Homilía del día domingo, 9 de agosto - 2020
- Eduardo Ibáñez García
- 8 ago 2020
- 4 Min. de lectura
Día del Señor
Tiempo Ordinario – Ciclo A
Decimonoveno domingo
9 de agosto – 2020
Primera lectura: 1 Reyes 19, 9. 11-13
Al llegar al monte de Dios, el Horeb; el profeta Elías, entró en una cueva y permaneció allí. El Señor, le dijo: “Sal de la cueva y quédate en el monte, para ver al Señor, porque el Señor va a pasar”. Así lo hizo Elías, y al acercarse el Señor, vino primero un viento huracanado... Después se escuchó, el murmullo de una brisa suave. Al oírlo, Elías se cubrió el rostro con el manto y salió a la entrada de la cueva. (1 Reyes 19, 9. 11-12)
Salmo: 84, 9-14
Cuando el Señor nos muestre su bondad, nuestra tierra producirá su fruto. La justicia le abrirá camino al Señor e irá siguiendo sus pisadas. Muéstranos, Señor, tu misericordia. (84, 10-11)
Segunda Lectura: Romanos 9, 1-5
San Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, a los romanos les dice: Hermanos: Mi conciencia me atestigua, con la luz del Espíritu Santo, que tengo una infinita tristeza y un dolor incesante, tortura mi corazón. Hasta aceptaría, verme separado de Cristo, si esto fuera para bien de mis hermanos, los de mi raza y de mi sangre, los israelitas, a quienes pertenecen la adopción filial, la gloria, la alianza, la ley, el culto y las promesas. (Romanos 9, 1-4)
Evangelio: San Mateo 14, 22-33
El evangelista San Mateo, proclama que, la barca con los discípulos de Jesús, iba ya muy lejos de la costa y las olas la sacudían, porque el viento era contrario. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el agua. Los discípulos, al verlo andar sobre el agua, se espantaron. Pero Jesús les dijo enseguida: “Tranquilícense y no teman. Soy yo”. (Mateo 14, 24-27)
Lecturas consultadas en:
Id y enseñad,
La Biblia Latinoamérica,
La Biblia de las Américas y
Nuevo Misal del Vaticano II

Jesús, camina sobre las aguas del mar
(Mateo 14)
Entre tanto, la barca estaba ya muy lejos de tierra, sacudida fuertemente por las olas, porque soplaba viento en contra. (versículo 24)
La barca zarandeada por las olas
Los hechos del Evangelio no han sido escritos, sólo para ser contados, sino también para ser revividos. A quien les escucha, se le invita cada vez, a entrar dentro de la página del Evangelio, a convertirse de espectador en actor, a ser parte en causa. La Iglesia primitiva, nos da el ejemplo. La manera en que se cuenta, el episodio de la tempestad calmada, muestra que la comunidad cristiana, lo aplicó a su propia situación. En aquella tarde, cuando había despedido a la multitud, Jesús había subido solo al monte para rezar; ahora, en el momento en el que San Mateo escribe su Evangelio, Jesús, se ha despedido de sus discípulos y ha ascendido al cielo, donde vive rezando e intercediendo por los suyos. En aquella tarde, echó mar adentro la barca; ahora ha echado a la Iglesia, en el gran mar del mundo. Entonces, se había levantado un fuerte viento contrario; ahora la Iglesia, vive sus experiencias de persecución.
En esta nueva situación, ¿Qué les decía a los cristianos, el recuerdo de aquella noche? Que Jesús, no estaba lejos ni ausente, que siempre se podía contar con Él. Que también ahora, daba órdenes a sus discípulos, para que se le acercaran caminando sobre las aguas, es decir, avanzando entre las corrientes de este mundo, apoyándose completamente en la fe.
Es la misma invitación, que hoy nos presenta: aplicar lo sucedido, a nuestra vida personal. Cuántas veces, nuestra vida se parece, a esa barca zarandeada por las olas, a causa del viento contrario. La barca zarandeada, puede ser el propio matrimonio, los negocios, la salud... El viento contrario, puede ser la hostilidad y la incomprensión de las personas, los reveses continuos de la vida, la dificultad para encontrar casa o trabajo. Quizá, al inicio, hemos afrontado con valentía las dificultades, decididos a no perder la fe, a confiar en Dios. Durante un tiempo, nosotros también hemos caminado sobre las aguas, es decir, confiando únicamente en la ayuda de Dios. Pero después, al ver que nuestra prueba era cada vez más larga y dura, hemos pensado que no podíamos más, que nos hundíamos. Hemos perdido, la valentía.
Este es el momento de acoger y experimentar, como si se nos hubieran dirigido personalmente a nosotros, las palabras que Jesús dirigió, en esta circunstancia a los apóstoles: ¡Ánimo!, que soy yo, no teman. Es famosa la frase, con la que el sacerdote Abundio, en Los novios (I promessi sposi), justifica su miedo y cobardía: Quien no tiene valentía, no se la puede dar. Tenemos que desterrar, precisamente esta convicción. ¡Quien no tiene valentía, se la puede dar! ¿Cómo? Con la fe en Dios, con la oración, basándose en la promesa de Cristo.
Alguno dirá, que esta valentía, basada en la fe en Dios y en la oración, es un pretexto, una huida de las propias posibilidades y responsabilidades. Una manera de descargar en Dios, los propios deberes. Es la tesis de fondo, de la obra de teatro de Bertolt Brecht, ambientada en Alemania, en tiempos de la guerra de los Treinta Años, que tiene como protagonista, a una mujer del pueblo, llamada por su capacidad de decisión y valor, Madre Coraje. En plena noche, las tropas imperiales, tras haber matado a los guardias, avanzan contra la ciudad protestante de Halle, para quemarla. En los alrededores de la ciudad, una familia de campesinos, que acoge a la Madre Coraje con la hija muda, Kattrin, sabe que lo único que puede hacer, para salvar a la ciudad de la ruina, es rezar. Pero Kattrin, en lugar de ponerse a rezar, sube al techo de la casa y se pone a tocar desesperadamente el tambor, hasta que ve que los habitantes se han despertado y están de pie. Es asesinada por los soldados, pero la ciudad se salva.
Con esta crítica, que es la clásica crítica del marxismo, se ataca a quien pretende, quedarse con los brazos cruzados, en espera de que Dios, lo haga todo. Pero esto no tiene nada que ver, con la verdadera fe y la verdadera oración, que es lo contrario de la resignación pasiva. Jesús, dejó que los apóstoles, remaran contra el viento durante toda la noche y que utilizaran todos su recursos, antes de intervenir personalmente.
Adaptación del texto de la Homilía del
P. Raniero Cantalamessa, ofmcap
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