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La pureza cristiana (1) T-25. 15-02-2020

  • Eduardo Ibáñez García
  • 14 feb 2020
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 15 feb 2020


 

La pureza divina

(Hebreos 4)


Nuestro Señor Jesucristo, es el perfecto ejemplo de la pureza. Fue tentado en todo como nosotros, pero sin pecado (v. 15).

 

La pureza cristiana, convertía a los paganos, hoy la revolución sexual, es contra Dios


Este texto contiene, un mensaje totalmente contrario a la cultura dominante, ese pansexualismo de ciertas teorías pseudocientíficas y permisivistas, que niega toda norma objetiva, en materia de moral sexual, reduciendo todo a un hecho, de evolución espontánea de las costumbres; es decir, a un asunto de cultura.


Pero, si examinamos de cerca, lo que se llama la revolución sexual de nuestros días; nos damos cuenta, con pavor, de que no es simplemente una revolución contra el pasado, sino que es también, a menudo, una revolución contra Dios: se hace al grito de ¡Mi cuerpo es mío!, lo cual es exactamente, la antítesis de la verdad establecida sobre la palabra de Dios, es decir, que nosotros no somos nuestros, que no nos pertenecemos, porque somos de Cristo.

 

1. La especificidad de la pureza cristiana


Padre Raniero Cantalamessa, ofmcap


La obediencia a Dios, es la obediencia que podemos hacer siempre.


Hay una triple motivación cristiana, de la pureza: cristológica, pneumatológica y escatológica.


Cristológica: la pureza cristiana, no consiste tanto, en establecer el dominio de la razón sobre los instintos, cuanto en establecer el dominio de Cristo, sobre toda la persona, razón e instintos. Lo más importante no es que yo tenga el dominio de mí mismo, sino que Jesús, tenga el dominio de mí mismo. Para aquellos pensadores paganos, más próximos a la moral natural, la pureza está en función de mí mismo, yo soy el objetivo. Para los cristianos, la pureza está en función de Jesús... Nosotros, no somos sólo genéricamente de Cristo, como su propiedad o cosa suya; ¡somos el cuerpo mismo de Cristo, sus miembros! De tal modo que, cometiendo la impureza, yo prostituyo el cuerpo de Cristo, realizo una especie de sacrilegio odioso.


Por similar razón, en la medida en que, como señala San Pablo, nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo (1 Corintios 6, 19), abusar del propio cuerpo, es profanar el templo de Dios. Es la motivación pneumatológica.


Finalmente, hay una motivación escatológica, que se refiere al destino último del hombre, porque nuestro cuerpo está destinado a la resurrección: La pureza cristiana no se basa en el desprecio del cuerpo, sino, por el contrario, en la gran estima de su dignidad. El Evangelio —decían los padres de la Iglesia, al combatir a los gnósticos— no predica salvarse de la carne, sino la salvación de la carne. Los que consideran el cuerpo, como un vestido extraño, destinado a ser abandonado aquí abajo, no poseen los motivos que tiene el cristiano, para conservarlo inmaculado.

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