La Eucaristía, permanente Dios-con-nosotros, para todo el mundo T-57. 26-09-2020
- Eduardo Ibáñez García
- 25 sept 2020
- 2 Min. de lectura
La Eucaristía,
permanente Dios-con-nosotros,
para todo el mundo
Por Raniero Cantalamessa,
Predicador de la Casa Pontificia


La Eucaristía, es el modo inventado por Dios, para ser para siempre, el Emmanuel, Dios-con-nosotros.
Un himno eucarístico del siglo XIII, el Ave verum, es el itinerario que he escogido, para esta meditación:
¡Salve, verdadero cuerpo nacido de María Virgen!
Verdaderamente atormentado e inmolado en la cruz, por el hombre.
De tu costado traspasado, brotó agua y sangre.
Sé para nosotros, prenda en el momento de la muerte.
¡Oh Jesús dulce, oh Jesús piadoso, oh Jesús, hijo de María!
La identidad total, entre el Jesús de la Eucaristía y el de la historia, es el punto de partida, de esos versos; es el Jesús, nacido de María en Belén, el mismo, que pasó haciendo el bien, a todos (Hechos 10, 38), que murió en la cruz y resucitó al tercer día, el que está presente hoy en el mundo, no una vaga presencia espiritual suya; o como dice alguno, su causa.
La Eucaristía, es el modo inventado por Dios, para ser para siempre, el Emmanuel, Dios-con-nosotros. Y tal presencia no es una garantía y una protección sólo para la Iglesia, sino para todo el mundo.
De hecho, que la expresión ¡Dios está con nosotros! está lejos de exclusivismos, pues con la venida de Cristo, todo se ha hecho universal. Dios, ha reconciliado al mundo consigo, en Cristo; no tomando en cuenta, las transgresiones de los hombres (2 Corintios 5, 19). Al mundo entero, no a una parte; a todos los hombres, no a un solo pueblo; significa que, Dios está de parte del hombre, es su amigo y aliado, contra las fuerzas del mal. Y Dios, no ha reconciliado al mundo consigo, para abandonarlo después a la nada.
Cristo, dice la Carta a los Hebreos, murió para procurarnos una redención eterna (Hebreos 9, 12); y Él cada día, vuelve del más allá, para asegurarnos y renovar sus promesas; saliéndonos al encuentro en la Eucaristía, para darnos una muestra del banquete final en el Reino.
La Eucaristía, además, prolonga en la historia, la presencia del Jesús dulce y piadoso –¡Es el sacramento de la no violencia! pero, la mansedumbre de Cristo, no justifica, más bien, hace aún más extraña y odiosa, la violencia que se registra hoy, frente a su persona.
Y es que, el perverso mecanismo del chivo expiatorio, está nuevamente en marcha, respecto a Cristo, de una forma hasta ahora desconocida. Muestra de ello es, que se suceden sin descanso novelas, películas y espectáculos, en los que se manipula a placer, la figura de Cristo.
Tal vez, debemos imitar a nuestro Maestro y decir sencillamente: Padre, perdónales porque no saben lo que hacen. Perdónales a ellos y a nosotros, porque es ciertamente también, a causa de nuestros pecados, presentes y pasados, que todo esto sucede y se sabe, que es para golpear a los cristianos y a la Iglesia que se vuelve a Cristo.
Nos permitimos, sólo dirigir a nuestros contemporáneos, en nuestro interés y en el suyo, el llamamiento que Tertuliano hacía en su tiempo, a los gnósticos enemigos de la humanidad de Cristo: no quiten al mundo, su única esperanza.
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