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Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote. Jueves, 27 de mayo 2021 (Reflexión)

  • Eduardo Ibáñez García
  • 26 may 2021
  • 3 Min. de lectura

Tiempo ordinario II – Ciclo B

Octava semana

Jueves, 27 de mayo 2021 Fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote

  • Primera lectura: Hebreos 10, 12-23

San Pablo, a los hebreos les dice: Hermanos, en virtud de la sangre de Jesucristo, tenemos la seguridad, de poder entrar en el santuario, porque él, nos abrió un camino nuevo y viviente, a través del velo, que es su propio cuerpo. Asimismo, en Cristo, tenemos un sacerdote incomparable, al frente de la casa de Dios. (Hebreos 10, 19-21)

  • Salmo:39, 6. 9-11

Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. En tus libros se me ordena hacer tu voluntad; esto es, Señor, lo que deseo: tu ley en medio de mi corazón. (Salmo: 39, 9)

  • Evangelio: San Lucas 22, 14-20

El evangelista San Lucas, proclama que, llegada la hora de cenar, se sentó Jesús con sus discípulos y tomando un pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se los dio diciendo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. Después de cenar, hizo lo mismo con una copa de vino, diciendo: “Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por ustedes”. (Lucas 22, 14. 19-20)


Lecturas consultadas en:


Id y enseñad,

La Biblia Latinoamérica,

La Biblia de las Américas y

Nuevo Misal del Vaticano II


 

Esta fiesta, tiene sus orígenes, en la celebración del sacerdocio de Cristo que, en la misa latina, se introdujo en algunos calendarios y que, tras la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, fue renovada por la Congregación de Hermanas Oblatas de Cristo Sacerdote.

 

Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote


Esta festividad, es para los católicos, un día intensamente sacerdotal, un día para amar el sacerdocio de Jesucristo, prolongado en los hombres, a los cuales, Él les dice sígueme; por lo tanto, durante este día, debemos orar, para que nuestros sacerdotes, sigan fielmente el llamado, que el Señor les hace y sigan, entregándose, con amor al Pueblo de Dios; pero, no debemos olvidar, orar también intensamente, para que surjan nuevas y santas vocaciones.

 

El primer jueves, después de Pentecostés, celebramos la festividad litúrgica, de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote. La celebración, fue introducida en España, en 1973; y tiene textos propios, para la Santa Misa y el Oficio. En algunas Iglesias particulares, este día es también, la Jornada de Santificación de los Sacerdotes.


Nuestro Señor Jesucristo, es sumo y eterno Sacerdote, porque Él ofreció, la víctima perfecta al Padre –que no es otra cosa, que Él mismo– en el único altar de la Cruz. Cristo es, por tanto, Sacerdote, víctima y altar. Jesucristo, ha ofrecido su propia vida, por amor a los hombres; murió por todos los pobres, enfermos, por todos aquellos, que habían errado el camino, hacia Dios; para que todos, pudiéramos llamar Padre, a Dios.


Toda oración cristiana, se dirige a Dios, por Jesucristo Sacerdote; desde la que realizamos, en lo profundo del corazón, hasta aquella otra, sublime y solemne, que es la Santa Misa. Cristo, no se dejó crucificar, para aplacar, una supuesta ira del Padre o para satisfacer, una hipotética sed de sangre, por parte de un Dios herido, por los pecados de los hombres; al contrario, lo hizo por Amor. El que es verdadero Dios, se manifestó, plenamente humano en la cruz; pues es un sacerdote, que se compadece de nuestras debilidades, ya que Él mismo, pasó por tales pruebas, pero sin caer en el pecado.


Esta festividad, es para los católicos, un día intensamente sacerdotal, un día para amar el sacerdocio de Jesucristo, prolongado en los hombres, a los cuales, Él les dice sígueme; por lo tanto, durante este día, debemos orar, para que nuestros sacerdotes, sigan fielmente el llamado, que el Señor les hace y sigan, entregándose, con amor al Pueblo de Dios; pero, no debemos olvidar, orar también intensamente, para que surjan nuevas y santas vocaciones.


Es importante, que todo católico recuerde, en esta festividad, su llamado a reproducir, en cuanto le sea posible, el mismo estado de ánimo de Jesucristo, al momento de ofrecerse en sacrificio: humildad de espíritu, adoración, honor, alabanza y acción de gracias a Dios. Todos los católicos, estamos llamados a reproducir, lo que el Papa Pío XII, menciona en su encíclica Mediator Dei:

Aquellas palabras exigen, además, a los cristianos, que reproduzcan en sí mismos, las condiciones de víctima: la abnegación propia, según los preceptos del Evangelio, el voluntario y espontáneo ejercicio de la penitencia, el dolor y la expiación de los pecados. Exigen, en una palabra, nuestra muerte mística en la cruz, con Cristo, para que podamos decir, junto con San Pablo: Estoy crucificado, con Cristo.


Adaptación del texto de Seminario de Chihuahua, México

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