La sobria ebriedad del Espíritu (1) T-50. 8-08-2020
- Eduardo Ibáñez García
- 7 ago 2020
- 3 Min. de lectura
La sobria ebriedad del Espíritu
Por Raniero Cantalamessa,
Predicador de la Casa Pontificia

1. Dos tipos de ebriedad
En el himno de San Ambrosio, que se remonta al siglo IV, se encuentra esta frase difícil de traducir, aunque sea muy simple: Laeti, que significa con alegría; bibamus, que significa bebamos; sobriam, que significa bien definida y moderada; profusionem Spiritus, o sea la abundancia del Espíritu. Laeti bibamus sobriam profusionem Spiritus. Estas palabras, siempre han sido parte de la liturgia, de las horas de la Iglesia universal; son por lo tanto, una exhortación dirigida a todos los cristianos y como tal, quiero nuevamente proponerlas, en estas meditaciones dedicadas a la presencia del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia.
En verdad, en el texto original de san Ambrosio, en el lugar de profusionem Spiritus, la abundancia del Espíritu, está ebrietatem Spiritus o sea la ebriedad del Espíritu.
La tradición sucesiva, había considerado a esta última expresión, demasiado audaz y la había sustituido con una más blanda y aceptable. Entretanto, de esta manera, se había perdido el sentido de una metáfora antigua, como el mismo cristianismo. Justamente, por lo tanto, en la traducción italiana del breviario, se ha recuperado el sentido original de la frase ambrosiana. Una estrofa del himno de Laudes, de la cuarta semana del salterio, en idioma italiano, de hecho dice:

Sea Cristo nuestro alimento,
sea Cristo el agua viva:
en Él probamos sobrios
la ebriedad del Espíritu.
Lo que empujó a los Padres, a retomar el tema de la sobria ebriedad, ya desarrollado por Filone Alessandrino, fue el texto en el cual, el Apóstol San Pablo, exhorta a los cristianos de Éfeso, diciendo:
No se emborrachen de vino, el cual produce desenfreno, sino sean colmados por el Espíritu, entreteniéndose juntos con salmos, himnos, cantos espirituales, cantando y alabando al Señor con todo su corazón (Efesios 5, 18-19).
A partir de Orígenes, presbítero y teólogo, son incontables los textos de los Padres, que ilustran este tema, jugando a veces sobre la analogía, otras sobre la contradicción entre la ebriedad material y la ebriedad espiritual. La analogía consiste, en el hecho de que ambas ebriedades, infunden alegría, hacen olvidar los esfuerzos y hacen salir de uno mismo.
La contraposición consiste, en el hecho de que, mientras la ebriedad material (alcohol, droga, sexo, éxito) vuelve vacilantes e inseguros; la espiritual, nos vuelve estables en el bien; la primera, hace salir de sí mismos, para vivir por debajo del propio nivel racional; la segunda, hace salir de sí mismos, para vivir por encima de la propia razón. Para ambas, se usa la palabra éxtasis (¡nombre dado a una droga terrible!), pero uno es un éxtasis hacia lo bajo y lo otro un éxtasis hacia lo alto.
Aquellos, que en Pentecostés, confundieron a los apóstoles por ebrios, tenían razón, escribe san Cirilo de Jerusalén; se equivocaban solamente, en atribuir la ebriedad al vino ordinario, cuando en cambio se trataba, del vino nuevo, elaborado de la viña verdadera que es Cristo; los apóstoles estaban, sí, ebrios, pero de aquella sobria ebriedad, que da la muerte al pecado y da vida al corazón.
Tomando inspiración, en el episodio del agua que fluye, de la roca en el desierto (Éxodo 17, 1-7) y del comentario que hace San Pablo, en la Carta a los Corintios (Todos bebieron de la misma bebida espiritual… Todos hemos bebido de un solo Espíritu) (1 Corintios 10, 4. 12, 13), el mismo san Ambrosio escribió:
El Señor Jesús hace surgir agua de la roca y todos bebieron de ella. Los que la bebieron en la figura, quedaron saciados; aquellos que la bebieron en la verdad, quedaron incluso ebrios. Buena es la ebriedad, que infunde alegría. Buena es la ebriedad, que afirma los pasos de la mente sobria… Bebe a Cristo, que es la vid; bebe a Cristo, que es la roca, de la cual brota el agua; bebe a Cristo, para beber sus palabras… La Escritura divina se bebe, la Escritura divina se devora, cuando lo central de la palabra eterna, baja en las venas de la mente y en las energías del alma.
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