Homilía del día domingo, 7 de junio - 2020
- Eduardo Ibáñez García
- 6 jun 2020
- 4 Min. de lectura
Dia del Señor
Tiempo Ordinario – Ciclo A
Décimo domingo - Solemnidad de la Santísima Trinidad
7 de junio – 2020
Primera lectura: Éxodo 34, 4-6. 8-9
Moisés, subió de madrugada al monte Sinaí, como le había mandado el Señor, llevando en la mano las dos tablas de piedra. El Señor pasó delante de él y exclamó: "El Señor es un Dios compasivo y bondadoso, lento para enojarse; y pródigo en amor y fidelidad". (Éxodo 34, 6)
Salmo: Daniel 3, 52-56
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres, bendito tu nombre santo y glorioso. A ti gloria y alabanza por los siglos. (Salmo: Daniel 3, 52-53)
Segunda lectura: 2 Corintios 13, 11-13
San Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, a los corintios les dice: Hermanos: Alégrense, trabajen para alcanzar la perfección, anímense unos a otros, vivan en armonía y en paz. Y entonces, el Dios del amor y de la paz permanecerá con ustedes. Salúdense mutuamente, con el beso santo. Todos los hermanos, les envían saludos. La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo, permanezcan con todos ustedes. (2 Corintios 13, 11-13)
Evangelio: San Juan 3, 16-18
El evangelista San Juan, proclama que, tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca, ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios, no mandó su Hijo al mundo, para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. (Juan 3, 16-17)
Lecturas consultadas en:
Id y enseñad,
La Biblia Latinoamérica,
La Biblia de las Américas y
Nuevo Misal del Vaticano II

...hay que nacer de nuevo
(Juan 3)
"El que cree en él, no se pierde; pero el que no cree ya se ha condenado, por no creerle al Hijo Único de Dios". (v 18).
La fuente del amor
En la liturgia del día, la segunda lectura, de la segunda carta de San Pablo a los Corintios, es la que más directamente evoca, el misterio de la Santísima Trinidad: La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo, estén con todos ustedes. Pero ¿Por qué los cristianos, creen en la Trinidad? ¿No es ya bastante difícil, creer que existe Dios, para añadirnos también, el enigma de que Él es uno y trino? Hay hoy día, algunos a los que no les disgustaría, dejar aparte la Trinidad, también para poder así dialogar mejor con judíos y musulmanes, que profesan la fe en un Dios rígidamente único.
¡Los cristianos creen que Dios es trino, porque creen que Dios es amor! Es la revelación de Dios como amor, hecha por Jesús, la que ha obligado a admitir la Trinidad. No es, una invención humana. Dios es amor, dice la Biblia. Así que, está claro que si es amor, debe amar a alguien. No existe un amor al vacío, no dirigido a alguien. Entonces nos preguntamos: ¿A quién ama Dios, para ser definido amor? Una primera respuesta podría ser: ama a los hombres. Pero los hombres existen desde hace algunos millones de años, no más. Antes de entonces, ¿A quién, amaba Dios? No puede de hecho, haber comenzado a ser amor, en cierto punto del tiempo, porque Dios no puede cambiar. Segunda respuesta: antes de entonces amaba el cosmos, el universo. Pero el universo existe, desde hace algunos miles de millones de años. Antes de entonces, ¿A quién amaba Dios, para poderse definir amor? No podemos decir: se amaba a sí mismo, porque amarse a sí mismo no es amor, sino egoísmo o como dicen los psicólogos, narcisismo.
Y he aquí, la respuesta de la revelación cristiana. Dios es amor en sí mismo, antes del tiempo, porque desde siempre. tiene en sí mismo un Hijo, el Verbo, a quien ama con un amor infinito, esto es, en el Espíritu Santo. En todo amor hay siempre, tres realidades o sujetos: uno que ama, uno que es amado y el amor que les une.
El Dios, de la revelación cristiana es uno y trino, porque es comunión de amor. La teología se ha servido del término naturaleza o sustancia, para indicar en Dios la unidad; y del término persona, para indicar la distinción. Por esto decimos que, nuestro Dios es un Dios único, en tres personas. La doctrina cristiana de la Trinidad, no es una regresión, un compromiso entre monoteísmo y politeísmo. Es un paso adelante, que sólo Dios mismo podía hacer, que diera la mente humana.
Pasemos ahora, a algunas consideraciones prácticas. La Trinidad, es el modelo de toda comunidad humana, desde la más sencilla y elemental, que es la familia, a la Iglesia universal. Muestra cómo el amor, crea la unidad en la diversidad: unidad de intenciones, de pensamiento, de voluntad; diversidad de sujetos, de características; y, en el ámbito humano, de sexo. Y vemos precisamente, qué puede aprender una familia del modelo trinitario.
Si leemos con atención el Nuevo Testamento, observamos una especie de regla. Cada una, de las tres personas divinas, no habla de sí, sino de la otra; no atrae la atención sobre sí, sino sobre la otra. Cada vez que el Padre habla en el Evangelio, lo hace siempre para revelar algo del Hijo. Jesús, a su vez, no hace sino hablar del Padre. El Espíritu Santo, cuando llega al corazón de un creyente, no enseña a decir su nombre, que en hebreo es Rûah, sino que enseña a decir Abbà, que es el nombre del Padre.
Intentemos pensar, qué produciría este estilo, si se transfiriera a la vida de una familia. El padre, que no se preocupa tanto de afirmar su autoridad, como la de la madre; la madre, que antes de enseñar al niño a decir mamá le enseña a decir papá. Si este estilo, fuera imitado en nuestras familias y comunidades, se convertirían verdaderamente, en un reflejo de la Trinidad en la Tierra, lugares donde la ley que rige todo, es el amor.
Adaptación del texto de la Homilía del
P. Raniero Cantalamessa, ofmcap
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