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Homilía del día domingo, 27 de septiembre - 2020

  • Eduardo Ibáñez García
  • 26 sept 2020
  • 4 Min. de lectura

Día del Señor


Tiempo Ordinario – Ciclo A

Vigesimosexto domingo

27 de septiembre – 2020


  • Primera lectura: Ezequiel 18, 25-28

El profeta Ezequiel, proclama que, esto dice el Señor: "Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere; muere, por la maldad que cometió. Cuando el pecador, se arrepiente del mal que hizo y practica la rectitud y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se aparta de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá”. (Ezequiel 18, 26-28)

  • Salmo: 24, 4-9

Descúbrenos, Señor, tus caminos. Descúbrenos, Señor, tus caminos, guíanos con la verdad de tu doctrina. Tú eres nuestro Dios y salvador; y tenemos en ti, nuestra esperanza. (Salmo 24, 4-5)

  • Segunda Lectura: Filipenses 2, 1-11

San Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, a los filipenses les dice: Hermanos, nada hagan por espíritu de rivalidad, ni presunción; antes bien, por humildad; cada uno considere a los demás, como superiores a sí mismo y no busque su propio interés, sino el del prójimo. Tengan los mismos sentimientos, que tuvo Cristo Jesús. Cristo, siendo Dios, no consideró, que debía aferrarse a las prerrogativas, de su condición divina. (Filipenses 2, 3-6)

  • Evangelio: San Mateo 21, 28-32

El evangelista San Mateo, proclama que, Jesús, dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “¿Qué opinan, de esto? Un hombre que tenía dos hijos, fue a ver al primero y le ordenó: Hijo, ve a trabajar hoy en la viña. Él, le contestó: Ya voy, señor, pero no fue. El padre se dirigió al segundo y le dijo lo mismo. Este, le respondió: No quiero ir, pero se arrepintió y fue”. (Mateo 21, 28-30)


Lecturas consultadas en:


Id y enseñad,

La Biblia Latinoamérica,

La Biblia de las Américas y

Nuevo Misal del Vaticano II

 

La parábola, de los dos hijos

(Mateo 21)


"Hijo, hoy tienes que ir a trabajar a la viña. Y el, respondió: No quiero. Pero después se arrepintió y fue". (Versículos 28-29)

 

Las prostitutas les precederán, en el reino de los cielos


El hijo en la parábola, que dice sí, pero no lo hace, representa a aquellos que conocían a Dios y seguían su ley; pero después, en su actuación práctica, cuando se trataba de acoger a Cristo, que era el fin de la ley, se echaron atrás. El hijo que dice no, pero después se arrepiente y va a trabajar; representa a aquellos, que en un tiempo vivían fuera de la Ley y de la voluntad de Dios; pero después, ante Jesús, se han arrepentido y han acogido el Evangelio. De aquí, la conclusión que Jesús pone, ante los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo: "En verdad les digo, que los publicanos y las rameras, llegan antes que ustedes al Reino de Dios".

Ningún dicho de Cristo, ha sido más manipulado que éste. Se ha acabado por crear a veces, una especie de aura evangélica, en torno a la categoría de las prostitutas, idealizándolas y oponiéndolas a los llamados bienpensantes, que serían todos los demás, indistintamente, escribas y fariseos hipócritas. La literatura, está llena de prostitutas buenas. ¡Baste pensar, en la Traviata de Verdi; o en la humilde Sonia, de Crimen y castigo de Dostoyewski!

Pero esto es, un terrible malentendido. Jesús, pone un caso límite, como diciendo: incluso las prostitutas -y es, mucho decir- les precederán en el Reino de Dios. La prostitución, es vista con toda su seriedad; y tomada como término de comparación, para establecer la gravedad del pecado, de quien rechaza obstinadamente la verdad.

Hay que darse cuenta, además, de que idealizando la categoría de las prostitutas, se suele idealizar también la de los publicanos, que siempre la acompaña en el Evangelio; es decir, los usureros. Si Jesús, relaciona estas dos categorías, no es por otro lado, sin un motivo; es porque unos y otras, han puesto en su vida, al dinero por encima de todo.

Sería trágico, si esta palabra del Evangelio, hiciera que los cristianos, perdieran el empeño, por combatir el fenómeno degradante de la prostitución, que ha asumido hoy, proporciones alarmantes en nuestras ciudades. Jesús, sentía demasiado respeto por la mujer, para no sufrir Él, en primer lugar, por lo que esta llega a ser, cuando se reduce a esta situación. Es por ello, que Él aprecia a la prostituta, no por su forma de vivir, sino por su capacidad de cambiar y de poner al servicio del bien, su propia capacidad de amar. Como la Magdalena que, tras convertirse, siguió a Cristo hasta la cruz y se convirtió, en la primera testigo de la resurrección (suponiendo que fuera una de ellas).

Lo que Jesús quería inculcar, con esa palabra suya, lo dice claramente al final: los publicanos y las prostitutas se convirtieron, con la predicación de Juan el Bautista; los príncipes de los sacerdotes y de los ancianos no. El Evangelio no nos empuja, por tanto, a promover campañas moralizadoras, contra las prostitutas, pero tampoco a tomar a broma este fenómeno, como si no tuviera importancia.

Hoy, por otro lado, la prostitución se presenta bajo una forma nueva, pues consigue producir dinero a patadas, sin ni siquiera correr los tremendos riesgos, que siempre han corrido las pobres mujeres, condenadas a la calle. Esta forma consiste, en vender el propio cuerpo, quedándose tranquilamente, tras una máquina fotográfica o una cámara de vídeo, bajo la luz de los reflectores. Lo que la mujer hace, cuando se presta a la pornografía y a ciertos excesos de la publicidad, es vender su propio cuerpo a las miradas, en lugar de hacer contacto. Es prostitución pura y dura; y peor que la tradicional, porque se impone públicamente y no respeta la libertad, ni los sentimientos de la gente.

Pero, hecha esta necesaria denuncia, traicionaríamos el espíritu del Evangelio, si no sacáramos a la luz también, la esperanza que esta palabra de Cristo, ofrece a las mujeres que, por diversas circunstancias de la vida (a menudo por desesperación), se encuentran en la calle, las más de las veces, víctimas de explotadores sin escrúpulos. El Evangelio es Evangelio, es decir, buena noticia, noticia de rescate, de esperanza, también para las prostitutas. Es más, ante todo para ellas. Jesús, quiso que así fuera.


Adaptación del texto de la Homilía del

P. Raniero Cantalamessa, ofmcap

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