La obediencia a Dios, en la vida cristiana (2) T-21. 18-01-2020
- Eduardo Ibáñez García
- 17 ene 2020
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 24 ene 2020
Nota del editor:
Estimado lector, este tema tan importante, para todos los que seguimos, el ejemplo de obediencia de Jesús, se le estará proporcionando en cinco partes consecutivas, esta es la segunda; les sugiero no perderselas, pues el autor de las mismas, el Padre Raniero Cantalamessa, es un enorme conocedor de la Palabra del Señor y escribe de la forma más sencilla y agradable, que lo hace sentirse como el protagonista de cada lectura. Mi estilo de vida cristiano ha cambiado, a consecuencia de sus mensajes, iluminados por el Espíritu de Dios. Amén.

Imiten, a Jesús humilde
(Filipenses 2)
...se rebajó a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz (v. 8)
He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad.
Que todos, se sometan a las autoridades constituidas, pues no hay autoridad, que no provenga de Dios y las que hay, han sido constituidas por Dios. De modo que, quien se opone a la autoridad, resiste a la disposición de Dios (Romanos 13, 1)
Debemos descubrir la obediencia esencial, de la que brotan todas las obediencias especiales, incluida la debida a las autoridades civiles.
Tratemos de conocer, la naturaleza de ese acto de obediencia, sobre el que se basa el nuevo orden; tratemos de conocer, en otras palabras, en que consistió, la obediencia de Cristo.
2. La obediencia de Cristo
Padre Raniero Cantalamessa, ofmcap
Es relativamente sencillo, descubrir la naturaleza y el origen, de la obediencia cristiana; basta ver, en base a qué concepción de la obediencia, es definido Jesús por la Escritura, como el obediente. Descubrimos inmediatamente, de este modo, que el verdadero fundamento de la obediencia cristiana, no es una idea, sino un acto de obediencia; no es el principio abstracto de Aristóteles, según el cual el inferior debe someterse al superior, sino que es un acontecimiento; que no se encuentra en la recta razón, sino en el kerigma; y dicho fundamento, es que Cristo, que se hizo obediente hasta la muerte (Filipenses 2, 8); aprendió la obediencia, de las cosas que padeció y perfeccionado, se convirtió en causa de salvación, para todos aquellos que le obedecen (Hebreos 5, 8-9).
El centro luminoso, que ilumina todo el discurso sobre la obediencia, en la Carta a los Romanos, esta descrito en Romanos 5, 19 así: Por la obediencia de uno solo, todos serán constituidos justos. Quien conoce el lugar, que ocupa la justificación, en la Carta a los Romanos, podrá conocer, desde este texto, ¡el lugar que ocupa en Jesús, la obediencia!
Tratemos de conocer, la naturaleza de ese acto de obediencia, sobre el que se basa el nuevo orden; tratemos de conocer, en otras palabras, en que consistió la obediencia de Cristo. Jesús, de niño, obedeció a los padres; luego, de mayor, se sometió a la ley mosaica, al Sanedrín, a Pilato. San Pablo, sin embargo, no piensa en ninguna de estas obediencias; piensa, en cambio, en la obediencia de Cristo, a Dios Padre.
La obediencia de Cristo, es considerada exactamente, como la antítesis de la desobediencia de Adán: Como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo, todos serán constituidos justos (Romanos 5, 19; o 1 Cor 15, 22). Pero, ¿a quién desobedeció Adán? Ciertamente no a los padres, a la autoridad, a las leyes. Desobedeció, a Dios. En el origen de todas las desobediencias, hay una desobediencia a Dios y en el origen de todas las obediencias, está la obediencia a Dios.
La obediencia, abarca toda la vida de Jesús. Si San Pablo y la Carta a los Hebreos, ponen en evidencia, el lugar de la obediencia en la muerte de Jesús; San Juan y los Evangelios Sinópticos, completan el marco, poniendo de relieve el puesto, que la obediencia tuvo en la vida de Jesús, en su cotidianidad. "Mi alimento —dice Jesús, en el Evangelio de San Juan— es hacer la voluntad del Padre y Yo hago siempre, lo que le agrada a mi Padre" (San Juan 4, 34; 8, 29). La vida de Jesús, está como dirigida por una estela luminosa, formada por las palabras escritas para él, en la Biblia: Está escrito… Está escrito. Así vence las tentaciones, en el desierto. Jesús, recoge de las Escrituras, el se debe, que sostiene toda su vida.
La grandeza, de la obediencia de Jesús, se mide objetivamente por las cosas que padeció; y subjetivamente, por el amor y la libertad, con que obedeció. En él, resplandece en sumo grado, la obediencia filial. También en los momentos más extremos, como cuando el Padre, le da a beber el cáliz de la pasión, en sus labios, no se apaga nunca el grito filial: "¡Abbá! Dios mío, Dios mío ¿Porqué me has abandonado?" exclamó en la cruz (San Mateo 27, 46); pero añadió enseguida, según San Lucas: "Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu" (San Lucas 23, 46). En la cruz, Jesús se abandonó, al Dios que lo abandonaba (se entienda, lo que se entienda, con este abandono del Padre). Esta es la obediencia, hasta la muerte; esta es la roca de nuestra salvación.
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