Las Bienaventuranzas. Las Bienaventuranzas Evangélicas – (1ª. Parte – 1.1)
- Eduardo Ibáñez García
- 13 ago 2021
- 3 Min. de lectura
Por Raniero Cantalamessa,
Predicador de la Casa Pontificia

1.1 ¡Bienaventurados ustedes, los pobres! ¡Ay de ustedes, los ricos!
T-102 14-08-2021
Al referir, las palabras de Jesús; cada uno de los cuatro evangelistas, sin traicionar su sentido fundamental, desarrolló un aspecto en lugar de otro, adaptando las Bienaventuranzas, a las exigencias de la comunidad, para la que escribía.
Mientras San Mateo, refiere ocho Bienaventuranzas, pronunciadas por Jesús; San Lucas, refiere sólo cuatro; en compensación, sin embargo, San Lucas, refuerza las cuatro Bienaventuranzas, oponiendo a cada una de ellas, una maldición, introducida por un ¡ay! Más aún, mientras el discurso de San Mateo, es indirecto: ¡Bienaventurados, los pobres! el de San Lucas, es directo:

¡Bienaventurados ustedes, los pobres! San Mateo, acentúa la pobreza espiritual (bienaventurados, los pobres de espíritu) San Lucas, acentúa la pobreza material (bienaventurados ustedes, los pobres).
Pero, son detalles, que no cambian en lo más mínimo, como se ve, la sustancia de las cosas. Cada uno de los dos evangelistas, con su modo particular, de referir la enseñanza de Jesús, subraya un aspecto nuevo, que de otra forma, habría quedado en la sombra. San Lucas, es menos completo, en el número de las Bienaventuranzas, pero recoge perfectamente, su significado de fondo.
Cuando se habla de las Bienaventuranzas, el pensamiento, va inmediatamente a la primera de ellas: Bienaventurados ustedes, los pobres, porque de ustedes, es el Reino de Dios. Pero en realidad, el horizonte, es mucho más amplio. Jesús, traza, en esta página, dos modos de concebir la vida: o por el Reino de Dios o por la propia consolación, esto es, o en función exclusivamente de esta vida o en función de la vida eterna. Esto es lo que evidencia, el esquema de San Lucas: Bienaventurados ustedes – Ay de ustedes: Bienaventurados ustedes, los pobres, porque de ustedes, es el Reino de Dios... ¡Ay de ustedes, los ricos! porque han recibido, vuestro consuelo.
Dos categorías, dos mundos. A la categoría de los bienaventurados, pertenecen los pobres, los hambrientos, los que ahora lloran y los que son perseguidos y proscritos a causa del Evangelio. A la categoría de los desventurados, pertenecen los ricos, los saciados, los que ahora ríen y los que son, llevados en la palma de la mano por todos.
Jesús, no canoniza, sencillamente a todos los pobres, los que padecen hambre, los que lloran y son perseguidos; como no demoniza, simplemente, a todos los ricos, los saciados, los que ríen y son aplaudidos. La distinción, es más profunda; se trata de saber, sobre qué cosa, uno fundamenta su propia seguridad, sobre qué terreno, está construyendo el edificio de su vida: si sobre aquél, que pasa o sobre aquél, que no pasa.
La página del Evangelio de San Lucas, es verdaderamente, una espada de doble filo: separa, traza dos destinos diametralmente opuestos. Es como el meridiano de Greenwich, que divide el este, del oeste del mundo. Pero por fortuna, con una diferencia esencial. El meridiano de Greenwich, está fijo; las tierras que están al este, no pueden pasar al oeste; igual que está fijo el ecuador, que divide el sur pobre, del mundo del norte rico y opulento.
La línea que divide, en nuestro Evangelio, a los bienaventurados de los desventurados, no es así; es una barrera móvil, absolutamente posible, de atravesar. No sólo, se puede pasar de un sector a otro, sino que toda esta página del Evangelio, fue pronunciada por Jesús, para invitarnos y animarnos, a pasar de una a otra esfera. La suya, no es una invitación, a hacernos pobres, ¡sino a hacernos ricos! Bienaventurados ustedes, los pobres; porque de ustedes, es el Reino de Dios. Pensemos, pobres, que poseen un reino ¡y lo poseen, ya desde ahora! Aquellos, que deciden entrar en este reino son, en efecto, desde ahora, hijos de Dios, son libres, son hermanos, están llenos de esperanza, de inmortalidad ¿Quién no desearía, ser pobre de esta forma?
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