Homilía del día domingo, 29 de noviembre - 2020
- Eduardo Ibáñez García
- 23 dic 2020
- 4 Min. de lectura
Día del Señor
Tiempo de Adviento – Ciclo B
Primer domingo
29 de noviembre – 2020
Primera lectura: Isaías 63, 16-17. 19. 64, 2-7
Esto dice el Señor, a su pueblo: "Vuélvete, por amor a tus siervos, a las tribus que son tu heredad. Ojalá rasgaras los cielos y bajaras, estremeciendo las montañas con tu presencia". (Isaías 63, 17. 19)
Salmo: 79, 2-3. 15-16. 18-19
Señor, muéstranos tu favor y sálvanos. Escúchanos, pastor de Israel; tú que estás rodeado de querubines, manifiéstate, despierta tu poder y ven a salvarnos. (Salmo 79, 2-3)
Segunda Lectura: 1 Corintios 1, 3-9
San Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, a los corintios les dice: Hermanos: Continuamente agradezco a mi Dios, los dones divinos que les ha concedido a ustedes, por medio de Cristo Jesús; ya que por él, los ha enriquecido con abundancia en todo lo que se refiere a la palabra y al conocimiento; porque el testimonio que damos de Cristo, ha sido confirmado en ustedes a tal grado, que no carecen de ningún don, ustedes los que esperan la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. (1 Corintios 1, 4-7)
Evangelio: San Marcos 13, 33-37
El evangelista San Marcos, proclama que, Jesús, dijo a sus discípulos: "Así como un hombre que se va de viaje, deja su casa y encomienda a cada quien lo que debe hacer; y encarga al portero que esté velando, así también velen ustedes, pues no saben a qué hora va a regresar el dueño de la casa: si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la madrugada. No vaya a suceder, que llegue de repente y los halle durmiendo".(Marcos 13, 34-40)
Lecturas consultadas en:
Id y enseñad,
La Biblia Latinoamérica,
La Biblia de las Américas y
Nuevo Misal del Vaticano II

Venida del Hijo del Hombre
(Marcos 13)
“...y encarga al portero que esté velando, así también velen ustedes, pues no saben a qué hora va a regresar el dueño de la casa".(Versículos 34-35)
¡La vida, es un sueño!
Este modo de hablar de Jesús, sobreentiende una visión bien precisa del mundo: el tiempo presente, es como una larga noche; la vida que llevamos, se parece a un sueño; la actividad frenética que en ella desarrollamos es, en realidad, un soñar. Un escritor español del siglo XVII, Calderón de la Barca, escribió un famoso drama sobre el tema: La vida es sueño.
Del sueño, nuestra vida refleja, sobre todo, la brevedad. El sueño, ocurre fuera del tiempo. En el sueño, las cosas no duran como en la realidad. Situaciones que requerirían días y semanas, en el sueño suceden en pocos minutos. Es una imagen de nuestra vida: llegados a la vejez, se mira atrás y se tiene la impresión, de que todo no ha sido más que un soplo.
Otra característica del sueño, es la irrealidad o vanidad. Uno puede soñar, que está en un banquete; y come y bebe hasta la saciedad; se despierta y se vuelve a tener hambre. Un pobre, una noche, sueña que se ha hecho rico: exulta en el sueño, se pavonea, hasta desprecia a su propio padre, fingiendo no reconocerle, pero se despierta y ¡Se encuentra nuevamente pobre, como era antes! Así sucede también, cuando se sale del sueño de esta vida. Uno ha sido aquí abajo ricachón, pero he aquí que muere y se ve exactamente, en la situación de aquel pobre, que se despierta tras haber soñado que era rico. ¿Qué le queda de todas sus riquezas, si no las ha empleado bien? Las manos vacías.
Hay una característica del sueño, que no se aplica a la vida, la ausencia de responsabilidad. Puedes haber matado o robado en sueños; te despiertas y no hay rastro de culpa; tu certificado de antecedentes penales está sin mancha. No así en la vida, bien lo sabemos. Lo que uno hace en la vida, deja huella, ¡Y qué huella! Está escrito, de hecho, que Dios dará a cada cual, según sus obras (Romanos 2,6).
En el plano físico, hay sustancias que inducen y ayudan a conciliar el sueño; se llaman somníferos y son bien conocidos, por una generación como la nuestra, enferma de insomnio. También, en el plano moral, existe un terrible somnífero. Se llama, hábito. El hábito, es como un vampiro. El vampiro -al menos, según cuanto se cree-, ataca a las personas que duermen; y mientras les chupa la sangre, a la vez les inyecta una sustancia soporífera, que hace experimentar aún más dulce el dormir; de modo que, el desafortunado, se hunde cada vez más en el sueño y el vampiro, le puede chupar toda la sangre que quiera. También el hábito en el vicio, adormece la conciencia, por lo que uno, ya no siente ni siquiera remordimiento; cree estar muy bien y no se percata, de que está muriendo espiritualmente.
La única salvación, cuando este vampiro, se te ha pegado encima, es que llegue algo de improviso, para despertarte del sueño. Esto es lo que se determina, que hace con nosotros la palabra de Dios, con esos gritos de despertar, que nos hace oír tan frecuentemente el Adviento: ¡Velad! Concluimos con una palabra de Jesús, que nos abre el corazón a la confianza y a la esperanza: Dichosos los siervos, que el señor al venir, encuentre despiertos; yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. (Lucas 12, 37)
Adaptación del texto de la Homilía del
P. Raniero Cantalamessa, ofmcap
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