, de acercarse a la Biblia. El primero, es considerarla un libro antiguo, lleno de religiosidad, de valores morales y también de poesía. Desde este punto de vista, es absolutamente, el libro más importante, para comprender nuestra cultura occidental y la religión judeo-cristiana. Es también el libro más impreso y más leído, de toda la humanidad. Pero existe otro modo, mucho más comprometido, de aproximarse a la Biblia; es el de creer, que contiene la Palabra viva de Dios para nosotros. Que es un libro inspirado, esto es, escrito, sí, por autores humanos, con todos sus límites, pero con la intervención directa de Dios. Un libro humanísimo y a la vez, divino, que habla al hombre de todos los tiempos, les revela el sentido de la vida y de la muerte. Sobre todo, les revela el amor de Dios. Si todas las Biblias del mundo, decía san Agustín, por algún cataclismo, fueran destruidas y quedara una sola copia; y de ésta, ya no fuera legible más que una página; y de tal página, sólo una línea; si esta línea, es la de la primera Carta de Juan, donde está escrito: Dios es amor, toda la Biblia se habría salvado, porque se resume en esto. Ello explica por qué, se encaminan a la Biblia, tantas personas sin cultura, sin grandes estudios, con sencillez, con fe en que es el Espíritu Santo quien habla en ella; y ahí encuentran, respuestas a sus problemas, luz, aliento, en una palabra: vida. Las dos formas de acercarse a la Biblia -la erudita y la de fe-- no se excluyen; es más, deben mantenerse unidas. Es necesario estudiar la Biblia, los modos en que hay que interpretarla (o tener en cuenta, los resultados de quienes así la estudian), para no caer en el fundamentalismo. El fundamentalismo consiste, en tomar un versículo de la Biblia literalmente y aplicarlo tal cual a las situaciones de hoy, sin considerar la diferencia de cultura, de tiempo, los distintos géneros literarios de la Biblia. Se cree, por ejemplo, que el mundo tiene poco más de cuatro mil años de edad, porque son los años que se desprenden de la Biblia, si bien sabemos que, si hablamos de años, el mundo tiene varios miles de millones, sólo que la Biblia no está escrita para hacer ciencia, sino para dar salvación. Dios, en la Biblia, se ha adaptado a hablar en el modo, que los hombres del tiempo pudieran entender; no ha escrito sólo para los hombres de la era tecnológica. Por otro lado, sin embargo, reducir la Biblia a un mero objeto de estudio y de erudición, permaneciendo neutrales ante su mensaje, significaría matarla. Sería como si un novio, que ha recibido una carta de amor de su novia, se pusiera a examinarla con el diccionario, desde el punto de vista de la gramática y de la sintaxis; y se detuviera en estos aspectos, sin percibir el amor que contiene. Leer la Biblia sin fe, es como abrir un libro en plena noche: no se ve nada o al menos no lo esencial. Leer la Escritura con fe, significa leerla con referencia a Cristo, captando, en cada página, aquello que tiene que ver con Él. Igual a lo que Él, hizo con los discípulos de Emaús. Jesús, se ha quedado entre nosotros de dos maneras: en la Eucaristía y en su Palabra. En ambas, está Él presente: en la Eucaristía en forma de alimento, en la Palabra en forma de luz y de verdad. La Palabra, tiene una gran ventaja, sobre la Eucaristía. A la comunión, no se pueden acercar, nada más que los que ya creen y están en estado de gracia; a la Palabra de Dios, en cambio, se pueden acercar todos, creyentes y no creyentes, casados y divorciados. Es más, para llegar a ser creyentes, el medio más normal es precisamente, el de escuchar la Palabra de Dios.
Adaptación del texto de la Homilía del
P. Raniero Cantalamessa, ofmcap
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