Ha venido, para todos. Domingo, 3 de enero 2021 - (Homilía)
- Eduardo Ibáñez García
- 2 ene 2021
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 30 ene 2021
Día del Señor
Tiempo de Navidad – Ciclo B
Segundo domingo - Solemnidad de la Epifanía del Señor
3 de enero – 2021
Primera lectura: Isaías 60, 1-6
El profeta Isaías, proclama que el Señor, dice: Levántate y resplandece, Jerusalén, porque ha llegado tu luz y la gloria del Señor, alborea sobre ti. Mira: las tinieblas cubren la tierra y espesa niebla envuelve a los pueblos; pero sobre ti resplandece el Señor y en ti se manifiesta su gloria. Caminarán los pueblos a tu luz y los reyes, al resplandor de tu aurora. (Isaías 60, 1-3)
Salmo: 71, 1-2. 7-8. 10-11. 13-14
Que te adoren, Señor, todos los pueblos. Los reyes de occidente y de las islas le ofrecerán sus dones. Ante él se postrarán todos los reyes y todas las naciones. (Salmo 71, 10-11)
Segunda Lectura: Efesios 3, 2-6
San Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, a los efesios les dice: Hermanos: Por revelación, se me dio a conocer este misterio, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, pero que ha sido revelado ahora por el Espíritu, a sus santos apóstoles y profetas: es decir que, por el Evangelio, también los paganos son coherederos de la misma herencia, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la misma promesa en Jesucristo. (Efesios 3, 5-6)
Evangelio: San Mateo 2, 1-12
El evangelista San Mateo, proclama que, Jesús, nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes. Unos magos de Oriente, llegaron entonces a Jerusalén y preguntaron: ¿Dónde está el rey de los judíos, que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo. (Mateo 2, 1-2)
Lecturas consultadas en:
Id y enseñad,
La Biblia Latinoamérica,
La Biblia de las Américas y
Nuevo Misal del Vaticano II

Del oriente, vienen unos magos…
(Mateo 2)
…preguntando ¿Dónde está el rey de los judíos, que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo. (Versículo 2)
Ha venido, para todos
¿Para quién, ha venido Cristo Jesús? Para todos los pueblos, de la tierra. Esta es la respuesta de las lecturas, que acabamos de escuchar. No sólo para Israel, también para los paganos. No sólo para los cristianos, también para los demás pueblos y religiones. Para los hombres de toda raza y condición. Lo que hoy celebramos, en la fiesta de la Epifanía, es la Manifestación de Jesus, a los pueblos de la tierra, representados en los magos de Oriente.
Con un lenguaje poético y entusiasta, lo había anunciado ya el profeta Isaías y lo hemos escuchado en la primera lectura, Levántate, Jerusalén, que llega tu luz; y todos los pueblos, caminarán a tu luz; todos esos se han reunido y vienen a ti. Ahora no es Jerusalén, la capital de Israel, la que atrae a los paganos. Es Cristo Jesús, el Salvador, el que se ha convertido, en el centro de la humanidad. Precisamente, los que venían del Oriente, en su busca, no han encontrado acogida en Jerusalén. Ha sido, cuando han visto al Niño en brazos de su Madre, cuando se ha alegrado su corazón y se han postrado a adorarlo.
Todos, formamos el mismo cuerpo. Todo eso, como nos ha dicho San Pablo, responde al plan de Dios; el misterio, como lo llama él, que estaba escondido durante siglos y que ahora se ha manifestado en Cristo Jesús; que también los paganos, son miembros del mismo cuerpo; son coherederos, copartícipes de la promesa en Jesucristo. Es una de las ideas, de las que San Pablo está más convencido. Todos formamos, el mismo cuerpo de Cristo. Todos somos coherederos con él, de las promesas de Dios. Todos somos hermanos, en la única familia de Dios, porque ha aparecido entre nosotros, el Hijo de Dios, hecho hermano nuestro.
Esto es, lo que hoy celebramos; que Cristo se ha manifestado, como salvador de todos. Pero no somos, universales de corazón; y nos conviene esta fiesta de la Epifanía, porque no nos resulta fácil, ser universales en nuestra conducta con los demás. No lo somos, a nivel eclesial. Porque estamos encerrados en nuestro grupo, apenas nos damos cuenta, de que Dios ha llamado a la fe de Cristo, a hombres de todos los colores, pertenecientes a naciones que apenas conocemos; de culturas, que nos resultan misteriosas; países del este de Europa, de África, de Asia, de América... La Iglesia de Dios, es universal. No es patrimonio, de ninguna cultura. También en el tercer Mundo, está viva la comunidad cristiana, porque muchos de sus habitantes, creen en el mismo Jesús, en quien creemos nosotros.
También, otros de nuestra parroquia, que no pertenecen a nuestro grupo, tienen fe y siguen a Cristo Jesús. Nadie, tiene la exclusividad de Nuestro Señor. Además, esta actitud de apertura, nos viene muy bien, en nuestro pequeño mundo de cada día. Porque, no somos pluralistas y abiertos. Nos cerramos en nuestras ideas, en nuestros gustos; y a los que no coinciden con nosotros, los excluimos o los ignoramos. No será tal vez, por el color de la piel, pero la discriminación, la ejercemos muchas veces, por las opciones políticas, las ideologías religiosas, la cultura, el grado de simpatía, la situación económica... No somos, universales en nuestro corazón.
Pues bien, la fiesta de hoy, es la fiesta de un Dios, que se ha mostrado radicalmente universal, enviando a su Hijo también, para los otros, a los que no conocemos, ni apreciamos nosotros, en nuestra estrechez de mente. Es una fiesta que nos alegra, pero que también nos educa y nos corrige. Hay un proverbio chino, que dice: Si quieres amar a otro, has de comenzar, por perdonarle que sea otro. Y el que nos ha dado, una lección soberana de esta apertura al otro, es Cristo Jesús, como lo estamos celebrando, en estas fiestas de la Navidad.
La Eucaristía. Cada vez que nos congregamos, para realizar la máxima oración cristiana, que es un momento privilegiado de la vida católica, sí que se puede decir, que somos oficialmente abiertos y universales; porque acuden a la celebración, personas de edades distintas, de cultura y situación social muy diferentes, de opciones sociales también dispares. Y sin embargo, celebramos juntos la Eucaristía. Y con el gesto de paz, antes de acudir a la comunión, nos lo damos sin mirar mucho, si el de al lado es conocido o desconocido.
Queremos expresar, que es Cristo Jesús, con quien unos y otros vamos a comulgar, el que nos une. Por eso hacemos, este pequeño gesto simbólico, de que queremos acoger a todos, como Dios nos ha acogido a nosotros.
Que la manifestación de Jesús, como Salvador, haga de nosotros personas abiertas, universales. Como lo es Dios, Padre de todos; como lo es Cristo, que nos ha salvado a todos y que se nos da indistintamente a todos, en su Eucaristía.
Adaptación del texto de la homilía del P. J. ALDAZABAL
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