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Las máximas y más legítimas columnas de la Iglesia. Martes, 29 de junio 2021 (Reflexión)

  • Eduardo Ibáñez García
  • 28 jun 2021
  • 3 Min. de lectura

Tiempo Ordinario II – Ciclo B

Decimotercera semana

Martes, 29 de junio 2021 Solemnidad de, San Pedro y San Pablo

  • Primera lectura: Hechos 12, 1-11

San Lucas, proclama que, el rey Herodes, mandó apresar, a algunos miembros de la Iglesia para maltratarlos… Pedro, estaba durmiendo entre dos soldados... De pronto, apareció el ángel del Señor… Salieron y caminaron hasta la esquina de la calle y seguidamente, el ángel desapareció. Entonces Pedro, se dio cuenta de lo que pasaba y dijo: Ahora sí estoy seguro, de que el Señor, envió a su ángel, para librarme de las manos de Herodes y de todo cuanto el pueblo judío, esperaba que me hicieran (Hechos 12, 1. 6-7. 10-11).

  • Salmo: 33, 2-9

El Señor me libró, de todos mis temores. Proclamemos la grandeza del Señor y alabemos todos juntos su poder. Cuando acudí al Señor, me hizo caso y me libró de todos mis temores. (Salmo: 33, 4-5)

  • Segunda lectura: 2 Timoteo 4, 6-8. 17-18

San Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, a Timoteo le dice, querido hermano: Ha llegado para mí, la hora del sacrificio y se acerca el momento de mi partida. He luchado bien en el combate, he corrido hasta la meta, he perseverado en la fe. Ahora, sólo espero la corona merecida, con la que el Señor, justo juez, me premiará en aquel día; y no solamente a mí, sino a todos aquellos, que esperan con amor, su glorioso advenimiento. (2 Timoteo 4, 6-8)

  • Evangelio: San Mateo 16, 13-19

El evangelista San Mateo, proclama que, cuando llegó Jesús, a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta, a sus discípulos: Ustedes ¿Quién dicen, que soy yo? Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Jesús le dijo entonces: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto, no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre, que está en los cielos! Y yo, te digo a ti, que tú eres Pedro y sobre esta piedra, edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno, no prevalecerán sobre ella”. (Mateo 16, 13. 15-17)


Lecturas consultadas en:


Id y enseñad,

La Biblia Latinoamérica,

La Biblia de las Américas y

Nuevo Misal del Vaticano II

 

 

Cada 29 de junio, en la solemnidad de San Pedro y San Pablo, apóstoles; recordamos, a estos grandes testigos de Jesucristo y, a la vez, hacemos una solemne confesión de fe, en la Iglesia una, santa, católica y apostólica. Ante todo, es una fiesta de la catolicidad.

 

Las máximas y más legítimas columnas de la Iglesia


Pongamos ante nuestros ojos, a los santos apóstoles: San Pedro y San Pablo. Ellos sufrieron persecución por emulación y por envidia; y lucharon, hasta la muerte. A estos hombres, maestros de una vida santa, vino a agregarse, una gran multitud de elegidos que, habiendo sufrido muchos suplicios y tormentos, también por emulación, se han convertido para nosotros, en un magnífico ejemplo…

 

Aquellos, que eran las máximas y más legítimas columnas de la Iglesia, sufrieron persecución por emulación y por envidia; y lucharon, hasta la muerte. Pongamos ante nuestros ojos, a los santos apóstoles: a San Pedro que, por una hostil emulación, tuvo que soportar no una o dos, sino innumerables dificultades, hasta sufrir el martirio y llegar así, a la posesión de la gloria merecida.


Esta misma envidia y rivalidad, dio a San Pablo, ocasión de alcanzar, el premio debido a la paciencia: en repetidas ocasiones, fue encarcelado, obligado a huir, apedreado; y, habiéndose convertido, en mensajero de la palabra en el Oriente y en el Occidente, su fe se hizo patente a todos; ya que, después de haber enseñado a todo el mundo, el camino de la justicia, habiendo llegado, hasta el extremo Occidente, sufrió el martirio de parte de las autoridades; y, de este modo, partió de este mundo, hacia el lugar santo, dejándonos un ejemplo perfecto de paciencia.


A estos hombres, maestros de una vida santa, vino a agregarse, una gran multitud de elegidos que, habiendo sufrido muchos suplicios y tormentos, también por emulación, se han convertido para nosotros, en un magnífico ejemplo…


Todo esto, se los escribo, no sólo para recordarles su obligación, sino también, para recordarles la nuestra; ya que todos, nos hallamos en la misma palestra y tenemos que luchar el mismo combate. Dejemos, pues, las preocupaciones inútiles y vanas; y pongamos toda nuestra atención, en la gloriosa y venerable regla de nuestra tradición. Tengamos los ojos fijos, en lo que es bueno y agradable, a los ojos de nuestro Hacedor, lo que nos acerca a Él. Fijemos nuestra mirada, en la sangre de Cristo y démonos cuenta, de cuán valiosa es, a los ojos del Dios y Padre suyo; ya que, derramada por nuestra salvación, ha traído al mundo entero, la gracia de la conversión.


Adaptación del texto de

San Clemente de Roma

Papa del año 90 a 100 aproximadamente

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