Homilía del día domingo, 4 de octubre - 2020
- Eduardo Ibáñez García
- 3 oct 2020
- 5 Min. de lectura
Día del Señor
Tiempo Ordinario – Ciclo A
Vigesimoséptimo domingo
4 de octubre – 2020
Primera lectura: Isaías 5, 1-7
El profeta Isaías, proclama que, la viña del Señor de los ejércitos, es la casa de Israel y los hombres de Judá, son su plantación preferida. El Señor esperaba de ellos, que obraran rectamente y ellos, en cambio, cometieron iniquidades; él esperaba justicia y sólo se oyen reclamaciones. (Isaías 5, 7)
Salmo: 79, 9. 12-16. 19-20
La viña del Señor, es la casa de Israel. Señor, tú trajiste de Egipto una vid, arrojaste de aquí a los paganos y la plantaste; ella extendió sus sarmientos hasta el mar y sus brotes llegaban hasta el río. (Salmo 79, 9. 12)
Segunda Lectura: Filipenses 4, 6-9
San Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, a los filipenses les dice: Hermanos, aprecien todo lo que es verdadero y noble; cuanto hay de justo y puro; todo lo que es amable y honroso; todo lo que sea virtud y merezca elogio. Pongan, por cuanto han aprendido y recibido de mí, todo lo que yo he dicho y me han visto hacer; y el Dios de la paz, estará con ustedes. (Filipenses 4, 8-9)
Evangelio: San Mateo 21, 33-43
El evangelista San Mateo, proclama que, Jesús, dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, esta parábola: “Había una vez un propietario, que plantó un viñedo... y luego lo alquiló a unos viñadores y se fue de viaje... Llegado el tiempo de la vendimia, envió a sus criados, para pedir su parte de los frutos a los viñadores... Por último, les mandó a su propio hijo, pensando: A mi hijo lo respetarán. Pero cuando los viñadores lo vieron, se dijeron unos a otros: Este, es el heredero. Vamos a matarlo y nos quedaremos con su herencia. Le echaron mano, lo sacaron del viñedo y lo mataron. Ahora, díganme: cuando vuelva el dueño del viñedo ¿Qué hará con esos viñadores?” Ellos le respondieron: Dará muerte terrible a esos desalmados y arrendará el viñedo a otros viñadores, que le entreguen los frutos a su tiempo. (Mateo 21, 33-34. 37-41)
Lecturas consultadas en:
Id y enseñad,
La Biblia Latinoamérica,
La Biblia de las Américas y
Nuevo Misal del Vaticano II

Los viñadores, asesinos
(Mateo 21)
...y arrendará el viñedo a otros viñadores, que le entreguen los frutos a su tiempo. (Versículo 41)
Se les quitará, el Reino de Dios
El contexto inmediato, de la parábola de los viñadores homicidas, se refiere a la relación entre Dios y el Pueblo de Israel. Es a este, a quien históricamente, Dios ha enviado primero a los profetas y después a su mismo Hijo. Pero, como todas las parábolas de Jesús, esta es una historia abierta. En la relación Dios-Israel, se traza la relación entre Dios y la humanidad entera.
Jesús, retoma y continúa el lamento de Dios, en Isaías de la primera lectura. Es ahí, donde se debe buscar la clave de lectura y el tono de la parábola. ¿Por qué Dios, ha plantado la viña y cuáles son los frutos que espera y que viene a buscar a su tiempo? Aquí, la parábola, se aleja de la realidad. Los viñadores humanos, no plantan una viña, ni le prodigan sus cuidados por amor a la viña, sino por su beneficio. No así, Dios. Él, crea al hombre, entra en alianza con él, no por su interés, sino para favorecer al hombre, por puro amor. Los frutos, que espera del hombre, son el amor hacia él y la justicia hacia los oprimidos: todas esas cosas, que sirven al bien del hombre, que Dios reconoce y las acepta como buenas.
Esta parábola de Jesús, es terriblemente actual, aplicada a nuestro mundo cristiano. También en este caso, hay que decir que Jesús, ha sido echado fuera de la viña, expulsado por una cultura, que se proclama post-cristiana o incluso anti-cristiana. Las palabras de los viñadores resuenan, si no en las palabras, al menos en los hechos de nuestra sociedad secularizada: ¡Matemos al heredero y será nuestra la herencia!
Ya no se quiere, oír hablar más de raíces cristianas en el mundo, de patrimonio cristiano. El hombre secularizado, quiere ser el heredero, el dueño. Sartre, puso en boca de un personaje suyo, estas terribles declaraciones: Ya no hay nada en el cielo, ni Bien, ni Mal, ni persona alguna, que pueda darme órdenes. Soy un hombre y cada hombre, debe inventar su propio camino.
Esta que he indicado, es una aplicación, por así decirlo, a largo alcance de la parábola. Pero casi siempre, las parábolas de Cristo, tienen también una explicación de corto alcance o a nivel individual: se aplican a cada persona, no sólo a la humanidad o a la cristiandad en general. Se nos invita a preguntarnos: ¿Qué suerte he reservado yo, a Cristo en mi vida? ¿Cómo correspondo, al incomprensible amor de Dios, hacia mí? ¿Acaso, no le he expulsado yo también, fuera de los muros de mi casa, de mi vida... es decir, le he olvidado, ignorado?
Recuerdo que un día, escuchaba esta parábola durante una Misa, mientras era bastante distraído. Llegado al punto, en que se oye al dueño de la viña, decir para sí: A mi hijo le respetarán, tuve un sobresalto. Entendí que aquellas palabras, estaban dirigidas personalmente a mí, en aquel momento. Ahora, el Padre celeste, estaba a punto de mandarme a mí, a su Hijo en el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre; ¿Había comprendido yo, la grandeza del momento? ¿Estaba preparado, para acogerle con respeto, como el Padre esperaba? Aquellas palabras, me sacaron bruscamente, de mis pensamientos...
En la parábola de los viñadores homicidas, hay un sentido de amargura, de desilusión. ¡Ciertamente, no se trata, de una historia con final feliz! Pero al leerla en profundidad, habla del amor increíble de Dios por su pueblo y por cada una de sus criaturas. Un amor que al final, incluso, a través de los distintos episodios de extravío y retorno, saldrá siempre victorioso y tendrá la última palabra.
Los rechazos de Dios, nunca son definitivos, son abandonos pedagógicos. También el rechazo de Israel, que resuena veladamente, en las palabras de Cristo: Se les quitará el Reino de Dios y se entregará, a un pueblo que rinda sus frutos; pertenece a este género, como el descrito por Isaías en la primera lectura. Hemos visto, por otra parte, que este peligro acecha también, sobre la cristiandad o al menos, sobre vastas partes de ella.
San Pablo, escribe en la carta a los Romanos: ¿Es que ha rechazado Dios, a su pueblo? ¡De ningún modo! ¡Que también yo soy israelita, del linaje de Abraham, de la tribu de Benjamín! Dios no ha rechazado a su pueblo, en quien de antemano puso sus ojos... ¿Es que han tropezado, para quedar caídos? ¡De ningún modo! Sino que, su caída ha traído la salvación de los gentiles, para llenarlos de celos. ...Sí su reprobación, ha sido la reconciliación del mundo ¿Qué será su readmisión, sino una resurrección, de entre los muertos? (Romanos 11).
Adaptación del texto de la Homilía del
P. Raniero Cantalamessa, ofmcap
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