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Homilía del día domingo, 6 de septiembre - 2020

  • Eduardo Ibáñez García
  • 5 sept 2020
  • 5 Min. de lectura

Día del Señor


Tiempo Ordinario – Ciclo A

Vigesimotercer domingo

6 de septiembre – 2020


  • Primera lectura: Ezequiel 33, 7-9

El profeta Ezequiel proclama que, esto dice el Señor: "Si yo pronuncio, sentencia de muerte contra un hombre, porque es malvado; y tú no lo amonestas, para que se aparte del mal camino; el malvado, morirá por su culpa; pero Yo, te pediré a ti, cuentas de su vida. En cambio, si tú lo amonestas, para que deje su mal camino y él no lo deja, morirá por su culpa; pero tú, habrás salvado tu vida”. (Ezequiel 33, 8-9)

  • Salmo: 94, 1-2. 6-9

Señor, que no seamos sordos a tu voz. Vengan, lancemos vivas al Señor, aclamemos al Dios que nos salva. Acerquémonos a Él, llenos de júbilo y démosle gracias. (Salmo 94, 1-2)

  • Segunda Lectura: Romanos 13, 8-10

San Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, a los romanos les dice: Hermanos, los mandamientos que ordenan: No cometerás adulterio, no robarás, no matarás, no darás falso testimonio, no codiciarás y todos los otros, se resumen en éste: "Amarás a tu prójimo, como a ti mismo”; pues, quien ama a su prójimo, no le causa daño a nadie. Así pues, cumplir perfectamente la ley, consiste en amar. (Romanos 12, 9-10)

  • Evangelio: San Mateo 18, 15-20

El evangelista San Mateo, proclama que, Jesús, dijo a sus discípulos: “Si tu hermano comete un pecado, ve y amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano”. (Mateo 18, 15)


Lecturas consultadas en:


Id y enseñad,

La Biblia Latinoamérica,

La Biblia de las Américas y

Nuevo Misal del Vaticano II


 

Cómo conviven, los hermanos en la fe

(Mateo 18)


"Si tu hermano ha pecado contra ti, anda a hablar con él a solas. Si te escucha, has ganado a tu hermano." (versículo 15)

 

Si tu hermano llega a pecar...


En el Evangelio de este domingo, leemos: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado un hermano". Jesús, habla de toda culpa; no restringe el campo, sólo a la que se comete contra nosotros. En este último caso, de hecho, es prácticamente imposible distinguir, si lo que nos mueve, es el celo por la verdad o nuestro amor propio herido. En cualquier caso, sería más una autodefensa, que una corrección fraterna. Cuando la falta, es contra nosotros, el primer deber no es la corrección, sino el perdón.


¿Por qué dice, Jesús: repréndele a solas? Ante todo, por respeto al buen nombre del hermano, a su dignidad. Lo peor sería pretender, corregir a un hombre, en presencia de su esposa; o a una mujer, en presencia de su marido; a un padre, delante de sus hijos; a un maestro, en presencia de sus alumnos; a un superior, ante sus subordinados. Esto es, en presencia de las personas, cuyo respeto y estima, a uno le importa más. El asunto se convierte inmediatamente, en un proceso público. Será muy difícil, que la persona acepte de buen grado, la corrección. Le va en ello, su dignidad.


Dice a solas tú con él también, para dar a la persona, la posibilidad de defenderse y explicar su propia acción con toda libertad. Muchas veces, en efecto, aquello que a un observador externo, le parece una culpa; en la intención de quien la ha cometido, no lo es. Una explicación sincera, disipa muchos malentendidos. Pero esto, deja de ser posible, cuando el tema se pone, en conocimiento de muchos.


Cuando por cualquier motivo, no es posible corregir a solas, fraternamente, a la persona que ha errado; hay algo, que absolutamente se debe evitar: la divulgación sin necesidad, de la culpa del hermano; hablar mal de él o incluso calumniarle, dando por probado, aquello que no lo es o exagerando la culpa. No hablen mal unos de otros, dice la Escritura (Santiago 4, 11). El hablar en forma indiscreta, de una persona, no es menos malo o reprobable, sólo porque ahora se le llame, de una manera sutil, gossip.


