La sobria ebriedad, del Espíritu (1ª. parte) T-5 5-10-19
- Eduardo Ibáñez García
- 5 oct 2019
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 29 abr 2021
La sobria ebriedad, del Espíritu
Que sepa, con el don del Entendimiento, ver con fe viva, la importancia y la belleza, de la verdad cristiana
Dos tipos de ebriedad
Raniero Cantalamessa
En el himno, que se remonta a San Ambrosio, en el IV siglo; se encuentra esta frase, difícil de traducir, aunque sea muy simple: Laeti, que significa con alegría; bibamus, que significa bebamos; sobriam, que significa bien definida y moderada; profusionem Spiritus, o sea la abundancia del Espíritu. “Laeti bibamus sobriam profusionem Spiritus”: Con alegria, bebamos la bien definida y moderada abundancia del Espiritu.
La cosa importante, que debemos notar enseguida, es que esas palabras del himno fueron escritas, como parte de la liturgia de las horas de la Iglesia universal; son por lo tanto una exhortación dirigida a todos los cristianos; y como tal, quiero nuevamente proponerla, en estas meditaciones dedicadas a la presencia del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia.
En verdad, en el texto original de san Ambrosio, en el lugar de profusionem Spiritus, la abundancia del Espíritu, está ebrietatem Spiritus, o sea, la ebriedad del Espíritu.
La tradición sucesiva, había considerado a esta última expresión, demasiado audaz y la había sustituido, con una más blanda y aceptable. Entretanto, de esta manera se había perdido, el sentido de una metáfora antigua, como el mismo cristianismo. Justamente, por lo tanto, en la traducción italiana del breviario, se ha recuperado el sentido original de la frase ambrosiana. Una estrofa del himno de Laudes, de la cuarta semana del salterio, en idioma italiano de hecho dice:
Sea Cristo nuestro alimento,
sea Cristo el agua viva:
en El probamos sobrios
la ebriedad del Espíritu.
Lo que empujó a los Padres, a retomar el tema de la sobria ebriedad, ya desarrollado por Filone Alessandrino, fue el texto en el cual, el Apóstol San Pablo, exhorta a los cristianos de Efeso, diciendo:
No se emborrachen de vino, el cual produce desenfreno, sino sean colmados por el Espíritu, entreteniéndose juntos con salmos, himnos, cantos espirituales, cantando y alabando al Señor con todo vuestro corazón (Efesios 5, 18-19).
A partir de Orígenes, son incontables los textos de los Padres, que ilustran este tema, jugando a veces sobre la analogía, otras sobre la contradicción, entre la ebriedad material y la ebriedad espiritual. La analogía consiste en el hecho, de que ambas ebriedades infunden alegría, hacen olvidar los esfuerzos y hacen salir de uno mismo.
La contraposición consiste, en el hecho de que mientras la ebriedad material (alcohol, droga, sexo, éxito), vuelve vacilantes e inseguros, la espiritual nos vuelve estables en el bien; la primera, hace salir de sí mismos, para vivir por debajo, del propio nivel racional; la segunda, hace salir de sí mismos, para vivir por encima, de la propia razón. Para ambas, se usa la palabra éxtasis (¡Nombre dado recientemente, a una droga terrible!); pero uno, es un éxtasis hacia lo bajo y lo otro, un éxtasis hacia lo alto.
Aquellos, que en Pentecostés, confundieron a los apóstoles por ebrios, tenían razón, escribe san Cirilo de Jerusalén; se equivocaban solamente, en atribuir la ebriedad, al vino ordinario, cuando en cambio, se trataba del vino nuevo, elaborado de la viña verdadera, que es Cristo; los apóstoles estaban sí ebrios, pero de aquella sobria ebriedad, que da la muerte al pecado y da vida al corazón.
Tomando inspiración, en el episodio del agua que fluye de la roca, en el desierto (Exodo 17, 1-7), y del comentario, que hace san Pablo en la Carta a los Corintios, Todos bebieron de la misma bebida espiritual… Todos hemos bebido de un solo Espíritu (1 Corintios 10, 4. 12, 13), el mismo san Ambrosio escribía:
El Señor Jesús, hace surgir agua de la roca y todos bebieron de ella. Los que la bebieron en la figura, quedaron saciados; aquellos que la bebieron en la verdad, quedaron incluso ebrios. Buena es la ebriedad, que infunde alegría. Buena es la ebriedad, que afirma los pasos de la mente sobria… Bebe a Cristo, que es la vid; bebe a Cristo, que es la roca, de la cual brota el agua; bebe a Cristo, para beber sus palabras… La Escritura divina se bebe, la Escritura divina se devora, cuando lo central de la palabra eterna, baja en las venas de la mente y en las energías del alma.

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