Las Bienaventuranzas. Introducción – (Tema)
- Eduardo Ibáñez García
- 6 ago 2021
- 3 Min. de lectura
Por Raniero Cantalamessa,
Predicador de la Casa Pontificia

Bienaventurados los pobres de Espíritu
T-101 7-08-2021
Las Bienaventuranzas, comienza con la célebre frase: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. La afirmación bienaventurados los pobres de espíritu hoy, con frecuencia, se malentiende o incluso, se cita con alguna risita de compasión, como si fuera, para la credulidad de los ingenuos. Pero Jesús, jamás dijo simplemente: ¡Bienaventurados los pobres de espíritu! nunca soñó, pronunciar algo así. Dijo: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos, que es muy distinto. Se tergiversa completamente, el pensamiento de Jesús y se banaliza, cuando se cita, su frase a medias. Ay! de separar, la bienaventuranza de su motivo. Sería, por poner un ejemplo gramatical, como si uno pronunciara una prótasis (Primera parte, de un discurso), sin que siguiera, apódosis alguna (el sentido, que completa o cierra el discurso). Supongamos, que se dice: El que siembra... ¿Se entiende algo? ¡Nada! Pero, si añade: cosecha, inmediatamente, todo se aclara. También, si Jesús, sólo hubiera dicho: ¡Bienaventurados los pobres! sonaría absurdo, pero cuando añade: porque de ellos es el Reino de los Cielos, todo se hace comprensible.
¿Pero, qué bendito Reino de los Cielos, es éste, que ha realizado, una verdadera inversión, de todos los valores? Es la riqueza, que no pasa; que los ladrones, no pueden robar; ni la polilla, consumir. Es la riqueza, que no hay que dejar a otros, con la muerte, sino que se lleva consigo. Es el tesoro escondido y la perla preciosa, aquello que, para tenerlo, vale la pena –dice el Evangelio– dejar todo. El Reino de Dios, en otras palabras, es Dios mismo.
La llegada del Reino de Dios, produjo, una especie de crisis de gobierno, de alcance mundial, un reajuste radical. Abrió, horizontes nuevos. En alguna medida, como cuando, en el siglo XV, se descubrió, que existía otro mundo, América; y las potencias, que ostentaban, el monopolio del comercio con Oriente, como Venecia, se vieron sorprendidas de golpe y entraron en crisis. Los viejos valores del mundo –dinero, poder, prestigio– cambiaron, se relativizaron, incluso, se han rechazado, a causa de la llegada del Reino.
Y ahora ¿Quién es, el rico? Tal vez un hombre, aparta una ingente suma de dinero; por la noche, se produce, una devaluación del cien por cien; por la mañana, se levanta, siendo nada-necesitado, aunque no lo sepa, todavía. Los pobres, por el contrario, están en ventaja, con la venida del Reino de Dios; porque, al no tener nada que perder, están más dispuestos, a acoger la novedad y no temen el cambio. Pueden invertir, todo en la nueva moneda. Están más preparados, para creer.
Se nos lleva, a razonar de manera distinta. Creemos, que los cambios que cuentan, son aquellos visibles y sociales, no los que ocurren en la fe. Pero ¿Quién, tiene la razón? Hemos conocido, en el siglo pasado, muchas revoluciones de este tipo; sin embargo, también hemos visto, qué fácilmente, después de algún tiempo, acaban por reproducir, con otros protagonistas, la misma situación de injusticia, que pretendían eliminar.
Hay planos y aspectos de la realidad, que no se perciben a simple vista, sino, sólo con ayuda, de una luz especial. Actualmente se disparan, con satélites artificiales, fotografías con rayos infrarrojos, de regiones enteras de la tierra ¡Y qué distinto se ve, el panorama con esta luz! El Evangelio y en particular, nuestra bienaventuranza de los pobres, nos da una imagen del mundo, con rayos infrarrojos. Permite captar, lo que está por debajo o más allá de la apariencia. Permite distinguir, qué pasa y qué queda.
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