Cierta vez, una mujer, fue a confesarse con San Felipe Neri, acusándose de haber, hablado mal de algunas personas. El santo la absolvió, pero le puso una extraña penitencia. Le dijo, que fuera a casa, tomara una gallina y volviera donde él, desplumándola poco a poco, a lo largo del camino. Cuando estuvo de nuevo ante él, le dijo: Ahora vuelve a casa y recoge una por una, las plumas que has dejado caer, cuando venías hacia aquí. La mujer, le mostró la imposibilidad de hacerlo: el viento, las había dispersado. Ahí es, donde quería llegar, San Felipe. Ya ves -le dijo- que es imposible recoger las plumas, una vez que se las ha llevado el viento; igual que es imposible, retirar murmuraciones y calumnias, una vez que han salido de la boca.


Volviendo al tema de la corrección, hay que decir, que no siempre depende de nosotros, el buen resultado, al hacer una corrección (a pesar, de nuestras mejores disposiciones; el otro, puede que no la acepte, que se obstine); sin embargo, depende siempre y exclusivamente de nosotros, el buen resultado... al recibir una corrección. De hecho, la persona que ha cometido la culpa, bien podría ser yo y el que corrige ser el otro: el marido, la mujer, el amigo, el hermano de comunidad o el padre superior.


En resumen, no existe sólo la corrección activa, sino también la pasiva; no sólo el deber de corregir, sino también el deber de dejarse corregir. Más aún, aquí es donde se ve, si uno ha madurado lo bastante, como para corregir a los demás. Quien quiera corregir a otro, debe estar dispuesto también, a dejarse corregir. Cuando vean a alguien, que recibe una observación y le oigan, responder con sencillez: Tienes razón ¡Gracias, por habérmelo dicho! quítense el sombrero; están ante un auténtico hombre o ante una auténtica mujer.


La enseñanza de Cristo, sobre la corrección fraterna, debería leerse siempre, junto con lo que dijo en otra ocasión: "¿Cómo es que miras, la brizna que hay en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga, que hay en tu propio ojo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano, deja que saque la brizna, que hay en tu ojo; no viendo tú mismo, la viga que hay en el tuyo?" (Lucas 6, 41).


Lo que Jesús, nos ha enseñado sobre la corrección, puede ser también muy útil, en cuanto a la educación de los hijos. La corrección, es uno de los deberes fundamentales, del progenitor: ¿Qué hijo hay, a quien su padre no corrige? (Hebreos 12, 7); y también: Endereza la planta, mientras está tierna, si no quieres, que crezca irremediablemente torcida. La renuncia total, a toda forma de corrección, es uno de los peores servicios, que se puede hacer a los hijos; y sin embargo, hoy lamentablemente es frecuentísimo.


Sólo hay que evitar, que la corrección misma se transforme, en un acto de acusación o en una crítica. Al corregir, más bien, hay que circunscribir, la reprobación al error cometido, no generalizarla, rechazando en bloque, a toda la persona y su conducta. Más aún, aprovechar la corrección, para poner en primer plano, todo el bien que se reconoce en el joven y lo mucho que se espera de él; de manera que, la corrección se presente más como un aliento, que como una descalificación. Este era el método, que usaba San Juan Bosco con sus chicos.


No es fácil, en casos individuales, comprender si es mejor corregir o dejar pasar, hablar o callar. Por eso es importante, tener en cuenta la regla de oro, válida para todos los casos, que el Apóstol San Pablo, da en la segunda lectura: Con nadie tengan otra deuda, que la del mutuo amor... El amor, no hace mal al prójimo (Romanos 13, 8). San Agustín sintetizó todo esto, en la máxima Ama y haz lo que quieras. Hay que asegurarse, ante todo, de que haya en el corazón, una disposición fundamental, de acogida hacia la persona. Después, lo que se decida hacer, sea corregir o callar, estará bien, porque el amor, jamás, hace daño a nadie.


Adaptación del texto de la Homilía del

P. Raniero Cantalamessa, ofmcap

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